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En memoria de Nicolasa Quintreman o el dolor Pehuenche frente a la explotación invasora

“Yo seré pobre, seré como seré, pero no me moveré de donde me dejaron mis mayores. Yo seguiré donde me crié, donde me nacieron, ustedes se van, vayan a engañar a la gente a otra parte”.

Ralco, “plato de agua” en lengua pehuenche, fue el nombre escogido por Endesa para bautizar la represa que destruiría las comunidades de Queupuca Ralco y Ralco Lepoy. El invasor jugando con las palabras, vaciándolas de sentido, resignificándolas con el poder del dinero que corrompe y divide.

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Así comenzó esta historia de atropellos, amparada en el Estado chileno por medio de la administración de Frei Ruiz-Tagle, íntimo de José Yurazek, en esa época presidente de ENDESA, que nuevamente aludiendo a la “crisis energética” impulsada por las grandes mineras consumidoras de electricidad, apremiaban el sistema eléctrico causando situaciones tan lamentables como las ocurridas en el Alto Bío Bío.

Descabezaron la CONADI de entonces, sacando a Mauricio Huenchulaf, férreo opositor, avanzando en negociaciones individuales que consiguieron entusiasmar con la permutación de 638 hectáreas a cambio de 20 mil, que prometía tierras cultivables fuera de los milenarios bosques de araucarias y lejos, bajo miles de litros, las tierras sagradas correspondientes al cementerio que guardaba los restos de un pueblo que respeta celosamente una cosmovisión espiritual ligada a sus antepasados.

Sitio 53, el relato de la inundación de un cementerio indígena

Dos hermanas alzaron la voz conmoviendo al mundo

Combatiendo la barbarie del capitalismo a ultranza, las  Quintreman, Berta y Nicolasa, se negaron al  pahuil, o agua estancada que simbolizan putrefacción y malos espíritus, haciendo huelgas de hambre y llegando incluso a La Moneda con un discurso claro y radical manado de la más pura autenticidad en la defensa de su hábitat: “Ni muertas nos sacan de nuestras tierras”.

Sin embargo, y como siempre, las hermanas tuvieron que moverse. Y tal cual ellas previnieron, los empleos terminaron luego de la construcción de Ralco, las ayudas caducaron y todo ese “progreso” a ojos occidentales, hoy no tiene sentido alguno. El cementerio no es utilizado porque no se encuentra en el lugar escogido por la comunidad, ni el jardín infantil que omite la lengua materna. La mayoría de las familias no tiene electricidad por boletas impagas… el KWh es un 67% más caro que en Santiago.

La destrucción cultural fue total pese a la expertise del antropólogo contratado por Endesa, Leopoldo Bartolomé, el mismo encargado de relocalizar la etnia Yasiretá en Argentina, Paraguay y Uruguay… hoy los Yasiretá viven en condiciones miserables.

La profecía autocumplida de Nicolasa

El pasado 25 de diciembre, navidad para el mundo cristiano, a los 73 años la luchadora ñaña emblema de la resistencia frente a Endesa, murió ahogada en la represa Ralco que combatió desde 1998.

Asfixia por inmersión. Nicolasa con sus ojos cegados por el glaucoma, cayó a las aguas de central Ralco, ahí donde sus padres, abuelos y demás parientes muertos la esperaban sumergidos.

Un hecho trágico y paradojal que nos hace pensar en los siglos de dominación de los pueblos originarios que claman justicia frente a la usurpación de sus tierras y la completa indolencia y desdén frente a sus costumbres que continuarán siendo defendidas por los y las herederas de las Quintreman como Natividad Llanquileo, que nos dijera fuerte y claro “El poder económico se instaló para explotar irracionalmente la tierra y el mapuche la está defendiendo”.

Así es como este pueblo nos da lecciones de dignidad, de amor por la naturaleza, por las cuestiones fundamentales y sencillas que constituyen la vida en el Tercer Planeta. Es así como nos invita a compartir su legado, uno que negamos ante el arribismo cultural hegemónico que no nos permite reconocernos como chilenos con raíces originarias. Es por eso que Arauco tiene una pena, porque “ya no son los españoles los que los hacen llorar, hoy son los propios chilenos los que les quitan su pan”, como cantara la gran Violeta.

¡Honor y Gloria a Nicolasa! ¡Marichiweu!

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