Antes de casarse con el príncipe Carlos y pertenecer a la realeza, Diana Spencer solo era una joven dulce y hermosa que no se imaginaba que la vida le cambiaría por completo.
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En 1980 la recordada ‘princesa del pueblo’ era una nueva profesora de jardín de infancia que trabajaba en Pimlico.
Pero, conoció al príncipe Carlos y se enamoró. Apenas comenzó a salir con él su nombre y sus fotos estaban por diversos periódicos británicos.
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Diana posó para el Sunday Mirror y habló sobre cómo se estaba manejando con su nueva vida. «Estoy aprendiendo rápido. No sabía qué era lo que pasaba cuando todos vinieron a fotografiarme», dijo.
El torbellino mediático que rodeó a la nueva novia del príncipe Carlos fue intenso desde el principio, con Diana siendo frecuentemente cazada al salir de su apartamento de Chelsea. Carlos tenía 32 años por entonces, y era el soltero más deseado de Gran Bretaña.
En mayo de 1981, la princesa Diana asistió a su primer compromiso público, y se unió al príncipe Carlos en un baile benéfico en el Goldsmith’s Hall, en apoyo a la Royal Opera House.
En junio de ese mismo año disfrutó de su primera visita oficial a las carreras de Ascot, como futuro miembro de la familia real. A estas alturas ya había desarrollado un gran sentido del estilo.
Con maquillaje profesional, Diana ya era todo un icono de estilo sentada en el palco real de Wimbledon en julio de 1981. Estaba viendo a Chris Evert Lloyd derrotar a Hana Mandikova.
En su mano izquierda, mostraba orgullosa su anillo de compromiso con zafiros y diamantes en oro blanco de 18 quilates. El mismo anillo con el que el príncipe Guillermo le propondría matrimonio más tarde a Kate Middleton.