El mundo del espectáculo se paraliza al enterarse de la decisión más fuerte que ha tomado Horacio Beamonte en su batalla contra la leucemia: dejar por completo los tratamientos médicos. El histrión, que ha protagonizado telenovelas como Imperio de mentiras y ha aparecido en La Rosa de Guadalupe y Como dice el dicho, ha declarado que opta por un camino distinto.
Según sus declaraciones, Beamonte llegó a someterse a una sesión de quimioterapia, pero los efectos fueron tan intensos que decidió renunciar: “Tomé una sola … llegué a vomitar, horrible, horrible. Entonces decidí que no, así me siento perfecto.”
Horacio Beamonte, actor de ‘La Rosa de Guadalupe’ renuncia a quimioterapias
Más allá del dolor físico, su renuncia al tratamiento tiene un fundamento espiritual profundo. En sus palabras: “No, rechacé las quimioterapias, rechacé todo tipo de medicamentos. Solamente estoy con mi fe y mi esperanza.” Asimismo, añadió: “Si el señor así lo desea me va a mantener vivo y si así lo desea me va a llevar con él. Nada (de tratamiento), decidí que no, no me iba a esclavizar a nada.”
Beamonte no solo se aleja de los fármacos: apuesta por un estilo de vida sano, alimentación equilibrada y espiritualidad. Aunque reconoce el riesgo que conlleva abandonar los tratamientos convencionales, confía en su relación con Dios para guiar su destino.
Su declaración ha generado conmoción entre sus colegas y seguidores. Algunos aplauden su valentía y convicción, otros muestran preocupación: ¿es su fe suficiente frente a una enfermedad tan agresiva?
No es la primera vez que su salud da de qué hablar. En meses anteriores estuvo hospitalizado por urgencias, debido a complicaciones asociadas con una mutación conocida como cromosoma Filadelfia, la cual empeora el pronóstico. Además, su madre, la actriz Lucero Campos, había pedido ayuda con los gastos médicos.
Este anuncio, tan personal como controversial, pone de manifiesto una lucha íntima: para Beamonte, la medicina tradicional perdió sentido frente a su convicción espiritual. Su testimonio abre una conversación incómoda, pero poderosa: ¿puede la fe ser el tratamiento definitivo cuando se trata de la vida?