Espectáculos

Pollo Stop: Que no cambie

Pollo Stop Av. Vitacura 6805, VitacuraF: (02) 219 2848 Dom a Jue de 12:00 a 00:00 Vie y Sab de 12:00 a 02:00 hrs

[ficha]Estudié toda mi vida frente al Pollo Stop de Apoquindo. A la hora de almuerzo, el olor a pollo asado llenaba el patio del colegio y daba un hambre feroz. Pero Apoquindo es caro y el terreno no se estaba aprovechando bien en un local de pollos asados así que un buen día voló (literalmente) de ahí y en pocos meses construyeron un edificio recubierto en cristal. Atrás quedaron esas tardes codiciando un pollo asado a las brasas, y esas papas fritas perfectamente doradas y crujientes que sabían a gloria. Pero el Pollo Stop no murió cuando se fue de Apoquindo, porque tenía otros locales como uno de Av Las Condes (que también voló), otro en Viña (que también voló) y otro en Vitacura que sigue ahí, firme. Al mismo tiempo se diversificaron abriendo locales “express” en algunos malls.

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Años después, también voló el colegio donde estudié. Ahora otro edificio empieza a construirse replicando el destino del Pollo Stop. Por eso cuando pienso en Pollo Stop pienso en recuerdos que se quedaron sin escenario, y en sabores que ya no sé si eran reales o sólo los idealicé.

El fin de semana fuimos con una pareja de amigos al Pollo Stop de Vitacura, porque íbamos con niños chicos y escuchamos que el lugar tiene ahora un patio interior con juegos. Resultó ser cierto y, como pocas veces, pudimos almorzar sin tener que correr detrás de los niños. No es la gran cosa pero cumple su función.

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De inmediato nos recibieron con pan, mantequilla y pebre. Pedimos bebidas, vino, pisco sour y unas empanaditas de queso para picar (1990 las 6 unidades) que llegaron rápido y estaban bien. Doradas, con harto queso, no muy aceitosas.

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De fondo nos fuimos por la Parrillada Stop (11.990) que es del estilo “para 3, comen 4”. Trae un pollo asado entero, dos lomos vetados y dos chorizos. Lo acompañamos con una porción grande de papas (3990) y ensaladas.

Las papas como siempre muy buenas, el pollo obviamente era el fuerte y la carne nos sorprendió gratamente: jugosa, blanda, abundante. Lamentablemente nos tiramos como pirañas sobre la parrilla y las papas y cuando me acordé de sacar las fotos ya quedaba menos de la mitad.

De postre las señoras pidieron copas de helado y los hombres pedimos café.  Pagamos 30.000 por los cuatro y salí pensando que, a veces, las cosas simples se mantienen perfectas en el tiempo cuando no aparece ningún ocurrente a desvirtuarlas. Quedé conforme al comprobar que esas papas fritas perfectamente doradas y crujientes seguían sabiendo a gloria.

 

 

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