Una semana después del accidente nuclear de Fukushima en 2010, 42.500 personas fueron sometidas a chequeos de exposición de radiación externa. De ellas, unas 500 participaron en una prueba adicional donde se especificó cada material radioactivo presente en sus cuerpos, incluido el yodo radiactivo o yodo-131.
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Tras analizar los registros de exposición a la radiación, un equipo de expertos de la Universidad Internacional de Salud y Bienestar de Otawara desarrolló un método para calcular la cantidad de yodo radiactivo presente en cada persona que fue evacuada de Fukushima. Una vez obtenidos los resultados, se espera establecer la relación entre la radiación y el cáncer de tiroides.
El método consiste en calcular la cantidad de yodo radiactivo en el ambiente entorno a cada sujeto y, de esta manera, evaluar la cantidad de este material asimilada por cada persona y el nivel de exposición interna, que proviene principalmente del consumo de alimentos contaminados y otros medios como la acumulación de yodo radiactivo en la tiroides.
Los investigadores dicen que pueden determinar la cantidad de yodo radiactivo absorbido por los residentes no sometidos a la prueba adicional al examinar detenidamente las tomadas tras el accidente, por lo que indagarán para saber si las restantes 42.000 personas cuentan con diarios similares.
El yodo radiactivo (yodo-131) está asociado con la energía nuclear, con procedimientos de diagnóstico y tratamientos médicos y la producción de gas natural. Debido a su modo de desintegración beta, el yodo-131 puede causar mutaciones en las células e incluso su muerte. Por esta razón altas dosis del isótopo algunas veces son menos peligrosas que las dosis bajas, dado que ellas tienden a matar los tejidos de la tiroides que de otra forma se convertirían en cancerosos como un resultado de la radiación.