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Tarta de espinaca y queso

Hay que aprender a darle valor al toque final. En este caso, rodajas de tomate para decorar antes de llevar al horno: su sabor termió siendo todo un plus.

Pese a que cumplí con mi meta diaria, se me hizo el día bien intenso. A las nueve de la mañana ya tenía los niños despachados en el colegio, la casa ordenada y el delantal puesto para hacer pan. La receta de pan de molde fácil se ha transformado en un comodín perfecto: siempre queda bien, le he ido agregando granos, no se pone duro con el paso de los días y, tal como dice su nombre, es FACIL.

Terminada la faena, me concentré en el almuerzo, la Tarta de Espinacas. Hice la masa siguiendo las indicaciones habituales pero me asaltó una duda cuya respuesta estoy segura encontraré pronto en algún rincón del libro: dejar reposar la masa una hora en el refrigerador!

No tengo problemas en hacerlo, ya estoy aprendiendo que las cosas no son tan rápido como uno quisiera. Lo que no noto, es en qué difiere de una masa no refrigerada. Y, lo otro, está tan dura al sacarla que volver a darle calor y moldeabilidad (no se si existe la palabra) toma un buen rato. Pero bueno, hecha la masa, al relleno. Por una vía, cebolla cocinada en mantequilla más la espinaca previamente cortada y cocida, leche, sal, pimienta y nuez moscada. Por otro lado, huevos (sólo hoy, en todo lo que hice, gasté dos docenas) queso cotagge y queso parmesano. Juntar todo y adentro. Para decorar, trozos de tomate.

Estoy aprendiendo bastante de ese toque final de los distintos platos. Generalmente un toque del que se puede prescindir fácilmente. Sin embargo, ya me ido dando cuenta que ese copito de crema, ese chorro de jugo de limón o esas almendras espolvoreadas encima terminan siendo vitales en el resultado final. En este caso, no olvidar el tomate, ya que definitivamente es un aporte en sabor y aroma.

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