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¿Cuándo tuviste el sexo más ardiente de tu vida? Una historia que te hará recordarlo

La columnista de sexo Karen Uribarri nos deleita con una historia, que trasladará en el tiempo muchas mujeres, sobre todo a quienes tuvieron alguna aventura extranjera.

 

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Eran las 4 de la tarde en Nueva York. 33 grados celcius y la humedad no dejaba respirar con libertad.

Karla acababa de ducharse por tercera vez y se alistaba para salir a la calle con un diminuto vestido de viscosa anaranjado con fucsia. Amarró su abundante melena crespa en una cola desordenada y aplicó perfume cítrico en sus muñecas y en su natural escote.

Cuatro cuadras y encontró el metro… Hasta que la concentración del proceso se rompió al verlo ahí, parado a su lado deteniendo el tiempo, el sonido, el espacio.

Alto, más de un metro 85 de altura, muy grande, muy grueso, muy llamativo. Negro oscuro. Labios esponjosos. Manos enormes. Se saca los lentes y los guarda en su bolso. Y el tiempo se detiene. El corazón se acelera, la respiración se agita… mientras de fondo un hombre desgarbado toca en el pasillo del metro el sensual saxofón…

El hombre de piel oscura, mate y de grandes formas se saca, casi en un movimiento lento de película, su polera… Y Karla no puede dejar de mirarlo… de apreciarlo… Él busca una polera seca en su bolso para cambiarse… Y Karla ruega que lo haga aún más lento… «¡Qué hombre!» pensaba en voz baja. Hasta que él la mira fijo, serio, avergonzado ante la descarada tensión de la cara de Karla. Ella rápidamente baja la vista, enmudece y no sabe si disculparse o agradecer… Él se acerca, grande, pesado… «Hola» y el corazón se le sube a la garganta, la atraganta, no la deja respirar, no sabe qué responder. «Hola» finalmente susurra asustada, en el momento justo en el que el metro llega a la estación y les arroja un viento inesperado y caluroso. Entran y se sientan juntos, rozándose la piel. Se miran de reojo. Juntan sus rodillas. Ella busca en su cartera sus anteojos que la oculten del momento, que la escondan. Y él finalmente le habla. Y ella solamente quiere acostarse con él.

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Cris se llamaba y Karla adoraba su nombre. Se vieron dos veces más en la misma estación, hasta que él se animó a invitarla a casa… a su piscina. Fue la tarde más calurosa del verano. Y el sexo más ardiente de su vida. El agua envolvió sus cuerpos con una suavidad llena de sensualidad y sensaciones. Habían embetunado sus cuerpos con aceites protectores que ayudaron a lubricar sus cuerpos y todo fue más suave, más tierno. De fondo la música de Café del Mar, «Love My Soul» y él la beso como cuando el ardiente deseo se fusiona perfecto con el cariño. Le tomó las caderas bajo el agua y acarició sus glúteos. La sostuvo arriba y contra el borde de la piscina la hizo respirar profundo, entre cortado, ansioso. El bikini cayó al fondo y sintió su cuerpo inmenso, poderoso… Sin dejarla ni por un minuto, se movió lento, casi al ritmo de la música que los acompañaba y ella cerró los ojos agradeciendo el momento, mientras el besaba húmedo su cuello.

 

No lo volvió a ver en la estación… Pero el momento no lo pudo borrar de su memoria.

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