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Cuánto y cómo influye nuestra madre en nosotros… según el psicoanálisis

Sospechamos que su figura e influencia es relevante, pero no sabemos con certeza de qué forma nos moldea y direcciona nuestra forma de actuar en el amor, en el trabajo y en la familia. La psicoanalista Constanza Michelson nos explica su incidencia.

 

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Si indagamos un poco en nuestra vida, nos damos cuenta que la madre afecta muchas de nuestras decisiones. Es más, el trato que nos dio, las palabras que repetía, las órdenes –y mil etcéteras– retumban en nuestras cabezas cada cierto tiempo. Con el fin de comprender su influencia real contactamos a Constanza Michelson, psicoanalista, actual panelista del programa «Toc Show» (UCV) y de radio Paula, quien revela y desmitifica ciertas premisas. «El deseo humano está estructurado de manera alienada, es decir, uno siempre está hecho de otro ser humano, entonces, es claro que te marca; pero separarse de la madre es una cuestión fundamental», advierte.

Para entender por qué afecta, Constanza explica que primero existe una diferencia muy obvia, pero rescatable: los seres humanos, a diferencia de los animales, no nacemos caminando, entonces dependemos mucho tiempo de otro. Además, el psiquismo del bebé es indiferenciado, es decir, una guagua no sabe que existe otra persona, son uno con la madre biológica o con el cuidador, que incluso puede ser hombre.

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El rol de la madre: «La mamá puede ser la tía, la abuela, la nana, el padre; nunca sabes quién cumple esa función. Cuando no está la figura, se provocan patologías graves. Por ejemplo, se hizo un estudio en los niños que quedaron huérfanos en la post guerra. Los dejaron en una cuna, nadie los contenía ni hablaba, y un gran porcentaje vivió una sicosis. Uno necesita de otro que te estructure, precisas un ser humano que te enseñe a ser Ser Humano».

Me estoy convirtiendo en mi mamá: «Uno toma aspectos de sus propias vivencias. La maternidad siempre te convoca los modelos que aprendiste, por eso uno empieza a tomar esos recursos inconcientemente».

Quiero ser perfecta: «No existe la madre perfecta, y el hecho de que alguien quiera ser perfecta sí es un problema. Aquella que quiere ser demasiado ideal no lo hace por el hijo, sino por ella misma, y puede generar problemas porque no permite que los niños crezcan, que se separen. Te puede definir todo el tiempo, te dice cómo son las cosas, te llena de imperativos que no te dejan vivir. Por otro lado, una madre que muestra sus fallas le permite entender al hijo que no tenía toda la razón, y que puede pensar por sí mismo. El amor se expresa en poder dejar que el hijo sea distinto, es clave para que pueda hacer un camino por su cuenta. Hay que relajarse, entregarse a la maternidad, pero dejar respirar».

Soy aprensiva: «Es importante entender que el gesto básico de la maternidad es saber acoger y luego separarse. No es acoger y quedarte con ‘tu producto’. En psicoanálisis, a diferencia de otras terapias, si ves a un adolescente medio perdido, algunos dirían que le falta mamá, pero en realidad se les puede recomendar separarse aún más para que tomen un camino propio, para no confundirse».

La separación del hijo: «El discurso de la madre importa mucho. Sus palabras marcarán tu posición afectiva, la relación con la separación. Una madre que no da afecto, desconectada, tiene implicancia; pero una madre demasiado buena, muy posesiva, resulta peor. Lo mejor es ser ‘apenas buena’, es decir, una que de comprensión, pero que también permita la separación desde el principio. Esa separación implica entender que ese hijo no es absolutamente producto tuyo. También hay que permitirle que entren otros a la relación, como el padre. Las mamás más perturbadas, que inconscientemente no se separan del hijo, provocan que él nunca entienda la separación entre yo y otro».

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