Por Carla Ingus M.
«¿Cada cuánto tiempo tienen sexo ustedes?», preguntaba la abogada Miranda Hobbes a sus tres amigas (Carrie, Charlotte y Samantha) en «Sex and the City», con evidente preocupación en el rostro. Ella llevaba 6 meses sin tocar a su marido, quien poco después le confesó haber sido infiel. Para ella el sexo se había convertido en la última prioridad en su lista –que incluía trabajo, hijo y una suegra internada– y justificaba de esa manera la «sequía», frente a la cara de estupefacción de sus amigas, quienes tenían un promedio de 3 veces por semana. ¿Les suena?
Seguro que sí. Ante este escenario aparece la temida infidelidad, y con ello una visión bastante poco positiva del futuro. Esther Perel es una terapeuta que escribió el libro «Inteligencia erótica» el año 2007, convirtiéndose en una verdadera gurú que la mantiene constantemente en consultas de parejas que luchan contra este «destino». Su libro se tradujo a 21 idiomas, lo que deja en evidencia que encontró esa respuesta que muchos han buscado por años: cómo mantener viva a la pareja como tal.
En ese sentido, la terapeuta es muy clara. La estabilidad de pareja –en especial el matrimonio– y la pasión no son exactamente amigos, y seguro no se potencian. De alguna manera los seres humanos constantemente están buscando estas dos «máximas», lo que los lleva a navegar en un aguas turbulentas que merecen ser conocidas para no naufragar.
La columnista argentina del diario Clarín, Mabel Iam, apunta a que «el erotismo es inteligente y lo podemos entrenar», poniendo nuevamente en nuestras manos la posibilidad de mantener viva la pasión. Hablamos de inteligencia erótica. Esa capacidad que te permite mantener vivo el deseo y la domesticidad.
¿Cómo entrenarla? «Al tener el contacto sexual, la concentración nos ayuda a reconocer las diferentes texturas del cuerpo, que pueden ser infinitas y sutiles. Habrá espacios inexplorados: suaves, ásperos, flexibles, húmedos, fríos, calientes, firmes, delicados, delgados, gruesos. Es importante ejercitar todos los sentidos para gozar del sexo de manera creativa y concreta», expone la columnista.
Esther Perel, por su parte, ha señalado que lo primero es partir por nosotros, mantener nuestra energía erótica, y para ello necesitamos sentirnos vivos y conectados con nosotros mismos. En segundo lugar, crear espacios de juego donde puedas compartir con tu pareja como tal, es decir, sin temor a que alguien vaya a interrumpir, sin tensiones, un espacio adulto y estimulante. Si tienes hijos, NUNCA olvidar que primero son pareja y luego padres. Una de las grandes críticas que se les hace a las mujeres chilenas es que son más madres que pareja, motivo por el cual pasan a tener un marido-hijo (nada menos estimulante).
Factor independencia. Sentir que el otro no te pertenece es muy estimulante. ¿Cómo vas a desear algo que ya tienes? La única manera, según la experiencia de Perel, es con independencia y manteniendo el misterio, seducirse y poner el sexo en un espacio protagónico. «El deseo no empieza con el sexo, empieza con la manera de sexualizar a la pareja, de erotizar al otro», asegura la experta.
Al grano
Mabel es concreta en su columna y entrega 3 pasos para ejercitar la inteligencia erótica:
1-. El toque a ciegas. Para ejercitar el tacto, antes de hacer el amor los integrantes de una pareja pueden hacer el siguiente ejercicio: tomen un pañuelo y tápense los ojos, poniendo toda la atención mientras se acarician.
2-. Darnos el gusto. Existen alrededor de 10.000 papilas gustativas que sirven para discriminar los diferentes sabores. ¿Cómo funcionan? Dentro de la boca, los detectores gustativos están organizados: los gustos ácidos se registran a los lados de la lengua. Los amargos, en el fondo. Los salados se perciben en la superficie y los dulces, en la punta. El cuerpo emana diferentes sabores durante el beso. El reconocimiento de cada sensación genera mayor satisfacción o éxtasis durante el acto sexual.
3-. Cambiar de posición. El cambio de una postura a otra durante el acto sexual es muy estimulante, pero si los amantes no los realizan con suficiente profundidad e inteligencia erótica, se convierte en puro atletismo sexual.