Ecuador

Un derroche de emociones se vivió en la gran Ópera Pagliacci

El famoso elenco artístico y musical de la Ópera Pagliacci deslumbró en su estreno de la obra. Les contamos los detalles que se vivieron tras el escenario.

Por Gabriela Vaca Jaramillo

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Este martes 06 de junio del año en curso se estrenó una de las obras artísticas más esperadas desde hace dos años, tiempo en que artistas, músicos y más de un centenar de personas soñaron y se prepararon para plasmar a la realidad la gran Ópera Pagliacci, del compositor italiano Ruggero Leoncavallo. El Conservatorio Franz Liszt y otras instituciones hicieron posible traer por primer vez esta quimera al escenario del Teatro Bolívar, en el centro histórico de Quito.

Un sinnúmero de emociones se viven cuando aprecias un escenario repleto de exponentes y artífices que te convierten en otro protagonista de la historia de Pagliaccio y la traición de su esposa Nedda, basta solo sentir la música de la orquesta de la ópera, guiados por la Maestra Ángeles Terreros para inmiscuirte en este sublime mundo.

Sin embargo, previo a los tres llamados que advertían el inicio de la esperada obra, decidí espiar a todo el elenco tras el escenario. Sobre la calle Flores, un callejón repleto de grafitis me recibió, era como ingresar a un túnel que te guiaba a la magnífica cuna de los músicos, actores, maquillistas, entre otros. Los suaves acordes de los violines que salían de varias esquinas de un cuarto lúgubre eran los culpables de que mi piel se erize. ¡Bendito sonido el que siempre me ha hipnotizado».

Por otro lado estaba el grupo de los trompetistas y se destellaban, como mariposas en el aire, las notas de los flautines y clarinetes. Sin duda, cada uno centrado en enamorar con sus sonidos, denotaban un nido hinchado de melodías.

Y con esa sensación llegué hasta el camerino de los personajes de la Ópera. Juan Pablo Acosta, director escénico, caminaba de un lado para otro, supervisando que todos estén maquilllados y con sus coloridos trajes, muy característicos por su elaboración y detalles relumbrantes.

«Nunca salgo al escenario sin abrazar a alguien, es mi conjuro infaltable. En este caso lo hice con mi asistente de dirección y la directora del Conservatorio. Además de eso en el estreno, siguiendo las costumbres del teatro, siempre boto un poco de azúcar en una pata del escenario y fuera de los camerinos, también puse una hojas de ruda. Todo por esperar los mejores augurios», detalló acotando que ha sido el reto de mayor responsabildad en toda su carrera artística.

Su madre, María del Carmen Calderón apoyó con el maquillaje de algunos personajes incluyendo Pagliaccio y Arlecchino; el resto fue maquillado por personas de su equipo y Calderón puso los detalles y toques finales.

Mario Ayabaca, quien representa a un gitano, me miraba con mucha energía, la misma que transmitió a todos los asistentes con su actuación. Cuando le cuestioné sobre su cábala me dijo que es simple y sencillamente el presente porque su inspiración en tiempo real proviene de las divinidades inspiradoras de la música y el arte como si se tratara de las nueve musas griegas.

«A través de mi actuación yo quiero transmitir mi amor por el arte y la música, es un estado de conexión con un mundo genuino, ese que saca lo mejor de mi. Los seres humanos estamos destinados a transmitir la armonía de todo el universo, es un punto de vista que proviene de Grecia», me dijo.

Mientras todos mostraban sus ansias por estar en el escenario correteaban los niños y niñas que fungían de aldeanos ya que la historia está basada en un trío amoroso de una aldea italiana en los años de 1870.

Con el Himno Nacional del Ecuador empezó la famosa Ópera, un guión cantado en italiano inspiraba a todos los asistentes a empaparse de la narración estampada digitalmente sobre el telar superior del escenario.

Andrés Córdova, representó a Canio y Pagliaccio; la directora del Conservatorio Franz Liszt, sofía Izurieta dio vida a Nedda y Colombina; Aleksander Tamazou representó a Tonio y Taddeo; Diego Malkdonado (Silvio) y José Vinueza (Peppe, Arlequín). Además participaron niños, jóvenes y adultos del coro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el coro del Consejo Provincial de Pichincha, y del propio Conservatorio. Fueron dos horas de conmoción con un respiro de 20 minutos que dejaban la sensación de intriga para ver el desenlace que seguramente deja absorto a cualquiera que lo ve.

Tras este fascinante estreno se vivía una verdadera fiesta en los camerinos, todos quienes lo hicieron posible salían con la «sonrisa de hornado», con ganas de repetirlo este jueves 08 de junio y la función de gala que será el sábado 10 junio.

El ruso Tamazou destacó la participación de los ecuatorianos «por sus timbres de voz que conquistan». Su experiencia en el Conservatorio Estatal de Tbilisi, Georgia, el Conservatorio Estatal Komitas de Yerevan Armenia, como Cantante de Ópera, Concierto y Profesor del Franz Liszt le ha permitido destacarse y ha impulsado la participación de sus alumnos para compartir esta alegría.

Además el protagonista, Pagliaccio, representado por el guayaquileño Andrés Córdova, agradeció esta magnífica oportunidad. «Mi mayor temor era no superar las expectativas de mis compañeros en el escenario pero no los defraudé. Fue un reto superable aprendernos el guión en italiano porque ya tenemos bases y pues me sentí honrado al demostrar este rol cargado de entrega emocional», contó muy complacido.

Pero él no era el único que irradiaba esa imagen de regocijo. Natalia Robelly, diseñadora de vestuario, expresó su grata impresión por este logro. «Había esperado este momento en estos dos años y al fin llegó el día. Los trajes de Colombina y Arlequino fueron los más característicos ya que fueron elaborados sobre seda y tafetán colocando los detalles de uno en uno y esto se resume en cientos de triángulos de colores cosidos a mano y quemados sus extremos para dar un toque más real.

Isabel Sani y su hija Kelly fueron las costureras quiteñas que colaboraron con estas creaciones de vestuario. La tela fue traída desde Guayaquil y acá se hicieron las combinaciones.

Mi medio era el entallaje ya que somos muchos y algunos han engordado, otros han adelgazado y ya podrás imaginarte. Estos son gajes del oficio y gracias a dios salimos genial», señaló.

«Mami, mami», decía el pequeño Fernando a su madre, Sofía Izurieta, la otra estrella de la Ópera, quien con su voz cautivó de principio a fin. «Este fue mi debut en una obra de este nivel, en toda esta etapa me quería conectar con la gente, he vivido un verdadero sueño y mi gratitud es extrema con todos y cada uno de los que lo hicimos realidad.

Todo cantante ha aprendido a leer partituras en varios idiomas así como es el alemán, inglés, italiano, español, y más, en música académica y esto nos facilitó para hacer la ópera gracias al alfabeto fonético que permite descifrar los sonidos de cualquier idioma sin necesariamente hablarlo.

Creo que el único temor que tenía es que no podía llorar de tanta alegría que me daba porque se me cierra la garganta entonces yo decía que tengo que controlarme para que todo salga perfecto. Mi emoción se desborda del corazón, es algo único haber reunido a tanta gente en nuestro país y le dimos una obra que se merece superando cualquier obstáculo, convirtiéndonos en una gran familia solidaria y con el renacimiento de la esperanza por más arte», culmina la espléndida Colombina de Pagliacci.

Son las 22h35, de una esquina del Teatro sale una señora con escoba y pala, que ha limpiado la madera lustrosa del escenario. Apaga la última luz reflectora y se despide hasta la próxima función.

                                  

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