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La sal refinada

Casi toda la sal que normalmente se consume en las mesas es sal refinada, la cual pasa por un proceso de secado a una temperatura de aprox. 650 cº que altera su estructura química convirtiéndola en un producto dañino para la salud que desequilibra el balance de fluidos celulares y sobrecarga los sistemas de eliminación (riñones), causando problemas como la retención de líquidos, presión alta, celulitits, entre otros.

En el proceso de refinamiento además, se pierden la mayoría de los minerales, como el magnesio el cual se encarga de mantener el equilibrio ácido- alcalino en el organismo, (además de prevenir varias enfermedades del tipo cardiaco, problemas del sistema nervioso e inmune) y se le agrega hidróxido de aluminio para impedir que se aglomere y logre esa textura de “arena” (los productos derivados del aluminio se han vinculado con enfermedades degenerativas como el alzheimer).

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En resumen, la sal que normalmente se utiliza no es propiamente “sal” sino un subproducto refinado de la misma, que es en su mayoría puro sodio, lo cual crea un desbalance en el organismo.

La opción saludable es conseguir sal de buena calidad, por ejemplo la sal de mar, no la sal de mar común que venden en los supermercados, sino la que se consiguen en algunas tiendas naturistas o en zonas costeras. Otra alternativa es la sal de mar de los himalayas, una sal que se creó hace millones de años en la región de los himalayas y que esta libre de toda contaminación (el cual es un problema que podría presentar actualmente la sal de mar) además de tener 30% menos de sodio y más de 84 elementos esenciales como minerales y oligoelementos.

Link: Le falta Sal…pero de la buena (thegreenbakery.blogspot.com)

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