Es una de las relaciones más interesantes del espectro zodiacal, pues son dos signos de fuego, caracterizados ambos por su enorme individualidad. Al carnero arremetedor es imposible quitarlo de su posición de líder y al leoncito no se le puede decir que no es el rey de la selva y que nadie le va a quitar su trono.
Los dos vienen con una gran dosis de poder que los diferencia y tal vez los complementa, pues ante la agresividad de Aries, Leo aporta su aplomo y capacidad de asentar tranquilamente su dominio sin necesidad de convertirlo en una imposición, a diferencia de Aries quien, si no logra dominar, comienza una guerra.
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Lo interesante es que ambos signos pueden interactuar entre sí y tal vez formalizar una relación duradera en el tiempo. Aunque parezca un imposible, el «yo soy» de Aries puede convivir perfectamente con el «yo quiero» de Leo.