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¿Estás frente a un impotente emocional? Descubre a los hombres que huyen del compromiso

Pueden existir de varios tipos: el que pololea una eternidad y nunca te dice “vivamos juntos”, y menos “¡cásate conmigo!”. O el típico picaflor que va de aquí para allá, o el que te oculta ante los demás con el jueguito del secreto. O simplemente el que está contigo hasta el día en que algo huele a seriedad, y se borra en un santiamén. Bajo todos ellos subyace un tipo de hombre: el que huye del vínculo más profundo, del compromiso emocional. Entérate qué debes observar, la causa de todo esto, y sobre todo qué debes aprender de ti cuando te topas con este tipo de personas.

 

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Por Pilar Huilcaleo Mateluna

Alejandra (31) estuvo cuatro años con Felipe. Cuatro años llenos de buenos momentos, pero sin ni una palabra del tipo «los dos somos esto o aquello» o mejor aún, «tú y yo caminamos juntos hacia esto». Cuando ella quiso que fueran más allá en el compromiso, empezaron las peleas. «Comenzó a justificarlo todo. A decir, ‘mi amor, pero para qué’. A más presión, más complejo se puso todo; lo evadía, me culpaba. Hasta que un día me citó y me dijo que se acababa, que no podía más. Me cayó pésimo, porque sentí que era yo la culpable, que lo había presionado mucho, que podríamos haber seguido así mucho más».

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Carolina (40) aún se entristece cuando recuerda la relación secreta que tuvo con su jefe por casi un año y medio. «Todo comenzó como un juego. A mí me encantaba porque él era muy serio y parecía que nadie lo conmovía, hasta que logré que se quedara conmigo una noche, y otra y otra. Así cumplimos un año. Al principio era emocionante, como una novela donde yo me quedaba hasta más tarde para irme a encontrar con él en la esquina. Mintiendo u omitiendo para que los compañeros no se enteraran. Subiendo en ascensores a pisos que no me correspondían sólo para encontrarme con él, besarnos apasionadamente y luego regresar frente al computador. Pero eso fue divertido al principio. Cuando me di cuenta que con suerte me miraba en los pasillos, cuando en la calle alguna vez nos encontramos con un amigo y él se separó violentamente de mí para que nadie se diera cuenta que iba con él, ese día comencé a llorar; sentí que en realidad no era suficiente para él».

Así como Alejandra y Carolina, cada vez es más común encontrarnos con hombres que son incapaces de comprometerse emocionalmente. Son los llamdos «impotentes emocionales», hombres que se hacen humo ante la mención de un vínculo más estrecho, que fanfarronean con la eterna libertad, con el goce eterno que implicaría estar siempre soltero.

La terapeuta familiar y de parejas, sicóloga y directora de Serbal Centro de Desarrollo Sistémicos, Susana Muñoz Aburto, explica que esto es un fenómeno cultural que ahora se hace figura, «aún cuando la dificultad para comprometerse se describe hasta en la literatura, como el clásico señor Casanova». La experta puntualiza que ya el término «impotente» nos dice mucho. «La impotencia, como palabra, tiene que ver con la imposibilidad de penetrar, de generar y abrir nuevos espacios, en este caso, emotivos».

Pero, ¿qué hay tras un hombre que es incapaz de comprometerse? La experta asegura que generalmente los hombres que no dejan que sus vínculos de confianza se desarrollen tan profundamente como para establecer un compromiso, tienen un tema con su primer vínculo de confianza. «El primer vínculo de confianza es con la madre. Ahora, lo que se construye allí es una suerte de dependencia con la madre, en términos de ser siempre un chico pequeño para la madre. Al ser siempre un niño, el comprometerse con otra mujer implicaría una suerte de traición a la dependencia establecida con la madre».

Y continúa. «En ese sentido, las relaciones que se establecen son superficiales, aún cuando sean de mucho tiempo y evitan la construcción de ‘la promesa con’, que implica establecer un ritual de paso, hacer pública la relación y construir la propia existencia, diferenciándose del núcleo primario que es la familia de origen. La evitación de los rituales en profundidad  implica el deseo omnipotente de ‘detener el tiempo’, como si el tiempo no pasara. Entonces ‘soy grande, pero sigo siendo el niño de mamá'».

Por otro lado, la terapeuta de parejas asegura que sostenerse diferenciadamente en un vínculo de intimidad es un proceso de confianza básica, porque implica estar vulnerable frente al otro. Y si esa confianza no se ha construido, «porque ha aprendido que las mujeres son malas y sólo quieren capturarlo, probablemente no será posible hacerlo. El miedo a ser abandonado, a sufrir, condiciona la relación a una distancia en donde no le duela o no vaya a pasar algún riesgo. Lo malo es que en ese punto no vive nada, porque no sufre ni siente. Y se la pasa escapando todo el rato», explica la sicóloga.

En definitiva, lo que subyace en una persona incapaz de compromisos son profundos miedos existenciales. «La sensación de muchos hombres es la de quedar cautivos en una especie de fusión con la pareja, y eso es un retorno a un sentimiento oceánico de haber vivido in útero, y eso es privativo de la madre. Esa sensación ante lo femenino, y que se siente al parecer tan envolvente, se puede transformar en un cautiverio. Ahí hay un miedo profundo».

La experta evita rotular con una patología al «impotente emocional», ya que asegura que hay una trama tan compleja bajo su actuar, tan inconciente, que es delicado simplificar su realidad. «Es un proceso complejo, no es una casual; tiene que ver con los vínculos relacionales familiares, con la historia de la madre, el linaje femenino, el linaje masculino, los estereotipos y una serie de elementos que van condicionándolo. Hay familias en que uno de los sujetos es el elegido para ser el cuidador de la madre, por ejemplo».

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