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La bruja de mis pesadillas: cuando tu suegra te hace la vida imposible. Por Leo Marcazzolo

Maliciosamente, empoderándose como una verdadera estratega a punto de pisar la guerra de su rol de arpía, jugó perfectamente a ser la maldita y hacerse la buena.

 

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El otro día iba caminando por la calle, y de pronto comencé a observar obsesivamente mi reflejo en las vitrinas. No sé por qué, pero mi expresión era de odio. De un odio negro y una ira intensa. Me había acordado de alguien con la cual había tenido una dura rencilla un largo tiempo atrás. Y es que a pesar de los años, aún no había logrado olvidarla. Definitivamente, a mi ex suegra jamás pude enterrarla. Aquella mujer fue sencillamente de pesadilla. Como un tarugo, abominable.

Y es que desde un comienzo, debo decir, todo comenzó mal. Ella se portó terrible. Maliciosamente, empoderándose como una verdadera estratega a punto de pisar la guerra de su rol de arpía, jugó perfectamente a ser la maldita y hacerse la buena. Y por lo mismo solía tener esa expresión característica de permanente martirio. Como ratón al que le han quitado su queso. Me miraba así sólo para hacerme sentir miserable. Sólo para eso, y lo lograba.

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Después de cada discusión –recuerdo– fijaba sus ojos en mi cara, como un conejo que aguarda con pánico a su cazador, y luego ponía una voz temblorosa tal que inclusive era capaz de darle aún más verosimilitud a su personaje. Porque su personaje era el de la «eterna sufriente», y el mío el de la eterna victimaria. Eso, a pesar de que nunca en mi vida había sido tan víctima. Porque nunca en mi vida había conocido a una mujer tan manipuladora. Sólo bastaba con ver la forma en que ponía a su hijo en mi contra para comprobarlo.

Una vez, por ejemplo, llegó al extremo de inventarle que yo le había dicho «vieja metiche», sólo para avivarle el odio. Y el muy palurdo se lo creyó. Se lo creyó de tal forma que hasta se amurro dos días. Dos días con sus noches en que estuvo mirándome con cara de pedo, sólo por el mínimo hecho de haberle pedido a su mamita que «por favor» me tocara la puerta antes de entrar.

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