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Frida Kahlo y su amor por la naturaleza

Sus obras y la Casa Azul son muestra de su pasión por la vida natural.

Frida Kahlo es reconocida en todo el mundo como una de las mujeres más influyentes en la historia del arte Latinoamericano. Como la mayoría sabe, tuvo que convivir con una serie de dolores tanto físicos como emocionales, sin embargo, siempre se mantuvo divertida e inspirada por uno de sus grandes amores y no me refiero a Diego Rivera, sino a la naturaleza.

La naturaleza, principalmente la propia y nativa de México, es (junto a ella misma) la gran protagonista de muchísimas de sus obras.

Por ejemplo, “Autorretrato con collar de espinas y colibrí”, “Autoretrato con mono” o “Pensando en la muerte”, en estas tres pinturas la vemos en medio de una tupida vegetación y a su lado animales. Para Frida, la naturaleza era la máxima expresión de la sabiduría y el amor. Reconocida es su frase: “Árbol de la esperanza, mantente firme y que VIVA LA VIDA”. A pesar de las penas, la mexicana amaba la vida y los colores y matices que esta podía entregarle.

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Su pasión por la naturaleza queda firmemente expresada en su obra, pero también en cómo decidió vivir. La famosa Casa Azul donde convivió con el pintor de las “Calas” (planta perenne herbácea de origen sudafricano), fue una de sus obras maestras, pero más especialmente el jardín.

Cuando esta pareja de artistas cumplió cuatro años de matrimonio decidieron mudarse a esta casa en la que pasaron los años más intensos de sus vidas. La Casa Estudio fue creada por el arquitecto y pintor mexicano Juan O’Gorman, amigo personal de Diego. En ese lugar se levantaron dos casas que se unían en el aire por un puente y que en la superficie se dividían por un cerco de cactus que alcanzan poco más de un metro de altura.

En aquella parte de la casa el jardín es escaso y lineal.  En la entrada hay con una colección de magueyes gigantes y agaves que dividen ambas viviendas. En este patio es de grava y piedra, también se erige un gran árbol de jacarandá.

Luego de la traición de Diego con su propia hermana menor, Frida lo abandonó y se fue a vivir a un departamento donde tuvo una relación romántica con el fotógrafo americano húngaro, Nikolas Muray. Este es quien logra captarla en una de las mejores series fotográficas de la artista llena de colores fuertes y con su icónica corona de flores en el cabello, con la que se mimetizaba entre la vegetación que tanto amaba.

Sin embargo, tras un año de separación, Frida y Rivera se reconcilian y ella regresa a su casa azul. Allí comienza un nuevo capítulo en la vida de la artista en la cual influirá fuertemente en la afición por los cactus del ruso, León Trotsky.

Cuando el filósofo escapa de la Unión Soviética de Stalin y junto a su esposa Natalia Sedova, se van a vivir a la casa estudio. Ahí nace en él y Frida una hermosa relación que duró casi dos años. Es así como Trotsky comienza a coleccionar exóticos y raros cactus mexicanos los cuales recolectaba en cada paseo junto a su esposa y la pareja de pintores para luego replantarlos en el jardín de la casa azul.

En el gran jardín -que era uno de los orgullos de Frida- había una gran colección de cactus como magueyes, nopales, viejitos, biznagas, yucas y más. También una innumerable gama de especies nativas mexicanas.

La artista estudió muchos libros de botánica, así aprendió más sobre las plantas que coleccionaba y también lo usó para desarrollar una expresión más profunda de la naturaleza en su obra.

La relación de Frida y León finalmente fue descubierta y la pareja rusa decidió dejar la casa azul. Fue en ese momento que la mexicana pinta un autoretrato que dedica al filósofo donde ella aparece con un pequeño ramo de flores en su mano que estaba hecho con rosas, de no me olvides y de jazmines. En su falda se pueden apreciar flores blancas y en su cabello una rosa. La fascinación de Frida por las flores y la naturaleza en general se puede ver a lo ancho de sus pinturas y expresión de vida.

Otra de las demostraciones de la pasión de Frida por la naturaleza eran sus mascotas, tenía dos monos, Fulang Chang y Camito de Guayabal, un venado llamado Granizo y un perro sin pelo mexicano -señor Xólotl-, todos convivían libremente en el jardín. Sin duda, la artista mexicana vivió rodeada de naturaleza salvaje igual que su corazón.

En 2015 el Jardín Botánico de Nueva York realizó una gran muestra en la que construyó una réplica del jardín de Frida. La curadora invitada, Adriana Zavala, comentó a la prensa en aquella ocasión que “Kahlo comienza a usar el tema del hibridismo como un rasgo positivo. En sus trabajos muestra además una interdependencia entre el mundo de los seres humanos con el mundo natural y vegetal, un balance que tiene ecos en las cosmovisiones prehispánicas”.

Mediante el estudio botánico, la observación de las plantas y uso de su imagen en sus obras Frida crea una alegoría de lo que significaba para ella la cultura y naturaleza Latinoamericana.

Hoy, 13 de julio, se conmemoran 62 años de la muerte de Frida quien representó la intensidad, pasión y fuerza de la mujer de este continente, la cual está profundamente ligada a la naturaleza.

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