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El manejo de los recursos hídricos (II): El surgimiento de los Estados

En los países desarrollados los recursos hídricos son de dominio público y tan sólo la gestión (tratamiento y distribución) de los mismos puede estar en manos privadas.

Nota del Editor: La segunda parte de la columna de Juan José Amate se titula: El surgimiento de los Estados.

La llegada de las sociedades industriales no ha cambiado la relación con los recursos hídricos respecto a las sociedades pre-industriales, si cabe la ha magnificado, haciendo que el acceso al agua potable o al abastecimiento de una cantidad mínima que asegure un modo de vida digno, lejos de ser considerado un derecho, en muchos lugares sea todo un lujo, no ya por la mayor o menor disponibilidad de los recursos, sino por quien ejerza el control de los mismos. Tal es así que si en la actualidad la hegemonía como recurso geo-político por excelencia lo ostentan los combustibles fósiles y sus derivados, ya se atisba que superada la era del gas y el petróleo, será el control de los recursos hídricos el nuevo eje de la geopolítica global y el motivo de las guerras del futuro.

El Agua como una de las razones de ser de los Estados

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Si bien se ha sostenido que uno de los elementos que impulsó la creación de Estados como organización socio-política de las sociedades fue la administración de los recursos hídricos, con el paso del tiempo y los cambios en la sociedad, lo que se ha generado es un movimiento de preservación de las antiguas formas de administración de los recursos hídricos, lo que se ha venido en llamar la Democracia del Agua. Los estados creados al amparo de la gestión de los recursos hídricos, ante la pérdida de la toma de decisiones sobre estos demandan ahora la recuperación del control sobre estos recursos para no seguir perdiendo soberanía.

Así del concepto original de valor, latin “valere”: ser fuerte o digno, enraizado en su capacidad para dar fuerza a las comunidades, se ha pasado a un concepto de valor vinculado en exclusiva a lo económico. Con la llegada de las sociedades industriales todo valor se ha restringido a su vertiente económica, logrando la paradoja de que una de las razones que impulsó la creación de los estados sea ahora puesta en manos privadas y por tanto sin control del propio estado, apareciendo así una nueva geopolítica del agua.

Esto ha hecho que el agua sea actualmente un bien codiciado en todo el mundo, ya no solo por su importancia para la vida o la producción de alimentos, sino por los beneficios económicos que puede reportar la gestión de los recursos hídricos. Tal es así que entidades como el Banco Mundial entran en el juego del manejo de estos recursos y los mismos son incluidos en tratados de comercio entre países, como el GATT, el AGCS o los Acuerdos de Asociación de la Unión Europea.

De esta manera en las últimas décadas ha crecido notablemente la desigualdad en el acceso a los recursos hídricos, existiendo una marcada polarización entre los países en vías de desarrollo y los países industrializados y desarrollados. Mientras que en los segundos prácticamente el acceso es universal, y sólo las limitaciones de renta pueden mermarlo, existiendo una adecuada y completa red de distribución y abastecimiento, en buena parte de los primeros las grandes carencias en las infraestructuras necesarias son las que limitan enormemente el acceso con un mínimo de cantidad y calidad.

La diferencia entre ambos escenarios radica en el papel que juegan los estados, en los países desarrollados los recursos hídricos son de dominio público y tan sólo la gestión (tratamiento y distribución) de los mismos puede estar en manos privadas y por tanto sometida al criterio del beneficio económico. En los países en vías de desarrollo con frecuencia estos recursos están en manos privadas, y en muchos casos de multinacionales de países desarrollados, por tanto todas las actividades vinculadas al acceso y uso de los recursos hídricos están regidos bajo la lógica del beneficio empresarial, lo que limita considerablemente el volumen de población que tiene acceso a los mismos y hace que muchas infraestructuras que facilitarían tal acceso no sean realizadas por su falta de rentabilidad económica.

La soberanía sobre los recursos hídricos, nueva fuente de conflictos

Los dos criterios fundamentales vinculados a los recursos hídricos, su reparto o distribución y su gestión, son a la vez los dos elementos que más problemáticas generan. Cabe pensar que en las sociedades preindustriales ya fuera así, pero no ha sido hasta los últimos siglos cuando el acceso al agua se ha convertido en un recurso de gran valor geopolítico y por tanto elemento de conflicto.

Ya se habla abiertamente de las Guerras del Agua, quizás por etiquetar de una manera conjunta buena parte de estos conflictos, si bien existen diferencias notables entre los mismos debido a sus diferentes peculiaridades.

Así el conflicto existente entre Palestina e Israel puede tratarse como una guerra del agua cuando en realidad se trata de una guerra por el territorio, y por extensión por todo lo que este llegue a encerrar, como son los acuíferos. En una zona tan árida, el control de los recursos hídricos puede ser la mejor arma para limitar el acceso a unas condiciones de higiene y salubridad, así como a la producción de alimentos del enemigo. En este caso el motivo del conflicto es la soberanía sobre un territorio y los recursos que el mismo tiene, por tanto sobre la propiedad misma y la capacidad de uso y aprovechamiento de los recursos.

Sin embargo otro ejemplo de Guerra del Agua es el episodio vivido en Cochabamba, Bolivia, donde los recursos hídricos eran gestionados por una multinacional de origen francés. La carencia de infraestructuras básicas y por tanto la limitación del acceso a una buena parte de la población, unido al alto coste económico de lo que se supone que es un servicio básico, originaron una movilización ciudadana que derivó en la recuperación de las competencias de gestión de los recursos hídricos en favor de las administraciones locales. En este caso el motivo no fue tanto una cuestión de soberanía o propiedad sobre los recursos, sino por las competencias sobre la gestión del mismo y por tanto de las prioridades que regían esta gestión, el buscar el acceso universal o el beneficio económico.

En resumen, si en las sociedades pre-industriales eran los recursos hídricos los que en buena parte condicionaban la organización social, siendo en muchos casos un elemento aglutinador y que ha servido para elemento cultural o religioso, con la llegada de las sociedades industriales, como ha pasado para buena parte de los recursos, estos recursos han pasado a ser vistos como una fuente más de beneficios económicos, no suponiendo una limitación per se para que la actual sociedad global, el control de los mismos y por ende su explotación, no tenga fronteras, lo que lejos de ser asumido como tal, está siendo una fuente de nuevos conflictos.

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