Armar monumentales espejos en órbita para rechazar la radiación solar, derramar hierro en el océano para impulsar el crecimiento del plancton que absorbe el anhídrido carbónico de la atmósfera o usar grandes cañones para lanzar partículas de sulfato en las capas inferiores de la estratosfera para reflejar la luz del Sol, son ideas que para muchos podrían ser consideradas como descabelladas, pero que hoy en día comienzan a sonar cada vez más fuerte como opciones viable en la lucha contra el cambio climático.
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Hace unos pocos años, la geoingeniería era considerada una opción surrealista, producto de la ficción científica de ingenieros con mucha imaginación, sin embargo, hoy en día ya no lo es y una serie de nuevas investigaciones se están iniciando en Estados Unidos y otros países.
Así los especialistas consideran las propuestas de sulfato estratosférico como las más factibles, por lo que el Centro Nacional de Investigación Atmosférica ha preparado modelos computarizados para evaluar su efecto sobre la capa de ozono.
Mi pregunta es: ¿Será necesario tener que llegar a esto?
