Espectáculos

“Lápiz de Mina”: Desnudando nuestra alma

Este Festival de Dramaturgia Femenina vuelve en su tercera versión al GAM, del 12 al 30 de agosto, en el marco de la conmemoración de los 70 años del Premio Nobel de Literatura de la poetisa Gabriela Mistral. Aquí verás el trabajo de estas tres talentosas dramaturgas.
Por Carolina Palma Fuentealba. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

Camila Le-Bert (33), actriz y dramaturga, creció entre Minnesota y California, en Estados Unidos. Volvió a Chile, y después realizó un magíster en Nueva York. Cree que al estudiar teatro en Chile nadie se plantea sólo como actor, sino que es más común pensarse como teatrista o persona de teatro. En la escuela se van identificando, de manera natural, los roles que cumple cada uno con mayor naturalidad, y fue así. «Nos juntábamos a hacer algo y yo terminaba de alguna manera encargada de organizar, de hacer la planificación y ordenar la información. Eso devino en dramaturgia y dirección».

En su trabajo prefiere incorporar temáticas como la identidad de la mujer en términos sociales, sus épicas públicas y privadas, y entender cómo podemos vivir con mayor tranquilidad, más naturalidad y menos culpa, menos restricciones a la luz propia. Como hitos dentro de su carrera menciona a Benjamín Galemiri, que la impulsó mucho a seguir escribiendo en mis primeros años; el premio del Festival Víctor Jara y, sin duda, la beca Mideplan para estudiar Dramaturgia tres años en Columbia, y luego la experiencia del Royal Court.

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¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?

Dependen del material con que se trabaje y cuál es el objetivo en ese momento. Para la obra «Chan!» en particular, puedo nombrar del cine a Ingmar Bergman, «Escenas de la vida conyugal», Mike Nichols de «El Graduado», Noah Baumbach de «Frances Ha» y textos del tipo «¿Cómo reconstruimos un nosotros?» de Norbert Lechner, «Traición» de Harold Pinter y, por supuesto, a Phil Collins.

¿Qué obras de teatro se convirtieron en tu referente?

Me marcó muchísimo cuando conocí el trabajo de Caryl Churchill, una dramaturga británica tremenda. No hay mejor ídola que ella, innovadora en todo sentido, una revolucionara de la forma en que conjuga contenidos poderosos y profundamente inquietantes.

¿Tus próximos proyectos?

Todavía se están macerando. Espero terminar el año con un par de obras nuevas en su primer borrador. «Lápiz de Mina 4» ya se está trabajando para el próximo año, se viene mejor aún, aunque no lo crean. Estaré en Coyhaique en septiembre haciendo un taller de dramaturgia para la región austral, como parte de un proyecto del Consejo de la Cultura ligado a la Muestra de Dramaturgia que busca apoyar la escritura de textos teatrales fuera de la capital. Estoy muy entusiasmada de conversar con los escritores australes, sus realidades son fascinantes. En octubre viajaré al Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, al Encuentro de Mujeres, donde realizaré un taller y voy a presentar el proyecto «Lápiz de Mina».

¿Cuál es tu papel en «Lápiz de Mina»?

Soy la directora artística, además de presentar mi obra «Chan!», como semi-montaje del Royal Court. Es un gran trabajo, muy apasionante, de diseñar las actividades, redactar los contenidos y articular redes de cooperación para la organización.

CUESTIONAMIENTOS A LA CLASE ALTA

La escritora Begoña Ugalde (31) siempre se ha interesado en el teatro por la posibilidad que ofrece de ponerle cuerpo y acciones a los textos. Empezó a escribir obras gracias a un empujón que le dio su amigo Pablo Paredes, a quien conoció por la poesía y le propuso que escribieran entre los dos una obra sobre los temas que en ese momento les inquietaban. «La cosa fluyó muy bien y me di cuenta que me resultaba entretenido imaginar personajes, escenas y diálogos. Desde entonces me lancé con proyectos personales», recuerda.

En sus trabajos ha ahondado en el tema de la clase alta chilena. Su interés surge al entender que ahí se concentra un poder que tiene a Chile estancado. Le parece que son grupos muy reducidos de personas que no logran avanzar realmente en temas de salud, educación y derechos individuales, porque aquí la elite está ligada a transnacionales y grupos religiosos. «A pesar de conocer de cerca este lugar, no deja de llamarme la atención el nivel de desconexión que existe entre la clase alta y el resto de la población. Es como si fuera un mundo aparte, otro país, y sin embargo, dominan la realidad de todos. Ahora bien, cuando hablo de este grupo, mi intención es articular un retrato complejo, no una caricatura. He visto familias de una inmensa riqueza material y con grandes niveles de violencia, incomunicación, enfermedad, en resumen, vidas que no me parecen deseables. Creo que es difícil ser realmente feliz si para mantener tu estatus tienes que explotar a otros. Eso en algún punto hace crisis. A pesar de esto, en vez de satanizar a la clase alta, trato de dar cuenta de que un sistema tan segregado nos perjudica», dice.

Dentro de sus publicaciones recomienda leer su primer libro de poemas editado, «La Virgen de las Antenas» (Editorial Cuneta). Lo escribió de manera visceral y urgente, en poco tiempo, y habla de temas complejos en un lenguaje propio.

En el imaginario uno piensa que los escritores trabajan de noche, en su pieza, solos. ¿Dónde y cómo escribes?

Vivo en pareja, por lo que intento no trabajar en la pieza sino en un espacio que tengo dentro de mi casa donde logro concentrarme. Si no tengo que hacer clases o trámites, escribo durante las mañanas cuando mi hijo está en el colegio y también cuando me desvelo…, que me sucede bastante.

¿Qué proyectos tienes en marcha?

En lo más inmediato, tengo ganas de terminar un par de obras que estoy escribiendo que son complementarias, como una primera y segunda parte de la misma historia, pero que transcurren en tiempos y espacios distintos. En el verano voy a lanzar un poemario con Pez Espiral, lo que me tiene muy contenta. En definitiva espero seguir escribiendo todo lo que pueda.

¿Qué veremos en «Lápiz de Mina»? ¿De qué se trata tu trabajo?

Se va a realizar un semi-montaje dirigido por Hugo Castillo de una comedia que escribí en el marco de los talleres del Royal Court que se hicieron en Chile durante el 2011 y 2012, y de los cuales tuve la suerte de participar. La obra se llama «Toma» y se trata, como dice el título, de una toma universitaria durante la cual la protagonista queda embarazada de uno de sus líderes. Esto genera tensión en cuanto a los problemas personales de los personajes y sus grandes ideales, que tienen que ver con ámbito público. A través de este conflicto trato de plantear que en el mundo privado se articula lo político y de problematizar el tema de la educación desde distintos puntos de vista, no sólo del tener recursos para que sea gratuita, sino de cómo ésta se piensa.

LAS INJUSTICIAS QUE DIVIDEN CHILE

La actriz, dramaturga y directora de teatro Daniela Contreras Bocic (36) siempre escribió para los actos del colegio, poesías y cuentos. Le gustaba mucho el cine también, pero cuando entró a estudiar Teatro le encantó; de hecho, siempre le reencanta. Cuando egresó de la Escuela de Teatro entró al taller de dramaturgia de Juan y Flavia Radrigán, y ahí empezó a escribir más seriamente, a postular a concursos, seguir estudiando con otros autores, financiar trabajos, formar equipos; en resumen, hacer rodar esta maquinaria tan difícil que es hacer teatro.

«Empecé a dirigir mis obras, las de otras personas y a colaborar en proyectos importantes como el Off Dramaturgia Chile. Ahí conocí a colegas, y eso ayudó a relacionarme con personas que estaban en esa misma búsqueda. Digo esto porque en general los dramaturgos en Chile somos actores y actrices, no existen estudios superiores de dramaturgia ni de dirección teatral, y esto hace que el oficio tenga un carácter más complejo», explica Daniela.

Realizó talleres de dramaturgia en Argentina porque siempre admiró este país por su teatro, y se encontró con una superpotencia, porque Buenos Aires está pensando en materia de teatro a otro nivel. Sobre la poca asistencia del público chileno a los teatros, analiza que no se relaciona con los precios, sino con la visibilidad y la difusión de los proyectos. Porque, por ejemplo, los conciertos se llenan y los valores son muy superiores al de una obra de teatro, que es muy difícil que supere los 5 o 6 mil pesos, y 3 mil para estudiantes, convenios y tercera edad, al menos en el ámbito independiente. «Me parece que este problema se podría solucionar, por un lado, con una mayor presencia en los medios de los trabajos independientes, y no sólo de súper producciones. Espero que ahora que habrá un canal de arte público, que es un nuevo proyecto, esto cambie y ayude. Otra solución que podría implementarse es pensar en cambiar la organización de los espectáculos de la cartelera, como en Argentina, donde hay una plataforma que concentra toda la información y reservas en un mismo sitio web», específica.

¿Consideras distinto el trabajo de un dramaturgo hombre que uno de mujer?

Bueno, ese es uno de los propósitos de «Lápiz de Mina», reflexionar con mayor conocimiento acerca de ese tema. Encontrar puntos en común en lo que estamos haciendo en Chile en materia de género, las genealogías. No existe una investigación a la fecha, o yo la desconozco. Es muy importante que se produzca este debate, que exista, es bien controversial, pero me parece necesario. Ahora bien, sí creo que hay mayor presencia de textos masculinos en cartelera, y esa es una de las diferencias más importantes.

¿Qué dramaturgos admiras?

Me gusta mucho el trabajo de Carla Zúñiga, de hecho durante dos años trabajé dirigiendo textos de ella. Me parece que está haciendo algo totalmente distinto en el panorama de lo actual. Es brillante su trabajo. También admiro mucho lo que hace Guillermo Calderón, Bosco Cayo, Luis Barrales y Marco Antonio de la Parra en Chile. De otros países me encanta Romina Paula, Lola Arias, Caryl Churchill y Santiago Loza.

Dentro de «Lápiz de Mina», ¿qué presentarás?

Es la historia de una mujer que busca ajustar cuentas con la familia que hizo desaparecer a su madre durante el último año de dictadura en Chile. Pero es un ajuste bien particular y absurdo, porque en el marco legal de nuestro país todavía hay mucho pendiente en este plano, y por tanto eso aparece. Lo que hace la protagonista es reconstruir la escena del día que desapareció su mamá, boicoteando el cumpleaños del hijo de su amiga con la que compartió su infancia, en la misma casa, muchos años antes. Entonces el público puede identificarse mucho con este periodo histórico, en el que crecer significaba que si bien jugabas con tu vecino y lo pasabas súper bien, había un ambiente de peligro terrible. Jugar tenía otro carácter.

Es una obra que tiene mucho humor, pero que busca contar cómo es que nos convertimos en un país con tantas diferencias en el plano de lo social, por estas injusticias que siguen existiendo y conviven todo el tiempo entre nosotros. Es una historia inspirada en un hecho verídico.

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