Espectáculos

Papás e hijos famosos: Unidos por la misma pasión

%%fotocuerpo1%% Comparten intereses comunes, hobbies o profesión, y no transan esos momentos juntos en que se conectan totalmente.
Por Alexandra Gallegos e Isabel Pinto. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

PUBLICIDAD

Ignacio y Patricio Achurra

Pasión por ACTUAR
Ambos estudiaron teatro en la Universidad de Chile, les gusta la naturaleza, el deporte, viajar; son hinchas de la U, se reúnen a ver los partidos, a almorzar, tomar cerveza y hasta comparten «carretes». Es una relación de respeto y admiración padre-hijo, pero también son muy amigos.
Ignacio Achurra es «Matías Quiroz» en «Papá a la Deriva» (Mega), y creció viendo a su papá en el mundo del teatro y la televisión; lo acompañaba a las grabaciones desde pequeño, pero además proviene de una familia de artistas, por lo que en su entorno no existe un prejuicio en dedicarse esta actividad profesionalmente. «Las maquilladoras y peinadoras, que llevan muchos años en los canales, me recuerdan de niño, cuando andaba en los camarines y en los estudios». Nunca le contó a su papá que participaba en los talleres de teatro del colegio y actuaba. Patricio Achurra recuerda que «cuando tenía 12 años me dijo que le gustaban mucho los animales y que quería ser veterinario; me quedé con esa idea, y un día que lo fui a buscar al colegio, le pregunté a unos compañeros por Ignacio y lo llamaron ‘¡eh, actor, te busca tu viejo!’. Les pregunté que por qué le decían así, y me dijeron que se la llevaba actuando en todas las cosas del colegio».
Para Ignacio estudiar teatro siempre fue su opción, y tomó talleres en la Escuela de Teatro de su padre con el fin de prepararse para los exámenes de selección que hace la Universidad de Chile. El caso de Patricio es distinto. Cuando estaba en el Liceo Lastarria, un profesor de Artes Manuales al que le gustaba el teatro les propuso hacer una obra. «Esa fue mi primera presentación, pero a esa altura de mi vida no tenía la menor idea de que tenía una opción de dedicarme al teatro. Un día en una fiesta familiar inventé un show tipo Chaplin, me produjo una satisfacción salvaje, ya que me aplaudieron y todos lo encontraron maravilloso». Pero entró a estudiar Derecho en la Universidad de Chile. «Un día dije ‘¡qué cresta estoy haciendo aquí, si esto no me gusta, no me interesa!’, me retiré y descubrí que había una Escuela de Teatro en la Chile. Nunca asocié la posibilidad de que eso pudiera ser una profesión, hablé con mi familia, ellos fueron muy comprensivos, di el examen, quedé y estudié esa carrera».
Ignacio: Hemos trabajado juntos en muchos contextos, teatro, en dos teleseries… Durante mucho tiempo dimos clases, tenemos una consultora de capacitación y dábamos talleres de comunicación no verbal.
Patricio: Tenemos una capacidad genética para sincronizarnos, dialogamos bien.
¿Qué te ha parecido ver a Ignacio actuar?
Ignacio: Me encuentra pésimo (ríe).
Patricio: El trabajo de Ignacio me gusta, pero puede mejorar (ríe); es que tenemos una relación muy respetuosa, fue siempre así y se sigue manteniendo. Lo que hacemos es pedirle consejo al otro, más que decir ‘guíame, dirígeme’. Es un intercambio donde los dos ganamos, porque él está al día en las cosas del mundo actual, es más inteligente que yo, tiene una capacidad de análisis fantástica, pero yo tengo experiencia, y esa suma nos favorece a ambos.
¿Le pides consejos a tu papá?
Es un guía muy importante, además que yo respeto y admiro mucho el trabajo de mi viejo, es un tremendo actor, es considerado un maestro en el mundo de la televisión, un caballero de quien hay mucho que aprender. Me ha tocado trabajar con él y ver cómo mis colegas lo valoran y respetan. Ha sido bonito, siempre le mandan saludos, además que muchos de mis compañeros y compañeras han hecho de hijos de él (ríe).
¿Qué otras cosas comparten?
Patricio: Tenemos una polola en común, de edad promedio, que nos sirve a los dos (ríe) y jugamos tenis; yo le ganaba antes, ahora me gana él.
Ignacio: Jugamos tenis, compartimos muchas pasiones, hemos viajado juntos, mochileado. Mi viejo siempre fue explorador, de niño nos íbamos a acampar y le gusta conectarse con la naturaleza, y es un interés que compartimos hasta hoy. Tiene una parcela en Paine y todo el proceso de construcción de ese lugar, desde plantar los árboles, lo vivimos muy cerca. Compartimos el interés por la naturaleza y por el deporte, de niño mi viejo era saltador de garrocha.
Patricio: Fui seleccionado chileno juvenil.
Ignacio: Y me enseñó a saltar y lo hacíamos juntos.
Patricio: Hasta que me ganó.
Ignacio: Lo superé.
Patricio: Me ha ido ganando en todo.
Se dan el tiempo para estar juntos, entonces…
Patricio: Nos vemos harto, nos juntamos a jugar tenis, fin de semana por medio almorzamos juntos, generalmente en la casa de una de mis hijas o de la mamá de Ignacio. Somos los dos de la «U», vamos al estadio juntos.
Ignacio: Es raro que no nos veamos en una semana, nos encanta ver fútbol juntos, tomar cerveza, vino; nos gusta el carrete, los asados, el sushi, es un buen compañero, y además por la televisión tenemos amigos en común y nos ha pasado que estamos invitados a un carrete sin saber que va el otro; llegamos, nos encontramos y es como ‘buena, ¿cómo estás?’. Tenemos esa afinidad que no siempre se da, tú puedes adorar a tu viejo, amarlo, encontrarlo bacán, pero no tener nada que conversar con él…
Patricio: Yo creo que nuestra relación es más de amigos que de padre-hijo.
Ignacio: Sí, somos muy amigos; he sido bien parado en la hilacha en mi vida, me fui muy joven de mi casa, sin tener ningún conflicto, y él me ha apoyado.
Patricio: A los 18 años se fue a vivir a una ‘casa Okupa’…
Ignacio: Era una casa abandonada.
Patricio: Era Okupa, estaba en un barrio bueno, en la calle Lyon a dos cuadras de Bilbao, pero era una casa abandonada, peligrosa, estaba abierta. Éste vivía ahí con otros dos amigos y había que llevarle víveres.
Ignacio: Eso hizo que con mi viejo estableciéramos un vínculo, un código de amigos, muy de pares, obviamente con la conciencia de que es mi viejo y que hay una relación de respeto y de valoración de su experiencia, pero siempre tuvimos una relación muy horizontal. La decisión de ir a vivir a una casa abandonada me la respetó porque no le quedaba otra, tendría que haberme agarrado de un ala y haberme llevado a la casa. Creo que es de las pocas cosas que no le gustaba, y los siete meses que viví ahí estuvo haciendo lobby para que me fuera, y lo hice porque un día nos entraron a robar. Era un lugar abierto, abajo llegaban a dormir indigentes, estacionaban sus carretones y cuando nos robaron todo y decidimos irnos, mi viejo se alegró mucho (ríe).
Patricio: Es que había un nivel de riesgo al vivir ahí, incluso de un incendio, no sólo que lo asaltaran.
¿Cómo definirían su relación?
Patricio: Tenemos una afinidad por género, podemos mirar una mina y decir ‘que está buena’; con mis hijas no lo puedo hacer porque me van a decir ‘¡papá!’.
Ignacio: Independiente de que somos papá-hijo, tenemos intereses parecidos, temas de conversación entretenidos, a mí me gusta estar con mi viejo, lo paso bien. Tengo amigos que adoran a sus papás pero no tienen onda, son caballeros que tienen otros estilos, otras formas de ver la vida, otros valores. Los adoran, pero no encajan y no se van a juntar con su papá a carretear en un asado, con mi viejo lo pasamos bien.
«De mi papá admiro su templanza, la capacidad de esperar el momento para actuar, escuchar, la sencillez es un valor maravilloso de mi viejo, que todo el mundo lo rescata. Fue una estrella en su tiempo, en su juventud, y habiendo tenido cargos de poder, como cuando fue alcalde, siempre mantuvo los pies en la tierra».
¿Y tú de Ignacio?
Patricio: Admiro muchas cosas, pero no quiero decirlas en orden.
Ignacio: ¡Ah no, jerarquiza ‘weón’!
Patricio: Admiro mucho su inteligencia, y me lo dicen los compañeros de mi generación, ‘que inteligente es el cabro que tienes’, y lo comparto. Es una mente renacentista, le interesan todos los temas, tiene mucho conocimiento y curiosidad, pero es sobre todo creativo; para la profesión que eligió es muy importante, y es simpático, cariñoso, querible, y además es bonito el ‘weón’.

%%fotocuerpo2%% JUAN MORALES Y JUAN MANUEL MORALES
PASIÓN POR LA COCINA
El chef Juan Morales, dueño del D.O, tiene una amplia trayectoria profesional de más de 14 años en España y Chile, donde ha estado a cargo de las cocinas de prestigiosos restaurantes. Y desde el año pasado es su propio jefe.
Su hijo Juan Manuel, de 12 años, ya es un pequeño chef. «Lo que más me gusta es hacer masas, pastas y pan. También cortar las verduras con el cuchillo, el perejil cortado finito me queda bacán. Ahora estoy recién aprendiendo a montar platos. Eso sí, ¡el otro día tuve mi primer corte! No fue grave, sé que eso pasa. Pero hay que concentrarse, y yo a veces me voy a la Luna, como me dice mi mamá».
«A Juanito le gusta, se entretiene, y le salen cosas muy ricas. Siempre está inventando platos con sus hermanos, y nos hace probar los que hace. ¡Se esfuerza mucho!», dice el papá chef.
¿Tiene pase libre para estar en tu cocina del restaurante o es un lugar «sagrado»?
Tiene pase libre, siempre que cumpla con su su responsabilidad Nº1 que es el colegio, y se adapte a las reglas de nuestra cocina. Que trabaje con dedicación y aprenda con humildad. Naturalmente está aprendiendo y entendemos que se puede cansar…
Si hablamos de cocinar, ¿qué les gusta hacer en común?
Nos gusta hacer cosas en familia: galletas, pebre, asados. Pan. Cosas sencillas como todas las familias. Lo más entretenido es hacer desayunos u once-comida con hartas cosas ricas hechas por nosotros. Cada niño tiene una preparación: los huevos, la palta, las tostadas francesas. Queda un desastre en la cocina, ¡pero disfrutamos!
¿Crees que se desarrollará profesionalmente en el mundo de la cocina?
No lo sé, creo que es muy luego para definir eso, tiene 12 años, y muchas aptitudes para otras cosas también. Tiene que conocer y aprender para así elegir con independencia y libertad. Lo bueno de la cocina para un niño de su edad es que se aprende a respetar la autoridad, a seguir instrucciones, a trabajar en equipo y apoyarse. Porque si no lo haces, afectas a todos. La vida da muchas vueltas, y lo importante es que esté preparado para todos los desafíos, y que lo que haga, sea con pasión.
¿Qué es lo que más admiras de tu papá?
Admiro que todos los cocineros que trabajan en el restorán lo respetan mucho, él es súper bueno para enseñar, y exigente. Además mi papá es muy bueno con todas las personas, es súper cariñoso con nosotros. Cuando vamos a comer afuera encuentra las cosas ricas y nunca se queja cuando hay algún problema.
Pero no todo es la cocina. «Nos gusta jugar fútbol con mi papá y mis hermanos; hacer panoramas en familia como ir al campo a la casa de mi tío y mis abuelos a San Vicente; ir a ver películas; salir a comer. También nos gusta ir a pescar. Hemos ido con mi abuelo, porque cuando chico mi papa también salía a pescar. Es bacán hacer campamentos, las fogatas y andar a caballo».

Luis Alberto e Ignacio Valenzuela
PASIÓN POR LA NATURALEZA Y LOS DEPORTES
Ignacio (36) estudió Periodismo en la Universidad de Concepción, le gusta mucho el sur de nuestro país, las actividades al aire libre, cocinar y comer. «Desde niño me encanta el deporte y por eso trabajo en algo ligado a él; además practico futbolito en mi equipo Vodka Juniors (de arquero), hago bicicleta, esquí y trote. Mi papá es puntual, esquemático, híper estructurado, culto. Extraordinario para cocinar, bueno para los asados, la sobremesa, un buen vino y el deporte. Hasta el día de hoy se va a la cordillera a subir cerros. Practicó alas delta muchos años. Es un buen padre, buen esposo y buen abuelo de 5 nietos. Y, al igual que yo, gusta mucho de la naturaleza y los animales».
Ignacio desde que era estudiante universitario «cubrió» deportes. Empezó en la radio UBB de Concepción, después en TVU de esa ciudad, y de ahí saltó a Canal 13, donde permanece hasta hoy.
¿Cuánto influyó tu papá en que te apasionaran los deportes?
Mucho. Él me llevó por primera vez al estadio. Cuando tenía ocho años nos íbamos en bicicleta hasta el puente Ñilhue, camino a Farellones. Me enseñaba los valores que te entrega el deporte. Pero para ir al estadio, o ver partidos, tenía que estudiar y tener buenas notas. Mi mamá también me empujaba mucho a que me gustara el deporte.
Panorama ideal para hacer juntos:
Un asado, una cabalgata o una caminata por un sendero precordillerano.
Como todo padre, Luis Alberto Valenzuela (73) siempre opina del trabajo de su hijo «No exagera mucho. Me corrige, y es extremadamente fijado en la corbata y si el nudo estaba bien o mal».
¿Qué es lo que más admiras de tu papá?
Que hasta el día de hoy esté tan bien con mi mamá, y lo exigente que fue conmigo y mi hermana para que estudiáramos y fuéramos profesionales.
¿Y él qué admira de ti?
Que haya llegado a ser un profesional y que tenga mi familia.

HERNÁN Y FELIPE HERRERA
PASIÓN POR LA BELLEZA
Hernán Herrera tiene 59 años, es ingeniero comercial y su carrera profesional estuvo siempre ligada a empresas del rubro de la tecnología y las telecomunicaciones. Hasta que su hijo Felipe (30), también ingeniero comercial, tomó la decisión de emprender, y decidieron hacerlo juntos. «Desde que era niño siempre soñamos con trabajar juntos (a pesar que realmente quería ser futbolista). Cuando decidí emprender, mi papá justo había dejado su carrera como ejecutivo. Aprovechamos la situación y buscamos ideas interesantes para desarrollar en conjunto. Así encontramos en Estados Unidos este concepto de ‘Beauty Dry Bar’. Poco tiempo después ya teníamos un plan de negocios concreto para comenzar en Chile», cuenta Felipe. Se refiere a Blow Up Beauty Dry Bar, un concepto único que ofrece maquillaje y peinados de primer nivel, en pleno Vitacura.
El papá es deportista, huaso de corazón y fanático del rodeo, que practica hace más de 10 años; el hijo es fanático del fútbol, amante de los animales y de Instagram, y se define como muy cercano a su familia.
¿Es el primer trabajo que realizan juntos?
Felipe: Como socios y trabajando a tiempo completo, sí. Habíamos hecho trabajos particulares en conjunto como ingenieros comerciales, pero nunca bajo el contexto de una empresa.
¿Cuánto conocían del mundo de la belleza?
Felipe: Si bien a mi papá le encanta la moda, el glamour y la buena vida, nunca habíamos tenido la oportunidad de desarrollar un proyecto así. Ha sido una experiencia nueva, muy interesante, llena de sorpresas, detalles y desafíos. ¡Hemos aprendido un montón juntos!
«Nos encanta ver partidos de fútbol e ir al estadio juntos. Tuvimos la suerte de ir al mundial de Brasil el año pasado a ver a la selección de Chile, y este año ya tenemos nuestras entradas para la Copa América».
¿Qué admiras de tu papá?
La preocupación que tiene por mi hermano y por mí. Siempre nos ha apoyado en todo lo que se nos ocurre hacer, aunque fuera la idea loca de ser futbolista. Admiro su capacidad analítica, que en el mundo de los negocios es un activo muy valioso, y su capacidad para sobreponerse a la adversidad. Lo pueden botar mil veces, pero las mil veces se para y sigue adelante con fuerza.
Y Hernán, ¿qué admiras de Felipe?
Es muy difícil decirlo en pocas palabras. Soy su fan número uno. Es un tipo muy inteligente y perseverante, un perfeccionista. Desde niño ha logrado lo que se propone, destacándose en todo, especialmente en lo académico y en lo deportivo. Junto a su hermano Matías son mi máximo orgullo, soy el papá más suertudo del mundo.

IGNACIO GANA E HIJOS
PASIÓN POR EL ARTE
Arquitecto de la Universidad Finis Terrae, las obras de Ignacio Gana están enmarcadas en un estilo figurativo, de colores vibrantes y temáticas cercanas, que le han valido una carrera rápida y sólida en el mundo de la plástica. Famosas sus pinturas y esculturas, se pueden encontrar en diversos museos en Chile y en el extranjero en importantes colecciones y museos, como el MOLAA (Museum of Modern of Latin American Art, en Los Angeles) o el Guggenheim de Venecia.
Con 39 años, tiene 3 hijos: los mellizos Vicente y Jacinta (de 8 años), y Antonia (5), quienes pese a su corta edad ya son todos unos apasionados por el arte. «Son eternos soñadores, niños, sin fronteras en un mundo donde todo puede ser, un mundo que todos deberíamos conservar siempre… Picasso decía ‘en aprender a pintar como los pintores del Renacimiento tardé unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida’… Todas estas ideas y sueños son capaces de traspasarlas en papel, plasticina y todo tipo de materiales… Pintan todo, intervienen una caja que encuentran, ¡no botan nada! Todo puede servir para hacer una obra de arte, según dicen», cuenta orgulloso Ignacio.
¿Tienen pase libre para estar en tu taller o es un lugar «sagrado»?
Mi taller es lo mejor que les puede pasar, saben que tienen todos los
materiales que quieran para «ponerse a trabajar», siempre interesados en lo que estoy haciendo. Siempre quieren ver mi última escultura o cuadro, les encantar estar ahí rodeados de arte, es como un espacio totalmente libre».
¿Y que otra actividad les gusta hacer juntos?
Me encanta mostrarles las cosas lindas de la naturaleza, pasear al cerro,
mucho contacto con la naturaleza. Trato que pongan atención en los
colores de las flores, en las formas de las nubes, y siempre algún paseo a exposiciones o una actividad cultural.
«Como padre les entrego un ambiente lleno de posibilidades para que ellos descubran su propio camino; con respecto al arte les dejo todos los materiales a mano… Tengo sus cajones llenos de lápices, cuadernos, croqueras, témperas, para que nunca les falte nada. Creo que es bueno acompañarlos en el proceso y participar de sus trabajos, como también enmarcarles sus dibujos preferidos y tapizar la casa de sus cuadros. Tanto así que nunca puse problema que pintaran las paredes de sus piezas; eso sí, ¡las puertas estaba prohibido intervenirlas!».

RODRIGO FERNANDO CORREA y TIAGO CORREA
PASIÓN POR EL CAFÉ Y LA CARPINTERÍA
Tiago (33) egresó de la escuela «La Mancha», y se ha desarrollado en cine, televisión y teatro, con un lista bastante larga de montajes y éxitos, pese a su juventud. Destacan sus participaciones en «Prófugos», «La Poseída», «Dueños del Paraíso» y «Machuca», entre otros. Su padre, Rodrigo Fernando Correa (75), es arquitecto de profesión. Entonces, siendo de dos mundos tan disímiles, ¿qué pasión tienen en común? La carpintería…
«Trabajar con las manos en la transmutación de un trozo de madera a un mueble me llena, me da alegría y paz. Me gusta el olor a la madera siendo trabajada. Alucino con el proceso: tener una idea, pensar cómo ejecutarla, para luego ver el mueble terminado. Hay una alegría silenciosa cada vez que uno ve a una persona utilizar ese mueble de la manera que uno lo pensó», explica Tiago.
«Crecí viendo a mi padre construir los mobiliarios de nuestras casas y creando varios juegos para nosotros: balancín, columpio, ajedrez, entre otros. Me generaba profunda admiración ver a mi padre hacer aparecer de trozos de madera todos esos objetos, era la sensación de ver un acto de magia».
¿Es sólo a nivel amateur o podría llegar a ser algo a lo cual dedicarse?
Tiago: Lo hacemos para nosotros y nuestros cercanos; nos encanta diseñar muebles cuando nos lo piden, lo que nos ha motivado a trabajar en un línea de muebles de autor que queremos lanzar.
¿Tiago tiene «dedos para el piano»?
Rodrigo: Sí, claro. Tiago se educó en un colegio de la pedagogía Waldorf, donde el arte es muy importante, sobre todo las artes plásticas, donde el trabajo con la forma y el volumen es importantísimo.
¿Panorama ideal para hacer juntos?
Tiago: Sentarnos a tomar un café mientras conversamos de la vida, contarnos historias, y si lo podemos combinar con ir a ver una obra de teatro o un concierto juntos, mejor. Y caminar por la playa; recuerdo que de chico siempre lo hacíamos cuando vivíamos en Florianópolis.
¿Qué es lo que más admiras de tu papá?
Su pasión por cada cosa que hace, su capacidad analítica, su elegancia, caballerosidad y su paz interna al vivir.
¿Y él de ti?
Creo que como actor, admira mi rigurosidad en el trabajo; y como hijo, el profundo cariño y respeto que nos tenemos.

Bernardo y Diego Bernardo BorgeatImagen foto_0000005220150615105326.jpg
PASIÓN POR LOS DEPORTES…, Y LOS ASADOS
«Tuve a mi hijo a los 32 años, y siempre que puedo trato de hacer asados domingueros y pedirle su ayuda para que vaya aprendiendo. Además, ya me ha acompañado a hacer unos cuantos eventos de Asadospro, mi empresa de asados a domicilio, y siempre hablamos y jugamos con lo de ‘el heredero…’ Y ahora que puse un restaurante de carnes y comida internacional con una incidencia de la comida argentina, Diego (12) también me ayuda a supervisar algo. Se llama A Dos Fuegos, y acá es todo mucho más rápido y exigente.
¡Nos encanta hacer deportes juntos! ¿Cuáles? Basquetball, fútbol, ping-pong, snowboard, snorkel, etcétera. Lo que sea. Admiro lo buen hijo, hermano (mi hija se llama Agustina Sol y tiene 16 años) y amigo que es, siempre preocupado y demostrando mucho cariño. Habría que preguntarle a él que admira de mi… Pero espero que me admire, como todos los niños, ¡sólo por ser su padre!».

 

Tags

Lo Último