Estaba en sábado en el Mercado, cuando veo que mi amiga Angélica Valdés -ya les hablaré más de ella, pues cría de manera orgánica pollos, patos, pavos y gansos y será la encargada de proveerme de estos animales a partir de la próxima semana- tiene en su puesto limones sutiles.
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Los limones sutiles son el ingrediente principal, de cáscara delgada y llenos de aroma, vale la pena hacer una limonada con ellos. $1.500 el kilo en Mercado Orgánico.
No sé si han tenido la oportunidad de probar esta variedad. Son increíbles. De cáscara verdosa y muy delgada, pequeños, pero no tanto como el de pica, y llenos de jugo y, lo más importante, aroma. Qué aroma. Cuando los vi, rápidamente me acordé que algo había leído en mi nuevo libro de cabecera que los incluía.
Después de una ardua búsqueda, ya que esta es una de las 90 recetas que yo llamo “escondidas” pues aparecen en medio de las reflexiones e historias que cuenta mi maestra, aparece la limonada: “privilegio de enfermos”. Y cómo no. Llegó como anillo al dedo pues tengo a mi Jose muy agripado.
Se toman cuatro de estos limones bien lavados y se cortan en cuatro sin la parte de la cabeza y el potito, se ponen seis cucharadas de azúcar, un litro de agua y minipimer. Así, con cáscara y todo. Luego hielo y a enfriar un poco. Mi maestra sugiere colarlo, pero a mí me encanta con los trocitos de cáscara. Ahí depende de los gustos personales. Ahora, ella tampoco lo dice, pero a mí me encanta hacerlo, y es ponerle a la limonada hojas de menta en la preparación antes del batido. Mezclada con el limón queda aún mejor. Pero eso ya es cosecha mía.
A buscar limones sutiles, que la temporada es corta. Ni les cuento cómo queda el pisco sour con ellos.