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El puro y el vino

Una oda a la amistad

Ver amigos de antaño puede ser un regalo.  El cotidiano nos hace olvidar cosas, ideas, sueños que en otros momentos pueden  habernos salvado del tedio.

B. es un hombre delicioso, y no me refiero a las delicias sexuales… curiosamente nunca nos disfrutamos así. El deseo se traducía en la conversación, en  las coincidencia.

B. me contó de sus días y me siguió  en todas mis  locuras… y el estaba igual de loco, a pesar de los años y la vida.

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Cuando estamos cansadas, recordar y ver y sentir y amar sin el amor de caricaturas es un analgésico para los días.

Los amigos y las amigas nos hacen bien. Quererse, amar a otros y otras es, quizás, una de las pocas formas de sobre/vivir sin miedo, porque así sabemos que no estamos solos y solas.

B. me regaló un vino y un puro. Ahora estoy con ellos y con él, y con todos los amigos y amigas de antaño.

Cuanto nos hace falta  intensidad, ¡viva la nostalgia!

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