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Alejandra Araya, la villana revelación de Perdona Nuestros Pecados: “Soy obsesiva con mi trabajo”

Reconocida como Isabel Quiroga en Perdona Nuestros Pecados, la teleserie chilena más vista del último tiempo, la talentosa actriz revela cómo se preparó para interpretar a este perturbado personaje y su relación con el éxito. Además, se convirtió en protagonista de nuestro adelanto de Moda Primavera.

Apuñaló a su ex esposo, disparó a su propia madre, inició un incendio en la iglesia del pueblo, intentó escapar, pero una bala la alcanzó antes a ella y decretó el fin del complejo personaje interpretado por Alejandra Araya (28), en la teleserie que terminó hace una semana con una audiencia histórica de 40 puntos de rating.

Ese día las redes sociales elogiaron su actuación, pues para algunos es la mejor villana de la televisión, mientras otros la destacan como la revelación del año. Dispuesta a pasarlo bien, la actriz llega a esta entrevista con un look jovial y sencillo. Sin exagerar, sus chispeantes ojos celestes, junto a un espíritu cándido, encantan a todos a su paso.

A simple vista, Alejandra es todo lo opuesto al personaje que interpretó en Perdona Nuestros Pecados, de Mega, pero reconoce que también debió sumar un par de vivencias personales para lograr verosimilitud en la historia de una mujer que al principio parecía detestable, pero que después logró la empatía del público.

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Desde muy pequeña se vinculó de cerca con los escenarios. Su mamá, amante del teatro, solía llevarla junto a su hermano a ver obras infantiles, panoramas que la acercaron a esta disciplina. Luego, por alrededor de siete años, integró el Ballet Folclórico de Chile (Bafochi), hasta que descubrió que amaba la actuación y cambió su futuro como bailarina por el de actriz y productora.

A los once años tomó el taller de drama en el colegio, más tarde hizo un preuniversitario de teatro y optó por la carrera. Tras un par de apariciones en teleseries como La chúcara y Señores papis, su talento quedó al descubierto capítulo a capítulo en Perdona Nuestros Pecados, por su interpretación de María Isabel Quiroga, la hija mayor del clan más poderoso de Villa Ruiseñor, quien sufre de delirios, idealiza a su padre de forma enfermiza y además es víctima de abusos y violencia.

Tal fue la repercusión de su papel, que estuvo nominada a los Premios Caleuche 2018 como Mejor Actriz de Soporte.

“Me siento bendecida por el apoyo de la gente y la valoración de mi trabajo, lo amo profundamente. No podría hacer otra cosa”, afirma.

¿Cómo te preparaste para dar vida a Isabel?

Investigué a través de los siquiatras María Javiera Domasos y León Cohen, porque quería entender la complejidad y enfermedad de este personaje. Fue interesante interpretar a esta niña que se transforma en mujer, que es sola, que no tiene habilidades afectivas, no sabe cómo relacionarse con la gente, que idolatra a su papá y todo se centra en él.

¿En qué aportó el trabajo con estos profesionales?

Ellos me ayudaron a entender la cabeza compleja de Isabel. Con León hicimos todo un análisis de la vida de Isabel en la teleserie y, con Javiera, abordamos el proceso de cuando estuvo internada en el siquiátrico y ella me permitió vivenciar lo que significa estar en una institución en la que se trabaja con este tipo de enfermedades. Visité un hospital siquiátrico y fue una experiencia sensible y fuerte. Es una realidad que está ahí a diario y que pocos conocen.

¿Qué tan profundo tuviste que escarbar en ti misma para representar a ese personaje?

Eso lo trabajé con León. Las sesiones que teníamos eran valiosas porque él relacionaba hitos del personaje con hitos de mi vida, entonces buscaba que no sólo entendiera en el plano de lo intelectual a mi personaje, sino que también de manera vivencial.

¿Hubo algún momento clave que recuerdes?

En una oportunidad hablamos del complejo de Electra de Isabel, el que se presenta de manera normal en la infancia, pero que en ella se exacerba. Me preguntó: “¿Crees que alguna vez tuviste este complejo?”, y yo le dije que no, que era imposible. De a poco me acordé que cuando tenía unos ocho años, me encerré en el auto en pleno verano a llorar porque mi papá estaba trabajando, sentía que no me quería; yo quería jugar y estar con él. En ese momento, el siquiatra me dijo: “¡Eso es!”. Fue clave, me permitió comprender desde mi lugar y mis vivencias a Isabel.

¿Cómo lidiaste con los temas más densos como la violencia, el abuso y el incesto?

El equipo en general era súper mateo, entonces en las escenas fuertes, como por ejemplo aquella en que la viola su doctor, estaba la confianza para poder trabajar y yo sabía a lo que me enfrentaba. Más que la crudeza de este tipo de situaciones, queríamos comunicar lo difícil que es para una mujer vivir algo así y por eso quisimos darle humanidad a algo que es triste, pero que pasa todos los días. La teleserie, pese a que se ambienta en los años 50 y 60, muestra temáticas vigentes. Es indudable que la mujer está cada vez más empoderada y se está gestando todo un proceso, pero seguimos en la misma sociedad machista encarnada en la figura de Armando Quiroga.

¿Fue difícil trabajar con asuntos tan intensos?

Sí, de todas maneras. Me pasé seis meses peleando todos los días como Isabel y en un momento fue crítico. Ella es un personaje intenso y, cuando me tocaban escenas en que tenía alguna rivalidad, llegaba a mi casa y seguía peleando, me iba cargada. Mis papás me decían: “Estás peor que la Isabel. ¡Insoportable!”. Después vino el proceso en que ella empezó a contar que la habían violado y lloraba mucho. Andaba muy sensible, entonces me metí a clases de baile de estilos urbanos y logré desconectarme de la cabeza. También practico Kalaripayatu, un arte marcial de la India, pero lo tengo más dejado de lado. Ahora el baile es mi espacio de fuga.

Además de su incursión en el mundo audiovisual, Alejandra también se dedica al teatro para niños y en la actualidad, trabaja en dos obras, ambas con funciones regulares. Hablamos de Nüpaaka: un viaje a nuestros ancestros, la que desarrolló a través de Teatro Origen –su propia compañía– y El secuestro de la bibliotecaria, un montaje inspirado en un libro infantil.

Por ahora, asegura que se encuentra en conversaciones para sus próximos proyectos. No deja por nada del mundo las tablas, pero tampoco se cierra a opciones audiovisuales.

“Me gustaría hacer series o cine, pero no es excluyente del teatro, de hecho, son un complemento. No dejaría un lenguaje por otro”, comenta.

Perdona Nuestros Pecados es una de las teleseries más largas de la historia, se exhibió durante un año y cinco meses. ¿Se sintió agobiante el proceso?

Para nada, gocé todo el proceso y me gusta resumirlo en dos palabras: aprendizaje y disfrute. Pese a su intensidad y locura, amo a Isabel Quiroga, y, si alargaban más la teleserie, para mí era mejor. Cuando terminé de grabar mi última escena, no podía parar de llorar…, me gustaba ir profundizando en ella. El equipo en general fue maravilloso, me ayudaron desde el primer momento. Cuando entré, me costaba leer los libretos, estaba nerviosa porque tenía que actuar con Álvaro Rudolphy y Patricia Rivadeneira, pero me ayudaron a sumarme rápido. Fue excelente.

A pesar de que tu personaje era secundario, su historia cobró cierto protagonismo. ¿Cómo reaccionó el público?

Al principio me escribían cosas horribles en redes sociales: desde desearme la muerte hasta que ojalá nunca más trabajara en teleseries, porque era detestable. Todo eso acompañado de garabatos. Ahora, con el paso del tiempo, me ha llegado mucho apoyo y siento que existe un agradecimiento al trabajo que hay detrás de Isabel y eso me encanta.

Incluso, estuviste nominada a los premios Caleuche 2018. ¿Qué significó para ti?

¡Fue un honor! Aunque no me lo gané, estuve nominada junto a colegas que llevan 10, 15 o 20 años de carrera. Doy gracias a la vida, estoy muy feliz y me siento bendecida por el apoyo y la valoración de mi trabajo. Soy disciplinada y obsesiva con mi trabajo, lo amo profundamente. No podría hacer otra cosa.

Además de la actuación, también te desempeñas como productora de teatro. ¿Cómo complementas ambos roles?

En un país donde el arte es difícil, si acotas tu campo de acción, es como boicotearse. Uno tiene que saber hacer de todo, porque para sacar adelante un montaje, se necesita gestión, financiamiento, postular a fondos. Lo que más me gusta, es actuar, pero también el área de la organización y los números.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Me gustaría seguir creciendo, estar en otro tipo de proyectos. Quizás hacer series o cine, pero no es excluyente del teatro, de hecho, son un complemento. No dejaría un lenguaje por otro. Por ahora no tengo nada tan concreto, pero me encantaría hacer un personaje muy distinto al de Isabel para poder profundizar en otras áreas. Si me toca hacer el papel del árbol número cien o el protagónico, lo voy a disfrutar de igual manera. Internacionalizar la carrera es un sueño para cualquiera, sobre todo ahora que tenemos plataformas como Netflix, que abren ventanas mundiales.

 

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