En absolutamente todas las ciudades que he conocido hay palomas. Suelen concentrarse en las plazas centrales de las urbes y forman parte casi natural de los paisajes citadinos, aunque muchos las consideran animales sucios y las comparan con ratones, pero con alas. En la ciudad española de Sevilla hubo tantos reclamos en la municipalidad por estas aves que el ayuntamiento decidió comenzar un plan para erradicar a las aves de la ciudad.
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La ordenanza incluye multas para las personas que alimenten a las palomas en las calles, que van de los 75 hasta los 500 euros. Se informó, además, que esta normativa está pensada para convertís a Sevilla en una “ciudad progresista”, que cuida a los animales, y que no prohíbe alimentarlos, sino que se trabaja en contra de los “alimentadores sueltos” que pueden provocar problemas de salubridad en la población.
Para las autoridades, una sobrepoblación de palomas puede acarrear problemas sanitarios, por lo que dentro del plan de control poblacional está la tarea de capturar palomas con unas máquinas especiales que lanzan redes. Una vez capturadas, las aves son entregadas instituciones que estén interesadas en su cría, o, si están enfermas o infectadas con algún parásito, se sacrifican.