Ecuador

Un ecuatoriano confiesa cómo es vivir con la adicción al sexo

La adicción al sexo existe y varios hombres y mujeres la padecen. Mira la historia de Iván que te muestra cómo es vivir con esta realidad y cómo lo superó

(1001nights/Getty Images)

Iván Reino (nombre ficticio) decidió compartir conmigo su historia respecto a su adicción al sexo y cómo lo supero. En su relato escrito, enviado a mi email, cuenta cómo es esta adicción y los problemas que le trajo a su vida.

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Así mismo dos especialistas: una psicóloga y un sexólogo abordan sobre el tema respecto de la historia de Ivan y otros hombres o mujeres que pueden presentar esta adicción.

Este es el relato textual de Ivan Reino:

Te escribo porque a día de hoy, he logrado retomar el control de mi vida, a razón de varios meses en rehabilitación, luchando con una adicción que para muchos sigue siendo una excusa perfecta para cualquier comportamiento tradicional de los hombres: La adicción al sexo.

Quisiera que mi testimonio le abra los ojos a muchas personas que como yo hace algún tiempo, no sepan, no puedan o no quieran admitir que tienen un problema. Problema que requiere ayuda profesional, como cualquier otra enfermedad o adicción.

Tengo algo más de 30 años, y no noté ningún problema con mi vida sexual sino hasta los 25. Hasta entonces había tenido solo un par de novias, y todo marchaba bien. El sexo era fenomenal. Y nada parecía estar fuera de control.

Mi primera novia era virgen, y a pesar de todo lo que eso implica, teníamos relaciones casi a diario, en su departamento, muy cerca de la facultad. Como era la segunda chica con la que tenía sexo, la frecuencia, intensidad y duración de las relaciones, eran de lo más normal para nosotros.

Empecé a producir videos de nuestros encuentros, fotos desnudos para ambos, y no había día en que no le practicara sexo oral.
Pero pronto me aburrí…era siempre lo mismo, la misma persona, el mismo aroma, la misma cama, las mismas cosas.
Le fui infiel desde antes de cumplir un año de novios. Estuvimos juntos 4.

ADICCIÓN SEXUAL (DebbiSmirnoff/Getty Images)

Eventualmente, me enamoré de alguien más con quien tuve sexo en la segunda ocasión que salíamos juntos. «J» era increíble, siempre estaba dispuesta a hacerlo, y teníamos relaciones una y otra vez en un mismo día, solo estuvimos juntos 1 año pero no recuerdo a una pareja sexual tan cercana, apasionada y loca como ella.

Hasta aquí todo normal…es justo después de terminar con J que (haciendo una retrospectiva en mi vida) mi vida empieza a cambiar.

En un período no mayor a 6 meses que estuve solo después de terminar mi relación con J, estuve con 8 diferentes mujeres.
Empecé por querer olvidarme de ella, y me acostaba con la chica no tan atractiva, pero de buen cuerpo que siempre se me insinuaba, con mi ex, con la compañera de trabajo, con la compañera de clase; en el salón de clases, en la reunión para hacer el trabajo en casa de alguno, en la fiesta, en el gimnasio, en casa, en el auto de mi padre…

Era una etapa de ‘buena cosecha’ decían mis amigos, y yo creía que al encontrar de nuevo el amor, eso me iba a pasar.
Inicié otra relación con M., una hermosa chica que había perseguido desde que tenía 16. Iniciar una relación con ella, era como un hito en mi vida. Un logro.

A los pocos días de estar juntos, me confesó algo que me dejó perplejo: M era virgen. tenía casi 22, y no lo había hecho con nadie, nunca.
Pensé que sería cuestión de tiempo, que podía esperarla, que no habría problema. Pero no pasaron 15 días, y yo volvía a caer en la tentación de la compañera de clase, la de la clase del mediodía, y la de la clase de la noche, muchas veces en periodos de solo 6 o 7 horas de diferencia.

A la par de mi relación con M, sostenía relaciones netamente sexuales con otras 4 mujeres. Pero no podía dejarla, para un adicto al sexo, separar el amor del sexo no solo que es fácil, sino que es necesario.

Tuve que viajar por motivos de trabajo a otra ciudad, ahí durante 3 meses que duró mi estadía laboral, tuve una relación casi marital con L, compañera de labores y hermana de mi jefe, 10 años mayor que yo, esa diferencia de edad, hacía que estuviésemos sintonizados en el sexo.

Ella tenía casi 32 yo acababa de cumplir 22, ella quería volver a sentirse activa, yo solo tenía mucho que ofrecer.
Vivimos juntos durante esos meses, fumábamos hierba, teníamos horas de sexo intenso (aumentado en sensación por la marihuana) y probé las mieles del sexo anal.

L fue la primera mujer que me dijo: «¿alguna vez has considerado que eres adicto al sexo? Es que no paras, nunca he tenido tanto, en tan poco tiempo…y es que no sé si pueda seguirte el paso», pero no bastaba para mí hacerlo en las mañanas, llevármela del trabajo a casa solo para hacerle sexo oral, y volver en las noches a fumar y hacerlo de nuevo.

Cuando ella no estaba en casa, me masturbaba, consumía porno, abría mis viejos archivos propios, e intercambiaba fotos con otras 3 o 4 mujeres.

WhatsApp empezaba a surgir, y yo le sacaba el jugo.

Eventualmente, mi relación con M llegó a un punto de quiebre: me sentía terriblemente culpable por traicionarla, pero no podía parar. La amaba, te puedo jurar sobre lo más sagrado que la amaba. Pero ella era el amor, las demás el sexo, y yo necesitaba de sexo para seguir.

Un día después de casi 3 años juntos, M decidió que estaba lista, lo hicimos una tarde en el sofá de mi estudio. Y por un breve momento, creí que todo había pasado.

Le fui fiel (dentro de lo que cabe serle fiel a quien has traicionado decenas sino cientos de veces) algunos meses, y aunque no podía pasar un día entero sin ella, siempre encontraba el espacio para volver a ver a mis ‘viejas amistades’.
Mujeres que estaban a una llamada de distancia, que me pedían más y me dejaban dominarlas y ser dominado cuando quería…

Al volver a casa, solo quería morir. Me sentía terriblemente mal, me juraba a mí mismo que pararía. Nunca se enteró de mis infidelidades. Finalmente me dejó (por irónico que suene) por causas totalmente ajenas a mi condición.

Esto me lleva al período más oscuro de mi adicción:
Destrozado por haber sido abandonado por la que era el ‘amor de mi vida’, no bebía, o salía a fiestas…quedaba con mujeres. Descubrí Tinder, páginas de citas, lugares de encuentros casuales, y salas de cine porno que eran la mejor ‘terapia del olvido’.

 

ADICCIÓN SEXUAL (Denkou Images/Getty Images/Cultura RF)

En tan solo 8 meses, ya me había acostado co 24 diferentes mujeres.
Muchos adictos recurren a scorts, y trabajadoras sexuales profesionales. Yo iba a los night clubs y las veía bailar, las tocaba y les invitaba un trago, pero el día que me acosté con una, sentí que no era lo mío.

Me gustaba conquistarlas, me gustaba saber que tenían genuino interés en mí, las llevaba a un café, hablábamos por horas, íbamos a su casa, o a la mía y lo hacíamos con la violencia de quienes se odian…y eso es algo que $40 la hora, pueden comprar.

Consumía porno en el trabajo, en casa, de camino a la universidad, en todos lados.
Conocí a E, y es entonces que comprendí que solo atraía lo que yo mismo era: parejas sexuales dispuestas a todo lo que yo.

Como empleados de una empresa privada nos las arreglábamos para reservar una sala de juntas a la hora en que ya casi nadie queda en el edificio. Lo hacíamos allí, o bajábamos a mi auto en el parqueadero, o al suyo a pocas cuadras del edificio. Usábamos nuestra hora de almuerzo en ir, follar y volver a trabajar. Y de nuevo en la noche luego de salir de un bar.

Podíamos quedarnos en cama todo el fin de semana, dormir, comer y volver a follar.
Curiosamente ella, es la única pareja de las decenas que tuve hasta ahí, que me contagió una enfermedad: HPV.

Mi historia, llega a su punto más crítico cuando mi comportamiento levanta sospechas en mi trabajo. Una auditoría a los sistemas revela mi adicción, eso les lleva a preguntar por qué programaba juntas a una hora inusual y totalmente fuera de agenda, las cámaras revelan lo obvio. Debo renunciar, y por esos azares del destino, un día caigo por temas de trabajo en una junta de adictos.

Cada historia que contaban, era la mía, cada encuentro, cada hora frente al computador, cada encuentro con mujeres que nunca volvía a ver, cada problema en casa, con mi trabajo, con mis novias, era un recordatorio de mis propios episodios.

No importaba la sustancia a la que sean adictos, solo cambiaba «coca» o «pastillas» por «sexo» y mi historia estaba en la boca de gente que nunca había visto en mi vida…pero había un problema.

El grupo, era profundamente católico. Yo soy ateo. La idea de que una divinidad me quisiera «curar de mis males» no era compatible con mi vida. Pero finalmente el mensaje caló en mí.

Busqué la ayuda de un profesional, y luego de casi 2 años y medio en tratamiento, he entendido una cosa: mi adicción es física, emocional, y espiritual. Y me he ido sanando en todos esos aspectos.

Tuve que cambiar varias cosas en mi vida. Durante un buen tiempo no tuve smartphone, y me puse a mí mismo un control parental de Internet.
Mi adicción es una de las más difíciles de superar; pues es como si un adicto al crack quisiera dejar la droga con la pipa pegada a su cuerpo.

Pero nada es imposible, entendí que no solo un «dios todopoderoso» te puede liberar, se trata de encontrar la paz interna, la fuerza y la energía de la naturaleza, y canalizarla para bien.
Alcancé 22 meses sobrio, y a hoy sigo luchando con eso día con día

ADICCIÓN SEXUAL (South_agency/Getty Images)

Hoy cumplo 18 meses de estar en una relación estable con una mujer maravillosa. B apareció en mi vida por pura casualidad. Y no planeo tenerla poco tiempo conmigo.

Ser un adicto en rehabilitación, implica que nuestras relaciones carnales, sean en una relación estable y monogámica. B me ha ayudado montones en el proceso.

No salió corriendo cuando le conté mi adicción, no me juzgó, no se avergonzó de mí cuando lo confesé en una reunión con mis amigos, y no me dijo que no cuando le pedí que se casara conmigo. En agosto celebraremos nuestra unión civil.

Vivimos juntos en un departamento de ensueño desde noviembre pasado y tenemos relaciones en el tiempo y la frecuencia que nos llena y satisface a ambos. Ya no consumo porno, y me masturbo muy de vez en cuando, lo normal que haría cualquier otro hombre y casi siempre por petición de ella. ? ¡es que los fetiches no están del todo prohibidos eh!

Hoy estoy contando mi testimonio a grupos de adictos por todo el país e incluso fuera de él. Mi trabajo es estable, lejos de escándalos y vergonzosos episodios. B me despierta cada día con un abrazo por la espalda. Y no veo la hora en que despertemos por el llanto de un bebé y nos invada el sueño y la felicidad.

Quiero que la gente sepa que se puede. Que luchar contra esta condición no solo es posible, sino necesario. Que pueden buscar ayuda profesional, y que no están solos. Somos muchos los que buscamos esa salida.

Y si conoces a alguien que sospeches que esté lidiando con esta adicción, ayúdalo a buscar ayuda…esto es cuestión de trabajar un día a la vez. La adicción al sexo puede afectar seriamente la vida de hombres y mujeres, a sus parejas y a su entorno familiar.

Que nadie se avergüence de buscar ayuda.

¿Qué dicen los expertos?

Cuando pedí a mi pareja leerme en voz alta la historia de nuestro protagonista para poder percibirla mejor, lo primero que me dijo al terminar era: “Y ¿no es normal tener sexo 3 veces al día, masturbarse y pensar frecuentemente en hacer el amor?, dice la psicóloga Katya Yovich. Según la especialista, algunas cosas de las que habla le parecen muy comunes…. Sobre todo si tienes 25 años. Obvio que es normal tener fantasías eróticas, tocarse y, sin duda, cada uno de nosotros tiene diferentes apetitos sexuales, pero en la confesión de Iván hay varias señales de que su conducta sexual se convirtió en una adicción al sexo.

Es verdad que no cualquier exceso o comportamiento poco común significa una adicción o dependencia. Podemos hablar de una adicción al sexo solo en caso de que:

a) El deseo sexual se vuelve compulsivo, imposible de controlar;

b) El sexo se utiliza como medio para regular estados de ánimo y emociones negativos como ansiedad, depresión, irritabilidad, etc.

c) Se ignoran posibles consecuencias desfavorables: enfermedades, problemas en relaciones con personas cercanas, en el trabajo, etc.;

d) El tiempo dedicado a la actividad sexual interfiere en la atención a las responsabilidades y obligaciones;

e) Cada vez requiere de actividades sexuales más intensas o de mayor duración para alcanzar la satisfacción sexual del inicio;

f) Aparece el síndrome de abstinencia (irritabilidad, estados depresivos, ansiedad, etc. tras periodos sin poder realizar su impulso sexual).

Análisis del caso

Veamos qué pasa con Iván. Unas cuantas infidelidades se convirtieron en una necesidad constante y obstinada de tener sexo. (a) Las cantidades de parejas y actos sexuales aumentaban, los contactos cada vez eran más excéntricos y arriesgados. (b, c) Andrés empezó a llevar una doble vida ya que sus parejas no le podían satisfacer.

Podemos solo suponer la causa de la adicción de Iván, pero en muchos casos detrás de la adicción se esconde el sentimiento de inferioridad, no suficiencia y una soledad aguda y desesperante. El sexo se utiliza como medio para regular estados de ánimo y emociones negativos como ansiedad, depresión, irritabilidad, etc. Las conquistas sexuales son necesarias para sentirse atractivos, valiosos, buenos, levantar el ánimo, pero a pesar de ser excitantes no llenan a profundidad. Tras estas victorias la necesidades de una relación profunda y sincera, de estar bien con uno mismo permanecen insatisfechas.

ADICCIÓN SEXUAL (Bilyana Stoyanovska / EyeEm/Getty Images/EyeEm)

Focos de atención

Yovich explica que los adictos a menudo niegan tener un problema con su conducta sexual. Utilizan el mecanismo de proyección (culpan a otros) y de racionalización (explican desde el punto de vista de la lógica por que lo que hacen es normal). Pero la verdad es que una adicción siempre es una señal de problemas emocionales. Si uno no tiene el valor de aceptarlo y analizarlas, está condenado a ser un esclavo de la adicción o pasar la vida cambiando una dependencia por otra.

La historia de Iván tiene un final feliz, pero no siempre sucede. Muchos adictos al sexo mueren por la causa de diferentes enfermedades venéricas, pierden a sus familias y sus hijos, cometen suicidios, terminan en prisión por violaciones o acosos.

Como bien dice el protagonista, junto con los trastornos alimenticios, la adicción al sexo es unas de las más difíciles de tratar. La comida y el sexo (al menos en el sentido de procreación) son vitales, imposibles de quitar sin consecuencias negativas.

Los adictos al sexo necesitan de un profesional para poder superar el problema: el criticismo de lo que es “normal” y lo que no lo es se pierde, la fuerza de voluntad no es de gran ayuda, tampoco se trata de excluir el sexo de la vida para siempre.

Un especialista ayuda a encontrar la razón real de la adicción (pueden ser muchas cosas desde un abuso sexual en la infancia hasta cambios en estructuras celébrales), trabajar la causa y así cambiar la relación con el sexo, aprender a satisfacer las necesidades emocionales, mentales y espirituales de una manera sana, a construir relaciones profundas y estables, manejar las emociones e inseguridades, mejorar la percepción de uno mismo.

Según las estadísticas mundiales un 6% de población sufre de adicciones sexuales. Pero tenemos que tomar en cuenta que las estadísticas de forman en base a las personas que acudieron a la ayuda profesional. Pero ¿cuántos jamás pidieron ayuda?

Puedes contactar a la experta en sus redes aquí

Cuando el sexo es como una droga

No es muy común en mi experiencia como sexólogo clínico recibir consultas de pacientes adictos al sexo, señala Ezequiel López. Es más, a pesar de ser relativamente frecuente –un 6% de la población sexualmente activa con algún grado de adicción sexual- es raro que pidan ayuda al especialista.

Sin embargo, lee viene a la mente el caso de un paciente, a quien lo llama Alejandro para proteger su privacidad, quien le consultó derivado por su médico psiquiatra.

Alejandro es profesor de gimnasia, y un hombre atractivo y seductor además. A pesar de tener una pareja estable, no podía parar de coquetear con sus alumnas ni dejar de ceder a las propuestas que tenía.

Necesitaba varios orgasmos al día para calmar su ansiedad sexual, lo que implicaba relaciones frecuentes con su pareja, con otras mujeres, y masturbaciones mientras miraba pornografía. Era impensado pasar un día sin algún tipo de “descarga” sexual, ya que sin esa “vacuna” no lograba estar tranquilo y le resultaba imposible conciliar el sueño.

«Desde una mirada masculina, podríamos decir que Alejandro es una especie de Latin Lover absolutamente envidiable, y que sabe lo que es la buena vida. Pero no es la experiencia que me contó en la intimidad de mi “confesionario”… los pensamientos sexuales y sus impulsos eran incontrolables, eso lo sometía a muchos riesgos tales como contagiarse una infección sexualmente transmisible, perder a su pareja, quedarse sin trabajo, pero por sobre todas las cosas no tener paz ni tranquilidad», señala.

La pueden padecer hombres y mujeres

La adicción sexual es un trastorno que padecen mayoritariamente los hombres, pero también se presenta en mujeres. Una persona que tiene un deseo sexual elevado no es necesariamente adicta al sexo. ¿Cuál es la diferencia?

Básicamente en la adicción sexual encontramos la ausencia de control sobre el impulso sexual. Ante la fuerte irrupción del deseo producto de un pensamiento, un estímulo físico interno o externo, no hay posibilidad de freno: el acto sexual (o masturbatorio) es estrictamente necesario, sea cual sea la situación, incluso si resulta claramente inconveniente o perjudicial.

Así, resulta imposible sostener una relación de pareja por las presiones a “tener sexo” permanentemente, las infidelidades o incluso las infecciones de transmisión sexual que pudieran contagiarse. Las relaciones sociales, el trabajo y cualquier proyecto se ven perjudicados por esa hiperactividad sexual.

Y además, aunque parezca lo contrario, son personas que viven con tal nivel de culpa y angustia de su sexualidad que tampoco la disfrutan. Por lo tanto la relación de necesidad que existe con el sexo (tal como pasa en las adicciones a las drogas) y la insatisfacción sexual son las características principales de este trastorno. A veces la situación es tan severa que se cae en una depresión, una ansiedad grave o incluso el suicidio.

¿Cuáles son las causas de la adicción al sexo?

López detalla que hay varias líneas causales, y debemos considerar diferentes factores que influyen: abusos sexuales en la infancia, hiperestimulación sexual a temprana edad, baja autoestima con necesidad de demostrar la capacidad de atracción o rendimiento sexual; trastornos psicológicos (como el trastorno obsesivo compulsivo o el trastorno bipolar), alteraciones neurológicas y neuroquímicas, estados de stress, entre otros.

La adicción sexual requiere de un tratamiento específico. A veces es una situación temporal, y otras es algo crónico. La psicoterapia individual no suele ser eficaz sin otras terapias de apoyo: psicofármacos indicados por psiquiatra, redes de contención, grupos de autoayuda, psicoterapia de pareja y de familia. Este trastorno es una enfermedad, no una elección, y debe tomarse como tal.

Conclusión: si tú, tu pareja o alguien cercano a ti están pasando por este trastorno, o si tienes dudas de padecerlo, no dudes en consultar a un especialista en sexología. Por más que sientas vergüenza o culpa, no te olvides de que en definitiva es algo que tiene que ver con tu salud física y mental.

 

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