Cuando nos comemos una papa frita, viene otra y otra más, es como si algo nos impidiera parar hasta terminarlas ¿les ha pasado? Al parecer este comportamiento es algo bastante habitual, ya que se convirtió en motivo de un estudio que nos entregó algunas respuestas al respecto.
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Un grupo de científicos de la Universidad Erlangen-Nuremberg en Alemania, determinó que este tipo de alimentos activan zonas de nuestro cerebro relacionadas con el placer y la adicción, provocando un deseo irrefrenable. Para llegar a esta conclusión, se hizo un estudio con ratas a las que se les inyectó un trazador de cloruro de manganeso para poder visualizar, a través de una resonancia magnética, lo que ocurría en el cerebro mientras se les ofrecían 3 menús, entre ellos patatas fritas.
Por supuesto las ratas se mostraron mucho más receptivas ante las papas fritas, con lo que estos científicos pudieron comprobar que las áreas cerebrales relacionadas con el placer, la recompensa y la adicción se mostraban significativamente más activas.
Eso sí, en el caso de las papas fritas, esta adicción no sólo se debe a las grasas y carbohidratos. Según Susana Monere, responsable de la Unidad de Endocrinología del Hospital Universitario Getafe de Madrid, en el caso de las papas fritas, “el contenido en sal, algo más que desconocemos o simplemente la mezcla de varios ingredientes puede ser el origen de ese efecto placentero que impide dejar de comer patata o cualquier otro tipo de piscolabis, como los nachos, los fritos y los dulces como el chocolate”, sostiene.
Fuente: El Mundo