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Fin de una relación: ¿cómo terminar con los lazos invisibles que te unen a tu ex?

Uno de las eventos dolorosos de la vida es el corte o el término de uno de los proyectos más importantes para les personas, como es el quiebre del matrimonio o de la convivencia, o del proyecto de pareja/familia.

 

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Por Edmundo Campusano

Una cosa es el dolor de la ruptura y otra es agregar a ello la angustia de la confusión, de los enredos relacionales, de no saber qué y cómo hacer este proceso de corte, cómo transitar hacia una nueva manera de relacionarse y de cortar bien con el otro, más aún cuando son padres, justificando en varias ocasiones muchas acciones «por el bien de los niños».

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Si ya es difícil terminar, si separase duele lo suficiente, quizás sea mejor hacer las cosas adecuadas para poder tener claridad, ya que ésta permite que el dolor dure menos tiempo, y ayuda a reinventarse más rápidamente, no sólo a uno mismo, quizás a los hijos también (el asumir la realidad).

Lo más difícil de terminar en una relación son los «lazos invisibles» que quedan y que te conectan con el otro. Es decir, esas lazos, esos modos de relacionarse, esas maneras de hablar y estar, que mantienen el sentir que el otro aún es parte de mi vida, que cuento con el otro, que «siempre estará ahí», que sólo nosotros «nos conocemos tanto», que existe un grado de lealtad superior entre nosotros, que mantenemos lazos con la respectivas familias de origen y que confiamos en el otro, aún cuando estemos separados y le tengamos rabia, que somos, aunque sea inconscientemente, una familia.

Son estos lazos los que, aún cuando duela, hay que trabajar para  ser cortados, hay que hacer los quiebres y cambios necesarios en las de dinámicas cotidianas, para que se modifiquen y podamos comenzar a dejar de sentir esos lazos que nos «conectan», y en consecuencia, dejar de estar separados, sin estarlo emocionalmente o ilusoriamente (una paciente me decía: «no, si yo estoy separada, ya no siento nada por él», al preguntarle «que pensaste hacer el otro día que tembló fuerte, a quien pensaste de inmediato en acudir?, solo se sonrió, y me dijo:,,,…bueno , a él, es que aunque ya no lo quiero me da la sensación de protección, es que fueron tantos años!»).

¿Qué estoy diciendo en concreto?… Sí, que debes dejar de hablar cotidianamente con el otro (o lo menos posible y lo más preciso, sólo lo necesario), que tienes que alejarte un tiempo, que tienes que tomar distancia de la familia del otro, que tienes que tener claridad de qué cosas, temas y tareas son tuyas y ya no tienen que involucrar al otro, que ya te las tienes que arreglar por ti misma(o), que ya no tienes que «contar» con el otro, (claro, si son padres podrán contar y conversar sólo lo que refiere los hijos, pero nada más. Ej.: podemos hablar de quién va a la reunión de apoderados, pero no tienes que contarle por qué no puedes ir tu!)), incluso que ya no puede llegara a TU casa cuando quiera y sin avisar, como lo haría cualquier otra persona. Es decir, aceptar y hacer entender (al otro y a ti misma) que ya no son nada juntos, que cada uno tiene su vida y que, si hay hijos, es lo único que los implica o justifica el hablar y hacer ponerse de acuerdo.

Parece duro y fuerte lo que señalo, pero he visto -en la práctica clínica- cómo las personas no hacen estas cosas y así mantienen relaciones confusas, enredosas con los ex, y al final del día, la vida es puro sufrimiento o se mantiene una extraña sensación de estancamiento y de no avanzar. Ya es suficiente el dolor del quiebre, como para agregar más problemas no haciendo lo que se debe, aún cuando no sea fácil. Nadie dijo que hacer lo que se debe sea siempre fácil. Pero quizás haciendo lo correcto, tomando las decisiones adecuadas, puedas sentirte mejor y retomar el control de tu vida.

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