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Cristián Sánchez: “No soy el súper papá ni nada, simplemente me gusta serlo”

Es papá por voluntad de Pedro y Diego, hijos de Diana Bolocco. Y pocos años después llegaron Facundo y Gracia. A sus 45 años, el animador de “Muy Buenos Días”, de TVN, describe cómo se relaciona con ellos, qué les enseña y en qué aspectos se muestra intransigente.

Por Carolina Palma Fuentealba. Fotógrafo: Gonzalo Muñoz.

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En general no le gustan los «días de», no le gusta que le impongan una celebración, pero entiende que existan. Cristián Sánchez prefiere la sorpresa, la situación inesperada. «Siempre celebramos el Día del Padre. La primera vez que tuve fue cuando llevaba un año pololeando con la Diana. En ese momento Diego y Pedro (hoy de 13 y 16, respectivamente) me esperaron con carteles colgados en la sala de la casa que decían ´Feliz día Papá´. Ahí lloré con todo, sentí la importancia de esa celebración. Ahora no me hacen dibujos; me dicen ´te invitamos a almorzar y tú pagai´. ‘OK, acepto'», relata entre risas el conductor del matinal «Muy Buenos Días», de TVN.

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¿Apura los procesos comenzar una relación con una mujer que tiene hijos? ¿Se pone más serio rápido?
Sí, sí. Ahora, es una situación que jamás me imaginé. Si me decían que podía escoger entre una soltera sin hijos a una con hijos, hubiese escogido sin hijos, era más fácil. Jamás me imaginé que podría enamorarme de una mujer con familia armada. Me llegó, fue un charchazo de amor en la cabeza, y cuando desperté del charchazo, me di cuenta que me gustaba esa mujer y sus hijos. Conociendo a la Diana, sabiendo cómo es, era imposible tomarse ese inicio de relación a la chacota. Desde el día uno fue formal, una relación de dos personas grandes. La génesis de nuestra relación fue un compromiso total.

¿Cuál es el aporte de un hombre a esta familia formada?
A Diego y Pedro los conocí a los 3 y 6 años. Esto debería decirlo la Diana, pero creo que les aporté vértigo. Es decir, juegos. La Diana es divertida, lúdica y todo, pero es estructurada, y yo soy la desestructuración en persona. Llegué a desarmarles el naipe. Igual tú ves a Pedro y es como serio, estructurado, metódico, simpático, y Diego es más etéreo, divertido. Son dos cabros espectaculares, sanos, transparentes. Para mí fue fácil en términos futbolísticos incluso, porque como eran chicos, aún no eran hinchas de ningún equipo, hablé de Colo Colo y hoy es el equipo de la familia. Y eso en muchos ámbitos.

Te recibieron bien…
Ellos me recibieron con un cariño enorme, fueron muy generosos con este extraño que llegó a sus vidas. Nunca tuve una mala cara, una mala palabra. Al contrario, se dio todo para que fluyera bien y no hubiese heridas, más allá de la separación de la Diana.

¿Cuándo te diste cuenta que eras un papá para ellos?
Cuando me regalaron tarjetas para el Día del Padre. No lo esperaba. Me entregué a ellos y quería que estuvieran bien, que se sintieran apoyados, más allá del apoyo de su papá.

¿Qué te pasa con la relación que ellos tienen con su papá? ¿Hay celos?

No, nada. Con Gonzalo ya somos amigos. Salimos harto con él y su señora, nos juntamos y hasta carreteamos. Estuvieron el sábado en mi casa, de hecho. A mí me dicen «Cris», no papá. No existe competencia entre nosotros. Lo hemos conversado muchas veces. Él no me ve como competencia, me lo agradece. Finalmente, es rico ver que tus hijos están bien cuidados, que son protegidos, entonces ese inicio de la paternidad con ellos fue exquisito.

¿Ves cosas tuyas en ellos?
Tengo un humor medio negro, ilógico y a veces estúpido, y los dos a veces me dicen: «Hoy en el colegio dije un chiste muy tú, muy de tu estilo». De alguna manera se les ha ido pegando esa parte de mi personalidad. Siempre me molestan porque soy desestructurado por una parte, pero también tengo mi lado formador y «reglín».

¿En los estudios?
No, en los estudios soy un hombre de espíritu libre. Pienso que no todos estamos llamados a ser estudiosos. En ese sentido, de verdad, me dan lo mismo las notas… (¡ojalá que no lea esto la Diana! (ríe)). Mis reglas van por la formación, para que sean tipos abiertos, tolerantes, cariñosos, que se preocupen por hacer el bien. En esas cosas soy intransigente. Una mala palabra o una mala cara con otra persona, ahí los cuestiono. Lo único que busco es que sean felices…

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Me imagino que hasta te piden consejos sobre las mujeres…
Están en los 13 y 16 años, así es que sí. Uno puede pensar que los consejos de uno están obsoletos, pero no. Me escuchan con atención cuando hablamos de esos temas, y ha pasado la situación tal cual se las preví.

¿Somos predecibles las mujeres?
Bueno, hay un formato (ríe). Son poco predecibles en general, pero algunas reacciones son esperables, y ahí apunto. Hasta el momento me ha ido bien. Me creen (ríe).

Después vendrá la Gracia con preguntas.
Ahí va a ser más complicado, pero le puedo contar la versión masculina del asunto, entregar pistas en la adolescencia. Uno se las sabe todas, del manual del galán usé todas las técnicas, de la página 1 a la 100, así es que por lo menos le puedo advertir para que no sufra.

¿Cómo vivieron la llegada de Facundo y Gracia?
Ellos se lo tomaron súper bien, fue un notición que remeció la casa. Una guagua viene a renovar los aires de una familia. Además, ellos son grandes, están armados, entre comillas, y la llegada del Facundo fue exquisita, porque los grandes son guaguateros, y obviamente uno hace la posta en la formación. Uno ve que ellos, que están en la pubertad, que podrían no preocuparse del cabro chico, están todo el día pendientes de él, de enseñarle, leerle, de jugar fútbol.

¡Menos pega para ti!
(ríe) Sí, y ahora ando con poco tiempo, así es que lo agradezco. El Facu es un buena onda, es exquisito. Ahora con la llegada de la Gracia, más todavía. La revolución fue mayor, porque llenó la casa de energía femenina. Estamos todos descubriendo cómo es una niña dentro de la casa.

Claro, además te criaste sólo con hombres, y seguías igual…
Sí, somos 7 hermanos, y el papá de Pedro y Diego también tiene 2 hijos de su segundo matrimonio, entonces la revolución de la Gracia ha sido total. Está pintándose, arriba de los zapatos de la Diana…

¿Es más tranquila?
No (ríe). Es encantadora, dulce, pero a eso le sumó una gran personalidad. Ella sin hablar nos manduquea a todos. Levanta el dedo, hace un sonido y nos manda. Estamos a su orden.

¿Ves la diferencia con los hombres? ¿La miras distinto? ¿Te mira distinto?
Lo he notado más de ella hacia a mí. Siempre te dicen que la niñita es de papá, y comencé a sentir esa mirada especial de ella hacia mí, de admiración. La voy a hacer dormir, se demora ene rato, me quedo al lado sin decir nada, y de repente se da vuelta y me agarra la cara con sus dos manitos, se me pone a dos milímetros de la cara, y me empieza a decir: «Papá lindo». Me la quiero comer, pero me hago el dormido. Su tono de amor es exquisito. Ya está establecido que es de papá. El Facu es mío, completamente mío también. Tenemos una relación porque somos los partner, los compañeros. La Diana está envidiosa de esa relación, así que con la Gracia pensó que sería distinto. Durante el primer año, lo logró, pero de aquí para adelante, perdió no más.

¿Compartes lo suficiente con ella?
Ahora estoy en periodo de harta pega. El matinal termina a la una y media, después entro a pauta, a las 3 vuelvo a casa por una hora, parto a ESPN y llego en la tarde. Eso les pasa a muchos papás, la veo en horarios normales para todos, pero me había mal acostumbrado, porque esta pega es distinta.

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El tiempo siempre es escaso…
Lo que más me da pena es no estar con la Gracia. Cuando nació Facundo renuncié a la radio para estar con él, quería ESTAR, con letras grandes. Ahora con la Gracia se me dio la coyuntura de, además del matinal, tomar lo de ESPN, una pega soñadísima para un tipo que ama el deporte como yo, que siempre vio este canal como una súper meta.

Ustedes tienen una situación privilegiada con respecto a la mayoría de la gente. ¿Hablan sobre eso?
Sí, desde el día uno les he contado que nací en el periodo de la UP. Me molestan cuando repito la historia, de hecho. Se las cuento para que le den valor a cada cosa que tienen. Ellos viven de forma privilegiada, pero me encanta el espíritu de austeridad con el que lo hacen. Nunca me piden plata. Tienen una pequeña mesada para el colegio, y nada más. Jamás piden que le compren ropa, por ejemplo. En ese sentido hemos hecho bien la pega, porque son sumamente aterrizados, conectados, son solidarios, se preocupan por el otro. Cuando los miro me siento tranquilo. La Diana ha hecho una súper pega en mantenerlos aterrizados.

¿Cómo manejan el tema de la tecnología?
De partida, soy bien carnaza y bien purista. No tenemos horarios establecidos, pero sí momentos en que sabemos que no se tienen que usar los celulares. Es una lucha transversal que todos vivimos. Estamos invadidos de tecnología, llenos de estímulos que vienen por todas partes, así es que cuando estamos, estamos de verdad. Cuando comemos, comemos sin celular. Hay un concepto gringo que uso: cell parking, para que estacionen el celular. Ellos lo saben y obedecen, porque está establecido. Cuando estamos todos, el celular no existe y, si llega a sonar, uno sale en silencio, sin molestar.

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Así fue el backstage de la sesión de fotos de Cristián Sánchez para Nueva Mujer

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