Nada que decir. Esta receta acaba de entrar al olimpo. Fácil de preparar, rica, muy aromática y aprobada por la audiencia (adulta claro, porque lo agridulce no va mucho con los niños).
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Si cocinar con una mano y 1/4 de otra es difícil, ni les cuento escribir. Bien cortadas las rodajas -que no fue mi caso- la presentación habría cambiado.
La cosa parte así, se ponen 250 gramos de ciruelas secas a cocinar con una taza de vino blanco por media hora o hasta que las ciruelas ablanden. Aparte se toma el lomo de cerdo (1 kilo aprox) salpimentado y cubierto de harina y se pone a dorar con dos cucharadas de mantequilla. La idea es que quede bien sellado y tostado.
Lamentablemente yo compré un lomo de esos que vienen amarrados. Gran error porque todo lo rico se va después al quitar esta red. En el Jumbo los venden sin estas ataduras.
Lista esta etapa, se lleva el lomo al horno por media hora en la misma fuente con las ciruelas pero sin el jugo de ellas. Mi maestra recomienda ir cuidando el lomo para que no se cocine en exceso ya que la idea es que quede jugoso y rosado. Para asegurarme le lancé un chorro de vino extra (que no viene sugerido) y quedó muy jugoso.
Aquí hay que separar el lomo y las ciruelas y tomar la fuente en que se cocinó para llevarla a una ornalla y agregarle el jugo que quedó de la cocción de las ciruelas, 3/4 tazas de crema, raspando muy bien todo lo que quedó pegado en ella mientras estaba en el horno ¿Me explico? Hasta aquí todo iba bien, pero encontré que la crema se robaba mucho los sabores, hasta que vino el último toque: una cucharadita de jalea de frutilla.
Sí, raro, a mi también me pareció. Pero ni les cuento el cambio en el sabor de la salsa, definitivamente otro.
Entonces, se corta el lomo, se rodea con las ciruelas y se baña con la salsa. No hay palabras que expliquen los olores que invaden todos los rincones.