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¿Qué es eso de los menús para niños?

Don Tinto pregunta: ¿No pueden comer los niños lo mismo que los adultos?

Mañana a muchos les toca celebrar esa tontera mercachifle del Día del Niño. Y parece que a varios giles se les ha ocurrido que la mejor manera de agasajar a los más chicos de la casa es llevándolos a comer a algún restaurante de esos que sirven los mal llamados “menús para niños”, que no son otra cosa que porciones mínimas de comida chatarra, medio enchuladas con alguna salsita, con harta papa frita y con nombres en inglés. O sea, lo que en realidad los padres andan buscando es una sandía calada, algo que saben los cabros chicos se zampan sin reclamar y que –más encima- les cuesta tres chauchas.

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¿No pueden comer los niños lo mismo que los adultos? Al parecer no, porque la gallada hace rato que viene llenando a los niños de salchichas y papas fritas con kétchup. Y no solo en restaurantes, también en las casa. Porque no son pocas las parejas que por las noches, a la hora de la teleserie, le preparan cualquier basura a sus hijos y luego los mandan a acostarse. Así, tipito diez, se arman una cenita romántica –hasta con guarisnaque- sin que nadie los moleste. Y qué decir de los asados, cuando esos papás del año llegan con el tonto pedazo de lomo para tirar a la parrilla, pero también con unas hamburguesas pa’ que coman sus hijos. “Es que a mis niños no les gusta la carne”, dicen los muy patudos. ¿Cómo les va a gustar si no la conocen?

Al final, todo esto es un círculo vicioso. Los padres no hacen ningún esfuerzo por educar el paladar de sus hijos. Se van por el lado fácil y los llenan de esos clásicos mejunjes que los niños nunca rechazan. Así los cabros comen rápido y sin reclamar. Y cuando salen a comer por ahí, terminan pidiendo las mismas mugres. Porque claro, es lo que conocen y prefieren irse a la segura. Mal que mal son niños, pero no giles.

Bueno sería que los padres se sacaran las manos de los bolsillos por un momento y comenzaran a ponerle más talento a la hora de comer con sus hijos. Que aprendan a comer todo tipo de carnes, pescados y mariscos. Que disfruten las legumbres, las verduras y hasta el picante. Y que no teman a probar algo nuevo. Pero claro, eso requiere de paciencia, porque muchas veces los niños no apreciarán a la primera los nuevos sabores y habrá que improvisar. Pero bueno, nadie dijo que esto de la crianza sería algo fácil.

Ahora bien, cuando ande por ahí y vea a un cabro chico mañoso, no se enoje con él. Recuerde que siempre, pero siempre, detrás de un niño regodeón para comer hay unos padres flojos a la hora de las labores culinarias.

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