Chile

Migraña: Una realidad silenciosa e incomprendida

Dolores intensos en el cráneo, vómitos, sensibilidad a la luz y al ruido, son algunos de los síntomas que sufren las personas migrañosas. Dos mujeres cuentan cómo sobrellevan este diagnóstico e intentan reducir lo máximo posible el impacto de este malestar en su vida cotidiana.

“Tuve que aprender a vivir con esto, porque me imposibilitaba la vida en general”, dice Tamara (26), quien comenzó a sufrir de migraña desde los 16 años. Pese a que su cotidianidad se dificulta cuando tiene crisis, ha debido informarse, buscar médicos y probar diversos tratamientos para convivir con el dolor que, según su descripción, es parecido a un martilleo constante en la cabeza.

Cuando estaba en Segundo Medio, Tamara comenzó a sufrir de problemas hormonales, asociados a ovarios poliquísticos, lo que llegó acompañado de frecuentes dolores de cabeza de gran intensidad y vómitos, por lo tanto, elegía quedarse en cama sin moverse. “Una vez tuve una crisis de angustia de tanto dolor que sentía. Mis papás se asustaron, me llevaron al doctor, me hicieron exámenes al corazón, una resonancia y scanner a la cabeza, pero resultaron sin alteraciones”, cuenta.

Durante su adolescencia empezó a faltar al colegio debido a los dolores, la molestaban por sus ausencias, se perdía de fiestas y se atrasó en la materia. “Empecé a dejar de ir a clases y a otros panoramas. La gente no entiende, cree que una está mintiendo y dicen ‘ay, de nuevo le duele la cabeza’, pero es algo que te deja tirada en la cama, con la luz apagada intentando dormir para ver si se te pasa algo”, relata.

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Del mismo modo, técnicas como aprender a meditar, o practicar Tai Chi, para calmar la mente y lograr dormir mejor, le han ayudado a reducir la tensión muscular, pues también está relacionado con los dolores que sufre y, en ocasiones, cuando el dolor es incontrolable, debe inyectarse diclofenaco sódico.

Más tarde, en la universidad, le sucedió que los profesores dudaban de ella e incluso sus amistades se comenzaron a alejar. “Llegué una vez con un justificativo médico y un profe me dijo: ‘¿Esto me trae? No se lo voy a aceptar’, recuerda, y confiesa que sentía que no la tomaban en serio.

Muy parecida es la experiencia de Romina, quien hace 20 años convive con crisis de migraña y cuenta que al principio creyó que eran simples dolores de cabeza, pero con el tiempo buscó ayuda de especialistas para saber qué le estaba pasando.

Entre los gatillantes de sus crisis, Romina reconoce que aumentan en períodos de estrés, pero que también otros factores pueden interferir, como el sol, algunas comidas y cambios hormonales.

“Cuando tienes una crisis de migraña, te da miedo hacer cualquier cosa porque puede agravarse el dolor, puede durar hasta tres días. Es invalidante”, comenta.

Debido a la gravedad de sus cuadros, recientemente se sometió a una inserción craneal de botox. “Ha sido efectivo, me ha bajado el dolor y la cantidad de migrañas”. Este tratamiento se recomienda sólo en casos crónicos. Funciona a través de la inyección de este elemento en distintos puntos craneales, lo que ayuda a disminuir considerablemente la frecuencia y la intensidad de los dolores de forma satisfactoria.

Romina también cuenta con dos aplicaciones para su celular, Migraña Buddy y Espacio Migraña, por medio de las que monitorea la intensidad con que se presentan sus crisis.

La situación de Tamara y Romina es una realidad de muchas personas. Así lo ilustran datos de la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Salud 2016-2017, publicada en 2018: la migraña es una de las enfermedades más frecuentes que se diagnostica a chilenas y chilenos.

La guía de un experto

Ante este panorama, Raúl Juliet, neurólogo de RedSalud, quien se ha especializado en este tipo de diagnóstico, declara que “ningún dolor de cabeza es normal. Es necesario hacer el alcance, porque hay varios tipos. Pueden ser primarios o secundarios, lo que quiere decir que es posible asociarlos a otro tipo de cuadros y estos a su vez pueden ser desde sinusitis hasta un tumor cerebral”.

Para el médico, la migraña se diferencia de una cefalea común, o incluso de una neuralgia, porque “las personas dicen que sienten algo así como un bombo en la cabeza, o que tienen el corazón en la cabeza”, dice.

Además, padecen de sonofobia, no toleran los ruidos, y fotofobia, no soportan la luz. Es así como muchos buscan descansar en una pieza a oscuras, sin sonidos, hasta que disminuye el dolor. Por otro lado, la cefalea, como también se llama al dolor de cabeza, es tensional y los pacientes lo describen como una molestia en la parte frontal u occipital del cráneo, parecido a un cintillo.

No es de extrañar que en el entorno más cercano alguien padezca este síndrome. Según el doctor Juliet, entre un 10% y un 12% de la población podría ser migrañosa, con mayor frecuencia entre las mujeres entre 15 y 55 años. Este rango etario es al que corresponden Romina y Tamara, quienes accedieron a contar sus testimonios para dar visibilidad a este tipo de problemática, debido a que en ambos casos los dolores que sufren las inhabilitan para su vida diaria y así lo explica el doctor. “La migraña es incapacitante, tienes que dejar de hacer cosas, altera tu calidad de vida y es muy poco comprendido por otras personas”, dice.

En cuanto a los tratamientos, el neurólogo plantea que depende de cada persona, ya que no existe un método estandarizado. “El procedimiento para combatir la migraña es único e individual, depende de si la persona es hipertensa, si está embarazada, por lo que siempre se recomienda visitar a un especialista”, dice.

Para algunos pacientes, encontrar la solución, o al menos hallar el diagnóstico y nombrar lo que les pasa, puede convertirse en un proceso desalentador.

“Se ha visto que se puede tardar entre cinco a seis años en lograr un diagnóstico certero”, comenta.

El experto también advierte que muchas personas toman analgésicos sin precaución. Por esa razón, primero recomienda desintoxicarse y optar por un tratamiento farmacológico y otro no farmacológico. El primero se relaciona con unas cinco a seis familias de medicamentos, que por sí solos no son suficientes, pero sirve para disminuir las crisis en un 50% y mantener la funcionalidad de los pacientes durante el día a día. El segundo, tiene que ver con hidratarse lo suficiente, lograr un sueño reparador, evitar el sobrepeso y practicar ejercicio aeróbico tres veces por semana. De acuerdo a la experiencia del médico, estos hábitos reducen los dolores entre un 25% y un 30%.

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