Madame Bovary, una de las grandes novelas de todos los tiempos, no habría sido lo mismo sin Louise Colet. Esta mujer, a quien algunos comparan con la personaje de Falubert, estuvo al lado del escritor durante la creación de la novela, no físicamente pero sí a través de una intensa correspondencia: 275 cartas que forman parte de las Obras completas de Flaubert en algunas ediciones.
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En sus veintes, Louise se casó con Hippolyte Colet, músico académico, un poco para escapar de la vida provinciana. Quería vivir en París. Igual que Emma Bovary, Louise se sentía atraída por el movimiento, el ambiente refinado y las posibilidades de la gran ciudad.
Una vez en París, Louise decidió ponerse en contacto con editoriales. Sus trabajos fueron publicados y muy poco tiempo después ganó un premio de 2,000 francos, otorgado por la Academia Francesa. Fue el primero de cuatro. Hoy la crítica sostiene que estos reconocimientos no responden a su propio mérito, sino a la influencia de sus amigos.
Es posible. La señora Colet se codeaba con los grandes, era un referente en la escena de entonces. Gente como Víctor Hugo asistía a sus fiestas. Fue así como conoció a Flaubert, con quien se involucró estando casada.
Su aventura con el escritor duró unos ocho años, aunque estuvo basada en encuentros esporádicos. En La orgía perpetua, Vargas Llosa menciona que deben de haber sido unos veinte cuando mucho, y que en algunos de ellos “los amantes se limitaron a reñir”.
Gustave estaba totalmente absorbido por su novela, de manera que ideó un régimen para mantenerse en contacto con Louise. Cada tres meses, viajaba a Mantés, en donde ella se reunía con ella. Pasaban juntos unas horas, de vez en cuando una noche completa. A veces se citaban en París y permanecían juntos dos o tres días.
Los biógrafos insisten en acusar a Louise de difícil y dominante, pero debió haber sido bastante comprensiva como para aceptar este sistema amoroso, más epistolar que efectivo: parte indispensable del proceso creativo que dio lugar a Madame Bovary.
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Las cartas de Flaubert a Colet, en especial las escritas entre 1851 y 1855, no sólo son joyas del género epistolar, sino que funcionan como una teoría narrativa del autor. En ellas habla de sus inquietudes estéticas, de las dificultades para delinear personajes, de sus crisis creativas.
En 2003, Siruela publicó 168 de estas misivas: Cartas a Louise Colet. Ella también escribió a Gustave, pero el materia fue destruido por la sobrina del escritor, bajo el argumento de que tales “horrores” ofendían su sensibilidad. Los fanáticos de Flaubert y Madame Bovary no se lo perdonaremos nunca.
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