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Las mujeres de la Revolución Mexicana

Periodistas, conspiradoras, coronelas y soldaderas: muy pocas se salvaron del anonimato.

Cuando escucho hablar del heroísmo femenino durante la Revolución Mexicana, mi reacción inmediata es pedir nombres, datos concretos.

Que no se me malentienda: seguro que las mujeres de entonces fueron importantes, pero lo más seguro es que su papel en la contienda (caótica, sin objetivos claros ni convicción de causa en la mayoría de los casos) haya funcionado como una extensión de su labor en la vida diaria: servir al marido, atender a los hijos.

Ante la imagen legendaria de las adelitas, las soldaderas, las rieleras, las coronelas (casi siempre anónimas), pienso en la enorme cantidad de mujeres que se sumaron a la revuelta para seguir lavando ropa y pariendo, ahora en la incomodidad de campamentos y trincheras. Como dijo Elena Poniatowska: “Las mujeres son las grandes olvidadas de la Historia.”

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En el segundo acto de El eterno femenino, Rosario Castellanos presenta un “desfile” de las pocas mujeres que han hecho historia en México, y que pueden contarse con los dedos de las manos:

La Malinche, Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario de la Peña (musa de poetas), Carlota de Habsburgo, la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez (quien por cierto era analfabeta) y la Adelita, no como una mujer en particular sino como figura de la revolucionaria. Y eso es todo.

Lo anterior no significa que no haya habido mujeres destacadas en la Revolución, que no haya habido feministas incipientes, pero conocemos muy poco sobre ellas.

Las periodistas

Se sabe, eso sí, que la colaboración de la mujer en la Revolución Mexicana va más allá del campo de batalla. Hubo mujeres periodistas que determinaron algunos cambios y, así, el curso de la historia:

  1. Juana Belén Gutiérrez de Mendoza. Dirigió el periódico Vésper, que defendía a los mineros y combatía la dictadura.
  2. Guadalupe Rojo viuda de Alvarado. Estuvo a cargo del periódico Juan Panadero, difundido en Guadalajara y la Ciudad de México. Estuvo presa en la cárcel de Belén por defender a los campesinos de Yautepec.
  3. Emilia Enríquez de Rivera, “Obdulia”. Expresaba ideas revolucionarias en la revista Hogar.
  4. Julia Sánchez, “Julia Mata”. Lanzó violentas críticas a la oligarquía en El látigo justiciero.
  5. Dolores Jiménez y Muro. Desde la sierra de Guerrero, fue coronela redactora del Plan Político y Social, un documento escrito por revolucionarios de cinco entidades de la República en que se desconocía el régimen porfirista.
  6. María Hernández Zarco. En 1913, cuando todas las imprentas de la capital se negaron a imprimir el discurso del senador Belisario Domínguez (que condenaba el régimen de Victoriano Huerta), ella lo hizo a escondidas.
  7. Hermila Galindo. Fundó la revista Mujer Moderna, solicitó el voto femenino en 1916 e hizo propaganda a favor de Venustiano Carranza.

Las conspiradoras

Pocas, pero efectivas. Las mujeres de la familia Serdán participaron activamente en complots, paso de armas, correspondencia y difusión de noticias: Carmen Serdán, Carmen Alatriste y Francisca del Valle (respectivamente, hermana, madre y esposa de Aquiles Serdán).

Por otra parte, Guadalupe, Rosa y María Narváez coordinaron las operaciones en el estado de Puebla, imprimieron y repartieron proclamas, y distribuyeron armas para luchar contra el régimen de Díaz. Estamos ante las primeras colaboradoras del movimiento precursor.

Coronelas y soldaderas

En el caso de las que le entraban a los balazos, la lista es más pequeña, pero se conoce el caso de dos coronelas que, en efecto, tenían gente a su cargo:

Carmen Alanís se levantó en armas en Casas Grandes (Chihuahua) y participó en la toma de Ciudad Juárez con 300 hombres a su mando. Juana Gutiérrez de Mendoza y La China comandaron un batallón formado por las viudas, hijas y hermanas de los combatientes muertos.

En cuanto a las soldaderas, el término de por sí me hace ruido: no soldadas sino soldaderas, porque su función estaba supeditada a los soldados, quienes, se dice, a veces las trataban peor que a sus caballos.

El asunto es que había que llevar la casa a cuestas: petate, jorongo, cazuelas, tortillas… ¿y quiénes creen ustedes que eran las encargadas de todo eso? La soldadera era una mayordoma itinerante que preparaba tlacoyos cuando los balazos se lo permitían.

Suena a esclavitud. Y lo era un poco. Sólo un poco: las soldaderas eran más o menos libres, podían unirse a la tropa o dejarla (lo cual no era muy conveniente). Podían ser fieles a un solo hombre, aligerar los cascos o prostituirse. En medio del caos, ¿qué más daba? Una de cal…

De seguro me faltan otras mujeres de la Revolución Mexicana que trascendieron. Si se acuerdan de alguna, menciónenla en los comentarios.

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