Chile

Chiqui Aguayo: “No todas las mujeres somos finas y educadas”

Pese a las críticas recibidas en el verano, este 2017 se transformó en un año exitoso. Recorre Chile con la rutina “Saca a la Chiqui que llevas dentro”,  y quiere seguir ahondando en las características de nuestra sociedad, donde existe un reconocido doble discurso.

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El 2016 fue parte del elenco de “Minas al poder”, estelar de Chilevisión donde mostró rutinas de stand up comedy, presentaciones que se transformaron en la antesala de su polémico show en el Festival de Viña, calificado por algunos como irreverente o simplemente ordinario. Pese a todo Daniela Aguayo (35), conocida como “Chiqui”, asegura que cambió su vida para bien. No ha parado, y de hecho preparó otra rutina, “Saca a la Chiqui que tienes dentro”, con la cual recorre el país (fechas en www.chiquiaguayo.cl).

Su vida personal la vive con total equilibrio. Se casó hace tres años con Karim Sufan, ex participante del reality “Amor Ciego”, y espera agrandar la familia. “Quiero tener hijos, mucho más que antes, pero este año es para trabajarlo, aprovecharlo. Quizás el próximo seremos papás”, confiesa.

No solo es humorista. Se ha desenvuelto como guionista y directora teatral en obras como “Niñas Araña”, que luego se transformó en película y que se estrenó este año. “Estaba haciendo un seminario de dirección de teatro con Alfredo Castro, en el Teatro La Memoria, cuando Luis Barrales escribió la obra y me ofreció dirigirla. Con los años me transformé en guionista de la película. Me gustan las dos tareas. Cuando estudié Teatro sabía que no me dedicaría a una sola cosa, entonces no tengo ningún complejo en moverme como directora, guionista y luego hacer stand up comedy. Me siento bien en todos los roles”.

¿Cómo se llevó esta historia de una obra de teatro a una película, y cuál fue tu influencia?

Sabía que el director de la película, Guille Helo, quería hacer cine, y le propuse que adaptáramos la obra al cine. Casi de forma casera, pero postulamos al fondo de guión y nos ganamos el Fondart. Después postulamos la película al fondo audiovisual, y lo  ganamos. La filmamos hace dos años, y este se estrenó.

¿Cuál es tu mayor reflexión sobre las reales “niñas araña”?

Me abre muchas preguntas. Las entrevistaron una vez y les preguntaron por qué robaban. Una de ellas, en su inocencia, dijo que “para tener cosas bonitas”. Esa respuesta la encontré súper decidora sobre lo que estamos viviendo como sociedad, una sociedad que te plantea el consumo como una gran herramienta, que te dice que al tener cosas puedes escalar. Es una bonita metáfora de lo que ellas hacían: escalar los edificios para robar. Lo hacían de forma violenta, pero no tenía nada de violento porque entraban a espacios vacíos. A veces ni siquiera robaban, solo se comían las cosas y escuchaban música. Ellas reflejaban las tremendas desigualdades que hay en Chile, y que siguen hasta ahora. Aquí abundan las preguntas sobre dónde naciste, dónde estudiaste, cuál es tu apellido… Son cosas que en otros países no se preguntan, y en Chile se siguen perpetuando.

¿Se ahonda en la infancia vulnerable?

Sí, pero nos deja una enseñanza. Finalmente, ellas tienen las mismas ambiciones que cualquier adolescente, pero la reflexión va por el entorno donde les tocó vivir. Claramente el tema del Sename y los programas para ayudar a la gente en riesgo social no funcionan. Y no funcionan. Después nos enteramos de muchos niños muertos y nadie quiere mirar para allá, prefieren pasar de largo. Produjo un impacto relevante, pero después se olvida. Pareciera que no tiene solución. Es como el tema de las AFP, que no hay cómo sacarlas.

Qué puede hacer uno…

Cada uno desde su trinchera, yo desde el cine o el humor, hay que levantar ciertas banderas y defender las luchas desde los lugares donde uno se mueve. Eso me parece mejor a una sociedad pasiva que permita que el Sename no funcione y que en las cárceles estén todos hacinados.

¿Te parece que, quizás, la noticia nos impactó más porque eran bonitas?

Tiene que ver la prensa, porque la prensa las catalogó como bonitas. Eso es bien subjetivo. Yo creo que querían decir que no parecían de población, pero no podían poner eso. Nosotros también grabamos sobre esas historias que se contaban en la prensa. Nunca hablamos con ellas ni nos metimos en su entorno. Construimos esta ficción basándonos en los comentarios de la prensa. Nuestra historia no tiene que ver totalmente con la realidad.

«¡Basta de pensar que todas las mujeres somos finas y educadas y no decimos garabatos!»

Con respecto a la ambición, ¿hasta qué punto nos debemos guiar por la publicidad?

Desde ningún punto. Los chilenos estamos tan pendientes de lo que le pasa al de al lado…, siento que existe una dictadura sobre qué se debe tener y ser, y eso nos hace tener poca personalidad. También nos hace comprar cosas materiales que no necesitamos. Eso es lo que hace el libre mercado: genera necesidades donde no las hay. Por eso no me asombra que sigan existiendo niñas-arañas.

¿Tratas de salir de esa realidad?

Siempre he tratado, pero igual estoy metida en el sistema. La otra vez leí una entrevista a un cura que vive en La Chimba (Felipe Berríos), y decía que si uno quiere revelarse contra algo, debe dejar de consumir. Así de simple. Me pareció una frase muy relevante. Evidentemente es difícil hacerlo porque en este sistema hay que pagar cuentas, hay que comer. Además, el transporte público es malo, y cuando te compras un auto, eres muy feliz de no subirte más a una micro. En Nueva York la gente anda feliz de la vida en transporte público y no tiene interés en tener un auto. En Chile se asocian las cosas con el estatus, y eso debe cambiar.

¿De qué se trata “Saca la Chiqui que tienes dentro”?

Sabía que bajándome del Festival de Viña no haría los mismos chistes. Tampoco quería seguir haciéndolos, porque esa rutina la vio mucha gente. Tenía escrita la nueva, pero todo se fue a la cresta porque era imposible que no hablara de todo lo que estaba sucediendo con lo que se generó, con los “Albertos Plaza” que se sintieron muy ofendidos. Entonces el monólogo hace una reflexión a toda mi pasada por Viña, y a cómo la sociedad le puso mucho color a mi show, porque considero que Chile es un país ordinario. Por lo tanto, no entiendo la molestia por mi ordinariez en el escenario. Esa es la premisa del show. Hay una invitación a que uno pueda ser como le dé la gana. ¡Basta de pensar que todas las mujeres somos finas y educadas y no decimos garabatos! Hace rato cambiamos nuestra manera de ver las cosas, y sí, comparamos los tamaños de los penes, y sí decimos garabatos. No somos princesas en una jaula de cristal como algunas personas piensan.

Hay quienes se pueden quedar con la imagen que dices garabatos todo el día. ¿Es así?

El problema de Viña no fue el garabato, sino lo literal de algunas cosas. Molestó que una mujer se parara a hablar de sexo o que dijera que tenía un lunar en la vagina. Hay dos bandos: o te gusta o te carga. No sostengo mi show en el garabato. El garabato por sí solo no me interesa, no tiene ningún discurso. A la gente le impactó lo gráfica que podía ser una mujer con ciertos temas.

¿Pero dices garabatos a diario?

¡No tanto! Creo que generé demasiada expectativa con respecto a una ordinariez que no puedo cumplir. Es verdad. Me parece que en el escenario tiene un propósito de provocación. Quienes vayan al nuevo show no se va a encontrar con un espectáculo lleno de chuchadas; todo lo contrario. Lo que pasó en Viña me dio material para hablar de nosotros como chilenos. Siento que la gente se debería sentir reflejada en algunas costumbres que tenemos.

¿Decir garabatos se relaciona con el discurso también?

También tiene que ver con instalarse de una manera en el escenario. Tener un lenguaje sin filtro tenía que ver con un acto político en ese escenario. Hay que romper ciertos estereotipos. Claro que hay maneras y maneras. Si estoy con mis papás o mis primos chicos, me mido, pero en Viña eran las doce de las noche. Ningún niño tendría que haber visto el show.

Después de verlo, ¿haces un mea culpa sobre algún punto de ese show?

La crítica tiene que ver más con el fondo que con la forma. En forma no cambiaría nada, pero en fondo creo que podría haber ocupado el escenario para hablar de cosas más importantes. Encuentro que me faltó más contingencia, que es lo que intento hacer ahora. Tocar temas más peligrosos, pero en términos de forma lo haría exactamente igual.

¿Cambió tu economía este año?

Soy una agradecida a Viña del mar. Más que la economía, me cambió la vida ir a Viña. Antes pensaba que era conocida por “El club de la comedia”, pero me di cuenta que nadie me conocía. Ahora salgo a la calle y recibo mucho cariño, mucha buena onda de parte de las mujeres. Antes hacía un show con 200 personas como máximo, pero ahora me paro ante mil. Ha sido bien bonito este año.

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