0 of 2
Recorrer los pasillos de este anacrónico laberinto, resulta muy entretenido. En el camino uno se encontrará con cámaras fotográficas, viejas botellas, discos de vinilo o juegos de Atari. Incluso, si andas de suerte, te puedes topar con una vieja rockola funcionando.
PUBLICIDAD
Sin dudas, el menú de objetos es insuperable.
A la hora de pagar, nada de plástico, nada de tarjetas. Acá todo se mueve con billetes. ¿Cheques? Conversable. Quizás para algunos esté demás está decirlo. Pero vamos con una pequeña recomendación: mirar bien el producto.
Palparlo. Si te gusta, no esbozar la más mínima sonrisa. Preguntar el precio.
Proponer una contraoferta. Y, si es necesario, regatear hasta conseguir el precio adecuado.
/>Durante los fines de semana abren el cien por ciento de los puestos. En cambio, los días hábiles la oferta de productos baja a menos de la mitad. Por lo mismo, lo mejor es transformar una visita al barrio Franklin en un panorama para los sábados o los domingos. Otra cosa. Hay que llegar temprano, tipo diez de la mañana. Ya que ha mediodía el flujo de gente aumenta. Y harto.