Cuando Juan Luis Guerra cantaba “Ojalá que llueva café en el campo” simplemente ignoró que lo único realmente posible en el mundo que hoy vivimos, asolado por las modas y los nichos de consumo, es una lluvia de colillas de cigarros producida por el pueblo fumador del mundo que produce 15 billones de estos filtros al año.
Dado a las leyes que prohíben fumar en espacios cerrados, el residuo del tabaquismo se han tomado la calle, la cual ya luce una horripilante alfombra de repugnantes colillas, sobre todo en los accesos al metro. Esta basura pueden tardar desde 18 meses, hasta 10 años en descomponerse. Por eso dar una solución sustentable era de carácter urgente.
Por suerte existen innovadores que piensan en cómo generar un negocio a partir de estos problemas que parecen irremediables. InnovaGreen Systems en la ciudad de Powell, Ohio, utiliza una fórmula química que convierte las colillas en una pasta similar al plástico para crear todo tipo de objetos.
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Comenzaron ocupando la sustancia para hacer ceniceros en donde la gente puede botar las colillas, sirviendo de colectores para crear más y más ceniceros hechos de éstas mismas.
Si logramos poner atajo a esta situación, por un lado haciendo conciencia y por otro dando soluciones sostenibles en el tiempo, podremos alcanzar un futuro verde para que nunca más tengamos que llevarnos la amarga sorpresa de encontrar millones de colillas entre los granos de arena en las playas o en la cumbre de una montaña, como me sucedió en el Parque Nacional Conguillio, donde sin ninguna lógica y entre el milenario bosque de araucaria mirando el lago en un paisaje de idilio, las colillas eran el triste vestigio del paso humano.
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