Chile

Adela Secall: “Estoy llena de ataduras, como todos”

No le gusta exponer su vida privada, e intenta ligarse cada vez más a movimientos que provoquen un cambio a nivel social. La política está en su ADN, y lo manifiesta en diferentes espacios, incluso laborales. “Desde chica me inculcaron defenderme”, reconoce.

Agradecimientos a Hotel Director.
Por: Carolina Palma Fuentealba. Fotografías: Gonzalo Muñoz. Producción de moda: Paulina Pradenas. Maquillaje y pelo: Víctor Moya para @bodyographychile, @maquillajevictormoya. Tatuajes de henna: Daniela Matamala @danii138.

PUBLICIDAD

Estuvo un poco más de dos años fuera de la televisión, y se extrañaba su fuerte figura. Ahora aparece en la teleserie «Amanda», de Mega, una casa televisiva que se siente no tan nueva porque se ha encontrado con colegas de TVN. Adela Secall (37) comenzó muy joven su carrera de actriz; a los 16 años participó en «Adrenalina» y a los 19 ya protagonizaba la película «Coronación», de Silvio Caiozzi.

Desde ese momento mantuvo una carrera sólida en televisión, con papeles tan recordados como «La Gata» de «Los Pincheira», personaje que cuestionó mucho y que provocó que optara por mantener su vida privada en ese plano, privado. Al preguntarle por su relación con Aldo Asenjo, líder del grupo Chico Trujillo, simplemente responde: «Tendría que responder ‘no hablo sobre eso'».

 

 

Con el músico se conocieron el 2006, y en pocas ocasiones se les ve públicamente juntos. De esa relación nació su hijo Emiliano, de 10 años, al cual también cuida de la exposición mediática, pero que disfruta a diario y mucho más estos años fuera de pantalla.

¿Extrañabas la televisión?
La verdad es que no (ríe). Aunque sí extrañaba el trabajo de equipo, ese juego, esa dinámica, porque todos quieren que resulte el proyecto, todos quieren sacar las escenas diariamente. Igual uno forma parte de otros proyectos, pero cómo se construyen las escenas, se extraña. No lo puedo negar.

PUBLICIDAD

Llegaste a Mega después de muchos años en TVN, ¿tenías apego con ese canal?
No, porque tengo claro desde siempre que uno se va moviendo. Nosotros nos vamos donde está el trabajo. Si hubiese tenido esa relación con TVN, no estaría en Mega. Más bien, si TVN hubiese entablado esa relación conmigo, no estaría en Mega.

Personificas a «Gloria» en «Amanda», una madre de dos niños engañada por su marido. ¿Qué opinas de estas relaciones, donde la infidelidad es constante y hasta aceptada?
«Gloria» ha vivido infidelidades constantes, y lo sabe. La primera vez que ocurrió por un periodo largo le dijo a su marido que, si volvía a pasar, la relación no seguía. Cuando vuelve a pillarlo, cumple. Sobre mi opinión, la verdad es que he aprendido a no ser muy juiciosa con mis personajes, si no uno se confronta con eso, y lo nota internamente. Uno hace una lucha para no ser juiciosa con el personaje, para dejar que fluya. Cada uno sabe cómo hace su vida; no existe una receta para ser feliz, lo que está bien, lo que está mal es relativo. Trato de liberarme de esos juicios.

 

Llevas una vida cuidada, no sales con tu hijo en prensa y tampoco te muestras con tu pareja. ¿Esa decisión se tomó conscientemente?
Es algo que aprendí, la verdad. Aprendí a cuidar mi vida privada y la de mis seres queridos. Cuando hicimos «Los Pincheira» tenía 25 años y ocurrió algo tremendo con el personaje «La Gata»; me vi muy invadida en mi intimidad, y ese fue el momento de optar por un camino. Es una decisión muy a consciencia.

¿Tiene un costo?
Sí, a nivel publicitario, por ejemplo. Tiene un costo en el medio laboral en el que me muevo, pero mi ecuación es que el costo es para ellos (la industria), no para mí.

Quizás esa decisión significa optar por menos protagónicos…
Es difícil saberlo, porque no escogí el otro camino, pero no me hubiese gustado estar siempre en la palestra. Primero creo que uno va armando su propia vida y, con el tiempo, cada vez se me hace más difícil el tema. Si no he hecho publicidad, no salgo mucho en revistas, y en algunos proyectos me descartan, ha sido perfecto para mí, y así tiene que ser.

Gran trabajo con tu ego.
El ego siempre está, pero ayuda mucho preguntarse cómo quiero vivir, qué quiero para mis seres queridos. Voy a la feria, hago cosas con la tranquilidad que otros no pueden.

Comentaste en varios medios que no te gustaba el papel sexy de «La Gata». ¿Por qué ese rechazo a «lo sexy»?
Creo que a la edad en que me pasó fue una manera de defenderme para no verme atropellada por la exposición y no ser una mujer objeto. Ahora lo veo con más distancia. En todo caso, si ahora me pasara, no podría hacer ese papel. No por edad, sino porque veo las cosas más claras. No habría tenido la fuerza de hacer la primera teleserie nocturna, aunque no la juzgo, para nada.

¿Cuáles son tus metas de ahora en adelante?
Hace tiempo voy momento a momento. Ahora estoy en «Amanda», y no sé si después querré hacer otra teleserie o si voy a quedar contenta con el trabajo. Me cuesta adelantarme a las cosas. Sé que este año quiero hacer teatro y seguir en el trabajo con un colectivo. Es lo único que tengo fijo.

 

Ahora trabajarás todo el verano, ¿es complicado porque tu hijo está de vacaciones?
Sí, no estar con los hijos es un costo del trabajo. Igualmente tomo vacaciones en otras épocas del año. Algunas cosas son difíciles, y esta es una. Nosotros lo actores a veces trabajamos hasta 11 horas.

¿Más hijos o lo dejas en el reinado del hijo único? Hoy todos quieren sólo uno parece…
Para mí no es raro ser hijo único, porque soy hija única. Bueno, tengo hermanas por parte de padre (el también actor José Secall, ahora en «Preciosas»), pero no crecí con ellas y me criaron como hija única. Como madre veo que tener hermanos trae cosas muy buenas, pero ser hijo único también es rico. Los que tienen hermanos se pierden de algunas cosas.

¿Cómo cuáles?
Lidiar con la soledad, pasar horas y horas solo con tu propia vida. La gente con hartos hermanos dice que le carga estar solo, se aburren, y los hijos únicos no tenemos esos problemas. Uno tiene un mundo propio importante. Ahora, te pasan otras cosas. Cuando saco una mandarina, mis amigas del colectivo me dicen que comparta la mandarina. ¡Me molestan! (ríe).

Pero en el fondo, no te preocupa el tema entonces…
Sí, igual lo cuestiono, lo pienso. Estoy en la pitilla para tener hijos.

¡No digas eso! ¡Eres joven!
No. Imagínate estar con un cabro chico a los 50 años. Por eso digo que estoy en la pitilla para tener otro, porque sé lo que significa, así es que tengo que decidirlo. Es que la embarré, debí haber hecho otro hijo altiro (ríe). Ese consejo de las abuelitas que dice «haga otro altiro mijita» es bien sabio, porque así pasas la etapa de pañales. No está cerrada la fábrica, me queda un tiempo.

¿Es cierto que tienes una hermana monja?
Sí, es hija de mi papá con una rusa. La verdad es que la vi una vez en mi vida, hace 17 años. El contacto lo tengo por mi papá. Bueno, este tipo de relaciones son situaciones que pasan con el exilio; las familias se dividen. Pero de verdad tengo pura buena onda con esa historia. También tengo otra hermana en Venezuela, y tengo sobrinas grandes que viven en Santiago ahora.

¿Tu familia se relaciona con la religión de alguna forma?
Mi papá tiene formación cristiana; yo me considero más «libre». Bueno, estoy llena de ataduras, como todo el mundo. Aunque lucho por la libertad, uno siempre tiene ataduras sociales, religiosas o políticas, incluso por el consumismo.

En el plano social, formas parte de un colectivo que ayuda a las mujeres violentadas. Cuéntanos de qué se trata.
El Colectivo Costura a Máquina. Somos un grupo de gente vinculada al arte y ciencias sociales que nos juntamos para levantar un proyecto sobre violencia de género; hicimos laboratorio de trabajo donde investigamos. En un año realizamos una intervención escénica, y eso lo llevamos como presentaciones a distintos lugares. No tiene el formato de obra de teatro, porque nosotros intervenimos el espacio, la gente no se sienta a esperarnos. Hemos intervenido lugares simbólicos como el Palacio de Justicia, gracias a la Asociación de Magistrados de Chile, y el Paseo Ahumada.

¿Y se realizan intervenciones más profundas?
En la fase dos del proyecto queremos hacer un trabajo comunitario. Con eso cumpliría un sueño de hacer un trabajo específico con la comunidad que esté ligado al arte, con una temática social; que puedas trabajar con las personas no desde arriba del escenario, más bien trabajar de igual a igual con otro.

No te hemos visto mucho en teatro…
No, he hecho dos veces en la vida. Es que le tenía terror. Más que miedo al «estar en vivo», al proceso que se da en el teatro. He trabajado sólo con mi papá, así es que todavía no salgo de la cuna (ríe).

¿Qué te dice tu papá?
Él feliz (ríe). Le digo que el 2017 hagamos teatro juntos de nuevo, y me responde «si tú lo dices, claro». He tenido invitaciones, pero no se ha dado. Necesitaba esas dos obras con él para que me enseñara el oficio del actor de teatro. Nada mejor que alguien cercano para que te diga que las cosas se hacen de determinada forma.

A todos los actores les gusta el teatro. ¿Te pasó también?
En la primera obra traté de entender qué les gustaba tanto, ¡y ahora entiendo! Está la relación con el público, la energía se concentra, existe una mística especial, una forma de gozar que no se da en la televisión o cine. En realidad en todos los formatos ocurren cosas diferentes. Los tres me gustan, aunque he hecho mucha más televisión que cualquier otra cosa.

¿Qué opinas del trabajo de tu papá en «Preciosas»?
Hace muchos años que no hacía un personaje que no fuera un invitado a una producción. Me gusta verlo, y encuentro que las personas que aman lo que hacen no deben dejar de hacerlo. Antes siempre existían historias de adultos y ahora, usualmente, los ponen como figura atrás de alguien. Por eso me parece bacán que le den ese lugar, que se desarrolle su historia en la teleserie. Veo que mi papá está muy activo, y siento que nunca dejará de actuar.

En una entrevista radial dijiste   bbbque no te preocupabas de la política nacional. Extraño, considerando que eres nieta del ex secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, y naciste en el exilio, en Rusia.
Hay algo innegable para mí: nací en una familia política, por lo tanto, ese ADN está en mí. Aunque esté desligada en la parte informativa, a mí me pasan a llevar en un ambiente laboral y lucho inmediatamente. Desde chica me inculcaron defenderme. Ahora me he dado cuenta que, por ejemplo, cuando me presento para que me contraten, no me pongo en la situación del empleador, sino que quiebro el sistema de poder. No lo hago a conciencia, sólo ocurre, a veces para bien y otras para mal.

¿Funciona?
No siempre; a veces me dicen «ubícate, yo soy el empleador». Me ha pasado harto, pero al menos vivo ese espacio. Aunque debo confesar que todavía estoy aprendiendo. Cuando estoy grabando todavía pregunto si puedo ir al baño. Hasta que un compañero me dijo que no preguntara, que era mi derecho… Imagínate, a mis 37 años. Hay comportamientos que se van normalizando en mí. Como la máquina corre rápido, tienes que producir. Pasa en cualquier trabajo: uno se hace trampas a sí mismo.

Pese a que no participas activamente, sí te interesan los temas sociales.
Siento lo que pasa en nuestro país, siento el día a día, me achaco ene con lo que pasa con la naturaleza, con los recursos naturales, con las relaciones humanas en cualquier espacio, hasta en el auto cuando pelean entre conductores. No pasa sólo en Chile, sino en todas partes. No soy indiferente a todo eso, pero sí al juego político, comunicacional, me siento indiferente a eso. Me pasa incluso con personas que quiero y que están dentro de eso, como amigas que se presentaron para concejal o una amiga diputada (es amiga de Karol Cariola). Si nos juntamos a conversar en un parque y hablamos las cosas desde ese lugar, bien; pero si hablan de debate y bla bla, tengo un distanciamiento.


Blusón Blanco: Rapsodia
Pantalones de seda y polera blanca: Rapsodia
Vestido negro: Free People

PUBLICIDAD

Tags


Lo Último