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3 significados de la mano de Fátima

Un objeto que usamos por moda sin conocer de donde proviene.

Hace unos años, luego de leer La mano de Fátima, me enloquecí con conseguir uno de estos amuletos, tal como el que aparece en la portada de este libro de Ildefonso Falcones. Hasta que una amiga lo consiguió en España, tierra de moriscos alguna vez expulsados. En Argentina, el uso de la mano de Fátima empezó hace dos años, cuando comenzó a verse este amuleto en aros, pulseras, colgantes, de distinto tipo y tamaños.

Una mano abierta, plana. Una mano con un ojo. La mano de Fátima, jemisa, khamsa o jamsa es un amuleto que comenzó a ser usado por las mujeres musulmanas en el Medioevo y al que se le atribuyen muchos poderes, entre ellos, la protección contra el mal, el aojamiento (mal de ojo) y la envidia para quien lo porta.

El nombre del amuleto se relaciona con Fátima, la hija predilecta de Mahoma, cuyo papel como mujer, madre y protectora, en el Islam, han llevado a compararla con la Virgen María del cristianismo.

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En torno a esta famosa mano, existen tres leyendas:

  1. Los discípulos de Mahoma se quejaron con su maestro por la supresión de los símbolos religiosos y en respuesta a esto, Mahoma metió la punta de sus dedos en tinta y los imprimió sobre una hoja de papel, mostrándola a sus seguidores.
  1. Luego de la guerra de El Bedr Hanin, los seguidores de Mahoma confiaron a su hija Fátima la pena de que su credo no tuviera ningún estandarte, por lo que ésta mojó su mano en la sangre de un herido y la estampó en su velo.
  1. La tercera leyenda, popularizada por Ildefonso Falcones en su libro La mano de Fátima, cuenta que Fátima estaba preparando la cena para su esposo Alí y que él llegó con una concubina. Fátima, irritada regresó a la cocina y metió su mano desnuda en la pasta hirviendo que cocinaba. Su tristeza era tan grande que no sentía la quemazón. A esta leyenda se le atribuye que el amuleto signifique paciencia, lealtad y suerte hacia quien lo porte.

El instrumento más valioso puesto por Dios al servicio del hombre, desde las diferentes religiones, representa una defensa contra la creencia universal en el mal de ojo u aojamiento, que sostiene que la visión por medio de los ojos de almas contaminadas hacia objetos o seres que poseen una determinada “calidad”, entrañan un profundo sentimiento por poseer esas “calidades”, generando así el sentimiento de la envidia.

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