A lo largo de los años, el cine nos ha llevado a mares infestados de criaturas aterradoras, en especial tiburones que, con sus mandíbulas y mirada fría, han protagonizado pesadillas cinematográficas desde Jaws. Pero el director australiano Sean Byrne decide sumergirse en aguas conocidas para darnos una mordida diferente: Animales Peligrosos (Dangerous Animals). Desde el título y el póster promocional parece otra cinta de tiburones hambrientos de turistas, pero basta adentrarse en la trama para descubrir que el depredador más peligroso no nada bajo el agua… sino que camina sobre dos piernas.
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Con guión de Nick Lepard, esta historia lleva el cliché del “psicópata acecha a sus víctimas” a un escenario irónicamente inesperado: un barco de excursiones de buceo con tiburones que se convierte en una prisión flotante y claustrofóbica. El resultado: una mezcla salvaje de Jaws y Saw que convierte al mar en una jaula donde el verdadero monstruo es humano.
Un psicópata con una retorcida obsesión
Aquí no hay misterio sobre quién es el villano ya que desde el primer momento nos presentan a Bruce Tucker, un extraño capitán apasionado por su trabajo que organiza paseos turísticos para ver tiburones...a los que termina alimentando con sus clientes.
Pero lo más perturbador no es solo su modus operandi, sino la frialdad con la que registra cada asesinato en VHS, como si fueran trofeos de pesca. Jal Courtney brilla en uno de los papeles más intensos de su carrera: su villano es encantador en superficie y aterrador en profundidad, con una mirada tan filosa que paraliza.
En el otro extremo está Zephyr (Hassie Harrison), una surfista solitaria marcada por un pasado difícil, que viaja por el mundo buscando olas y evitando lazos emocionales, hasta que cruza caminos con Tucker.
Harrison encarna a una protagonista de atípica para el género. Ella es una mujer fuerte, ingeniosa y mordaz, que se niega a ser solo la “presa” en este sádico juego. Su química con Josh Heuston (Moses), quien se convierte en su inesperado interés romántico aporta momentos de respiro antes de que la violencia se desate.
El verdadero terror se vive en la superficie
Una de las claves para mantener al publico inquieto y sin respirar es la dirección de Sean Byrne, quien maneja la tensión de forma intensa, usando un barco completamente sellado y la cercanía de tiburones reales —captados por la excelente cámara de Shelley Farthing-Dawe— para crear un ambiente asfixiante.
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Las escenas bajo el agua combinan imágenes reales y efectos visuales precisos, haciendo sentir al espectador tanto la belleza como el peligro de estos animales. Irónicamente, los tiburones nunca asustan tanto como el hombre que los usa como armas.
Por otro lado, la dirección de arte de Pete Baxter convierte el barco en un matadero flotante con paredes llenas de nombres de víctimas y un gabinete macabro con cintas y mechones de cabello. Un recordatorio constante de que el verdadero horror no está bajo el agua, sino en la superficie.
Animales Peligrosos es brutal y sorprendentemente entretenida. No pretende reinventar el género, pero sí darle un giro distinto, donde el mar, los tiburones y el encierro son solo catalizadores para explorar el terror más puro: el que un ser humano puede infligir a otro.