Cuando tienes una idea y luchas por hacerla realidad, la gente puede pensar que estás loco. Pero es precisamente esta gente loca que se atreve a soñar que hay una manera mejor de hacer las cosas quien las logra, lo mejor es que en el proceso, varios locos más se van uniendo.
Durante la era soviética, Moscú era líder mundial en reciclaje a pesar de que no era su intención. Lo que sucedió es que la escasez de bienes básicos era tal que la gente regresaba sus botellas de leche a los supermercados, los jóvenes hacían competencias de recolección de papel y metal, incluso los residuos de alimentos se reutilizaban en la agricultura. Las bolsas de plástico se reutilizaban tantas veces como fuera posible, había pocos empaques y la mayoría eran de papel.
Quizás éstas eran unas de las pocas cosas buenas de esta sociedad totalitaria pero este brillante modelo terminó junto al comunismo soviético. En Rusia hoy la gente produce 3 veces más basura que en la era soviética y se prevé que los vertederos de Moscú lleguen a su máxima capacidad en un tiempo de 2 a 4 años, por eso hay una bola de gente loca que desde hace algunos años han comenzado a hacer cosas increíbles para reciclar.
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Andrey Protasov y su esposa Elena, una pareja de contadores apiló papel para reciclar en el balcón de su departamento durante 4 años hasta que pudieron encontrar un centro de reciclaje que aceptara su papel, pues la mayoría no está dispuesto a aceptar volúmenes pequeños. Viajaron una hora para llegar al lugar a vender su papel por prácticamente nada.
Tatiana Kargina comenzó a reciclar papel cuando recién se mudó a Moscú, luego siguió con otra clase de materiales reciclables como vidrio y hasta baterías, cuando no había manera de reciclarlas en Rusia. Ella pedía de favor a sus amigos que cuando volaran a Europa se llevaran las baterías con ellos para poderlas reciclar allá. Ella cuenta que los taxistas la veían raro cuando se subía al auto con su pila de basura muy acomodada antes de hacer un viaje de 40 minutos hasta el centro de reciclaje.
La fundadora de la revista Recyclemag.ru, Elena Barysheva, atribuye este sentido del reciclaje a un sentimiento de frustración política, pues en Rusia los ciudadanos no pueden influir en aspectos políticos fuertes pero el reciclaje es un proceso en el que sí pueden incluir y controlar. Ella y su novio han comenzado un proyecto de servicio de recolección móvil para el que rentaron un camión y van viajado por distintos puntos de reciclaje en la ciudad.
Los esfuerzos de Greenpeace Rusia también se dejan ver a través de un mapa que agrupa cerca de 350 puntos de recolección de materiales reciclados y en algunos casos llega a ser sorprendente que puedas estar tan cerca de uno y no saber. Esta gente podrá parecer loca por hacer un esfuerzo muy grande para reciclar, pero es la que marcará un cambio en su ciudad.