Es uno de los nombres más destacados del stand up comedy nacional. En 2017, Daniela “Chiqui” Aguayo (38) debutó en el Festival de Viña del Mar con una rutina que dio de qué hablar y abrió un nuevo debate acerca del rol de las mujeres en el humor. Con un lenguaje directo y sin tapujos, la comediante habló abiertamente de sexo y de situaciones cotidianas que incomodan a las mujeres, haciendo reír a toda la Quinta Vergara. Pero el efecto de su presentación no fue el mismo en todas partes, porque algunos la calificaron como “subida de tono”. “Ahora que miro para atrás encuentro que fue un buen debate, que abrió el camino para que hartas mujeres se sientan con la libertad de hacer lo que quieran”, asegura.
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Un año después la llamaron del matinal de TVN para comentar la gala de Viña, y desde entonces se comenzó a desarrollar su incipiente carrera televisiva como parte del panel del Muy buenos días. Pero no todo se mantuvo positivo durante el 2018. En julio sufrió la pérdida de un embarazo que la mantuvo alejada de la pantalla durante algunos días. “Fue súper difícil, y también contarlo públicamente”, recuerda Chiqui, quien dio a conocer esta noticia a través de una publicación en su cuenta de Instagram.
A pesar del ritmo que significa estar de lunes a viernes en un programa de televisión, la actriz no se aleja de los escenarios, su verdadera pasión. En enero tuvo una exitosa presentación en el Festival del Huaso de Olmué, que logró peak de sintonía y excelentes comentarios, y el próximo 22 de junio se presentará en Gran Arena Monticello con la nueva rutina “Chiqui, el gran rostro de TV”, que tendrá a Pamela Díaz como invitada especial. “Hace muy poco la conocí y tenemos una relación muy cercana. Ha sido bien coach mía. Va a debutar haciendo stand up en este show”, asegura.
¿Cómo ha sido tu experiencia en el matinal?
Nunca pensé que iba a durar tanto, me tenía menos fe, y al principio era súper temerosa de opinar de todo. Me costó perder el miedo de hablar de algo que no sabía, pero poco a poco me he ido enchufando más. Mi labor siempre ha sido distender el programa, pero cada vez me entusiasmo más cuando hablo de temas contingentes, y me atrevo a tener opinión. Eso ha sido lo más interesante. El matinal ha ido teniendo una mutación súper bonita. Es un equipo que se saca la cresta trabajando, y ahora último estamos súper contentos porque le ha ido muy bien, ha tenido los mejores resultados en cinco años. Eso nos tiene súper motivados y, como equipo, también nos hemos ido afiatando y cada uno tiene su rol.
¿Qué hacen distinto?
La gente percibe la cercanía. Hay tantas cosas que no funcionan, y el matinal es una ayuda en ciertos casos y, en otros, una compañía. A mí me lo dicen en los shows: “Es impresionante cómo se meten ustedes en nuestra casa, y toman desayuno o almuerzan con nosotros”. Siento que lo más importante es que nos perciben como personas preocupadas del trabajo que hacemos, de seguir los casos hasta el final, de ayudar a la gente.
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¿Cómo es la relación con el equipo?
No sé si se transmite en pantalla, pero nos llevamos muy bien, nos juntamos afuera del matinal. Existe harta complicidad, entonces creo que esa suma de factores ha hecho que la gente nos elija y eso nos motiva. Nunca pregunto cómo nos va, pero es la raja que termine el programa y decir ‘bien, salimos primeros’.
¿De qué forma te gustaría que te reconociera la audiencia?
La gente siempre me agradece que se ríe harto conmigo. Si hay algo que no entiendo, lo pregunto. Me dicen que se sienten reflejados con mis cosas más cotidianas, y mis preguntas. Siento que ése es mi rol, junto con distender situaciones que se ponen un poco densas, porque es importante darle una cuota de entretención. El humor es súper sanador y a Chile le hace mucha falta reírse. Hay que encontrar los momentos para hacerlo. Al principio tenía susto de decir algo indebido, pero ahora siento que el sentido común me moviliza.
En lo personal, ¿cómo te ha afectado transformarte en un rostro de televisión?
Hago hartas bromas sobre eso, de hecho, el nuevo show que tengo se llama “Chiqui, el gran rostro de TV” (ríe). Hay una exposición súper grande, pero para mí ha sido puro cariño. Hago dos cosas: estoy en la tele y además hago giras haciendo stand up, y eso es muy bonito, porque ahora va mucha más gente a los shows. “Ser rostro” no me lo tomo tan en serio, más bien me río un poco de esta sensación de sentirse importante. Digo que ya no soy sólo un rostro, sino que voy acercándome a ser líder de opinión (ríe).
Has bajado mucho de peso desde que entraste a la televisión. ¿Te sentiste presionada por los estereotipos?
No. El cambio vino porque el año pasado fue súper intenso emocionalmente. Perdí una guagua y eso me hizo replantearme hartas cosas y, bien frívolamente, empecé de afuera. Dije “ya, voy a empezar a cuidarme, a arreglarme”. Empecé con una dieta que poco a poco fue sanando otras cosas. Coincidió con que estaba en la tele, pero me parece que se trata de un cambio más profundo que sólo bajar de peso. De verdad, nunca he tenido ese problema, nunca nadie me ha pedido que me vista de alguna manera, y eso tiene que ver con mi rol. Nunca he respondido a los estereotipos clásicos de belleza, entonces no ha sido un rollo para mí. He tenido la suerte de que no se me ha exigido nada en la parte física, al contrario, siento que mis atributos se relacionan con la diferencia.
¿Tuviste la necesidad de hacer un cambio?
Sí, es que el año pasado sufrí una crisis personal y, en el fondo, tenía que exorcizar por algún lado. Fue bien pública, porque todo lo que uno hace, la gente lo sabe.
¿Te ayudó a salir adelante?
Fue súper difícil, y también hacerlo público. Me enfrenté a algo que nunca me había pasado. Todo el mundo sabía la pena que estaba sintiendo. Sí, me ayudó harto a conectarme conmigo de nuevo. Esto vino a pegarme un remezoncito y a decir “mírate un poco, cuídate, anda más lento”. Me replanteé ciertas cosas que quería hacer, y las metas que quería tener. Fue mucho más allá.
“Hasta hoy tengo problemas con la autoridad”
Desde muy joven Chiqui Aguayo sentía que tenía algo que decir. Estudió en el Liceo 7 de Providencia, establecimiento que, para ella, era muy estructurado, lo que alimentó su espíritu rebelde. Aunque no se siente orgullosa de haber estado condicional desde Séptimo a Cuarto Medio, cree que no había espacio para las distintas opiniones. “Hasta hoy tengo problemas con la autoridad. Si me piden, por ejemplo, ir con tacos a un evento, les digo que eso vale el doble”, dice entre risas.
Esto cambió cuando ingresó a estudiar Actuación en la Universidad Arcis. “Todo lo que en el colegio era malo, por decirlo de alguna manera, en la escuela de teatro era celebrado. Todos esos pensamientos distintos”, asegura.
La actriz, comediante, guionista y directora teatral, no tiene problemas en decir lo que piensa. Le parece que en los últimos cuatro años Chile ha evolucionado y tiene mucha fe en las nuevas generaciones: “Están súper dispuestos a cuestionar todo y a ir replanteándose constantemente las cosas. Los más jóvenes me encantan, son súper desprejuiciados”, reflexiona.
¿Crees que hemos evolucionado en el último tiempo?
Totalmente. Por lo menos, en los últimos cuatro años, en el ámbito del humor, estamos mucho mejor y hay más mujeres haciéndolo, y la audiencia también quiere ver más cosas hechas por nosotras. Lo único que falta es que lleguen más mujeres a jefaturas. Veo a mis sobrinas de 15 años con un pensamiento crítico, que es alabado por su entorno, pero, cuando uno era chica y hacía una crítica de algo, te calificaban de conflictiva. Ahora se fomenta que tengas tus propias opiniones.
Tu rutina en Viña 2017 fue criticada por algunos que la consideraron “muy deslenguada”. ¿Qué piensas hoy?
En el escenario lo pasé muy bien, entonces, cuando me bajé, me pareció súper bueno el debate. Recuerdo las caras de la gente y los nombres de las personas que estaban muy enojadas, entonces pensé “algo hice bien”. Representaban a un Chile súper conservador, y había otra gente que estaba muy alegre. Esta polarización me parecía muy interesante. Se puso sobre la mesa que una mujer sí podía decir garabatos. Nunca imaginé que iba a ser tan polémico, de hecho, pensé que mis textos podían ser un poco ñoños.
¿Volverías?
Me gusta, entrega una sensación súper adrenalínica y es bien impresionante la risa de esas 15 mil personas. Esa noche arriba del escenario, con esa conexión que sentí con la gente, la atesoro como uno de los mejores recuerdos. Mi vieja lo pasó muy mal, entonces, cuando ella me preguntó si volvería, le dije que no. Pero han pasado dos años y, si me invitaran de nuevo, iría. Quizás no tan luego, pero me gustaría volver.
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