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Despierten: Hugh Hefner jamás liberó a las mujeres

Si creen que Hugh Hefner fue el símbolo de la libertad sexual de las mujeres, se equivocan: fue uno de sus grandes opresores.

No, nadie las obligó: Nadie obligó a Kendra, a Holly, a Crystal ni a Bridget, ni siquiera a Marilyn, a posar desnudas. A mostrar su belleza y sexualidad. Pero de ahí a que este sea un recurso que haya ayudado a quienes no podían hacerlo desde hace mucho tiempo, dudoso. De hecho, quienes defienden el argumento de que Hugh Hefner ayudó a que las mujeres pudieran liberarse y expresar su sexualidad, no pueden ser más obvios en su ingenuidad: si bien él nunca les «puso una pistola en la cabeza», como leí por ahí, el hecho de mostrarlas como las mostró desde los años 50 jamás contribuyó a que la imagen de una mujer sexy pudiera compaginar con la de una mujer «seria».  Menos en una cultura machista donde las dos cosas no van juntas jamás. Y, según las memorias de Holly Madison y Kendra Wilkinson, él era el primero en oponerse a que una mujer opinara de política, porque las consideraba demasiado tontas para ello.

Por otro lado, yo no veo a Holly y a Kendra como víctimas. Solo las veo haciendo el trueque más viejo del mundo, ese en el que no se ve liberación por ningún lado a pesar de que se haya tratado de compaginar la sexualidad (objetificada y señalada a la vez) con el mundo en el que el hombre siempre ha tenido el poder. El trueque de cambiar tu cuerpo por poder y estatus.

Algo que se ha hecho desde siempre, pero que no es nada innovador en un siglo en el que las mujeres, aparte de mostrar que son sexys, también tienen que defenderse en muchos campos de su vida. Sobre todo en el de la oficina, para que se las tome en serio, para que no sean solo una falda, una pierna, una pechuga, para que no las acosen y las valoren más bien por sus capacidades. Y en ese trueque, Hefner no ayudó nada a las mujeres que también querían ascender en sus carreras. No si no correspondían al ideal que él creó.

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Hefner no hizo nada por la chica trabajadora

Hugh Hefner tuvo su época dorada en la era de «Mad Men» (2007, AMC), la época donde los hombres mandaban en las oficinas aún y en todos los aspectos de la sociedad y trataban a las mujeres de «chicas». Las chicas para complacer, las que tenían que ser bellas y perfectas. Y una mujer puede serlo, pero también puede aspirar a tener los mismos cargos que los hombres. Y en la época del florecimiento de Hefner, muchas mujeres como Peggy Olson (interpretada por Elizabeth Moss), querían aspirar a más y que no solo se les valorara por lo que tenían – o no- puesto, sino por la forma de sus cuerpos.

El hecho de que Hefner hubiese mostrado ideales de belleza lejanos a ella y que las viera de una manera «sexy» riñó con todo eso. Hefner controlaba su apariencia y también su sexualidad. Les prohibía relacionarse con los sirvientes y ellas accedían a cambio de una portada, dinero y seguridad.

¿Hizo algo eso por las mujeres como Peggy? ¿Hizo algo eso por las mujeres que querían algo más que el viejo trueque social que siempre ha situado a algunas mujeres en la cima del poder? No. ¿Hizo algo Playboy por mostrar que otras mujeres podían ser sexuales aparte de las rubias esbeltas? No: solo hasta que comenzó a verse en problemas y trató de ser «millennial».

Yo veo más liberadora a alguien como Helen Gurley Brown (fundadora de Cosmopolitan y escritora de «El Sexo y la chica soltera»), contemporánea de Hefner. Ella sí que les mostró a las mujeres cómo tenerlo todo: una carrera, poder tener sexo con quien quisieran y no sentirse culpables por ello. Ni mucho menos por no casarse. Eso, a pesar de que la revista que creó durante años también promulgó estos ideales, pero que en los últimos tiempos parece haber vuelto a sus raíces y ve más allá del «tienes que ser rica, blanca y delgada para poder triunfar y tener sexo». Algo que vendió Hefner a todo dar.

Por esta razón, él  hizo nada por alguien como usted o por alguien como yo. Hugh vendió un estilo de vida que funcionó muy bien para su época, pero que en los últimos años flaqueaba. Larry Flint era más osado en sus propuestas de sexo y política y el porno en Internet (y otras formas de verlo luego) reemplazaron la demanda de «mujeres ideales» en papel cuché al estilo que él creó. Él creó una fantasía para un hombre casado y agobiado (como él). Una fantasía masculina, hecha por y para hombres. Y no, en estos tiempos nadie obliga a nadie a posar desnudo y a mostrarse como tal. No veo nada de malo en ser sexy. Pero tampoco veo útil o relevante en serlo como nos lo vendió él y nos lo han vendido siempre y que a tantas ha jodido por años, sobre todo a la hora de tener sexo, o de ascender en la oficina por ser más que una cara bonita.

 

PDTA: Lean «Chicas Cerdas Machistas». Sherry Argov explica muy bien todo el auge de la cultura procaz de Playboy en el 2000 y cómo la única imagen de lo «sexy» se confundió con liberación femenina. 

 

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