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“La infidelidad ha llegado a normalizarse”: el testimonio de una mujer infiel

Una mujer relata cómo empezó a ser infiel con todas sus relaciones y sustenta la idea de que es algo normal y cotidiano

Por Aniah; según el relato de Ruth Faj

Este artículo de Infobae analiza que la infidelidad no es lo que era. Como las relaciones sexuales antes del matrimonio o el sometimiento continuo a operaciones de cirugía estética invasiva, la infidelidad ha llegado prácticamente a normalizarse.

Se ha convertido en algo tan accesible que ahora es el objeto de miles de memes #accesibles. En España, un 35 % de hombres y un 26 % de mujeres reconocen haber tenido alguna aventura, mientras que las mujeres estadounidenses engañan a sus parejas bastante, más ahora que nunca.

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¿Qué es lo que está provocando este aumento? Para resolver las dudas se habló con alguien que ha sido infiel hasta un nivel extremo: Aniah, funcionaria de 25 años del norte de Londres, quien ha sido infiel a todas sus parejas desde que su primer novio serio le rompió el corazón a los 16.

Empecé con mi primer novio serio a los 16 años. Fue el verano de cuarto de secundaria y tenía muchas ganas de vivir la vida. Como había acabado el instituto, me consideraba una gran mujer. Ya me veía adulta. Nos conocimos en el Choice FM Junior Jam, el concierto al que todo adolescente de los barrios más marginales de Londres va.

Estuvimos tres años juntos. Yo estaba loca por él, obsesionada, completamente enamorada. El último año lo dejamos y volvimos varias veces, yo estaba muy entregada, pero todo lo que recibía a cambio era mierda y más mierda. Él me insultaba, me hacía sentir inferior e inútil. Dependía mucho de él y acabó dejándome.

Estaba totalmente rota, encima me dejó en la época de exámenes. Pero lo superé al entrar a la universidad. Entonces él empezó a llamarme, me decía que había metido la pata y que me quería. Como ya he dicho, lo dejamos y volvimos en más de una ocasión, pero cuando digo que fui fiel, lo fui realmente.

Al cumplir los 19 me llegaron rumores de que estaba con otra chica, pero seguía pendiente de mí, hablándome cariñosamente. Recibí llamadas de una chica que me decía que dejara a su novio en paz, pero siempre que le preguntaba a él, lo desmentía todo. No había pruebas de ningún tipo.

Él me dejó definitivamente ese año y la verdad es que fue muy duro a nivel emocional, sobre todo cuando empecé a ver fotos de él con su novia en Facebook. Y, no voy a mentir, toda esa situación me jodía mucho, así que tomé la decisión de que a partir de ese momento iba a ser yo quien jodiera a los demás.

Me gusta tener el control de las cosas. Ir en el asiento del conductor. Es algo que me hace sentir poderosa, y más después de lo ocurrido en mi primera relación y teniendo en cuenta en las condiciones en las que he crecido.

Como mi padre era cura, mis hermanos y yo crecimos bajo normas muy estrictas. Yo soy la mayor, así que me llevé la peor parte. No podía hacer nada. A la que pude entrar y salir de casa a mis anchas, mentir para hacer lo que me diera la gana y aun así no tener ningún tipo de problema con mis padres, no me lo pensé dos veces. Soy muy buena mintiendo. Supongo que no es algo de lo que estar orgulloso, pero les aseguro que es una habilidad muy útil.

En lo que a mis relaciones con los hombres respecta, me atrevería a decir que mi necesidad de control es una de las razones principales por las que me resulta tan sencillo engañarles. Me gusta llevar el mando en mis relaciones, ir por delante de mi pareja, controlar todo lo que pasa, y de esa manera poder gestionar mis expectativas y emociones.

Eso es algo que no dejo en manos de nadie porque en la gran mayoría de hombres no puedes confiar. Por esa razón, cuando dejo una relación, yo soy quien lleva todo el control de la situación. Siempre me aseguro de que puedo dejar a un chico y conseguir a otro cuando me apetece. Todo depende de lo que yo decida. Nunca más volveré a ser esa chica que se desviva por un hombre, nunca.

He tenido cuatro relaciones serias. Mi segundo y tercer novio eran buenas personas. Al segundo le conocí en el segundo año de universidad. Antes de conocerle, hacía lo que quería y con quien quería, viví la mejor etapa de mi vida y tuve rollos de una noche. Mi objetivo era explorar, pero nos conocimos y eso me marcó mucho. Me asusté. Empecé a notar que me estaba enamorando y me monté tal película que veía cosas que ni existían. Entonces me obsesioné con la supuesta falta de comunicación: si él no respondía a mis mensajes en seguida o no me decía que salía con los amigos, utilizaba eso como excusa para ponerle los cuernos, y no solo una vez.

Ya sabes cómo es la vida universitaria, todo el mundo sabe lo que hace el resto. Él no se creyó los rumores, pero igualmente le dejé y me fui con uno de los chicos con los que le había engañado. Esa relación duró seis bonitos meses, pero su universidad estaba en otra ciudad, así que yo iba a mi joda cuando no nos veíamos. Es mucho más fácil engañar a alguien cuando no vives cerca de esa persona, pues no tienes que quedar con tus otros rollos a escondidas ni sientes la necesidad de mentir. Bueno, quizás sí que tienes que mentir un poco, pero ya me entendéis.

Lo que creo es que quizás tengo alguna especie de fobia a las relaciones serias. Con todas las parejas paso por la fase de «quiero mucho a esta persona y me preocupo por ella», pero luego me entra el pánico y me estreso. En ese momento mis propósitos se esfuman, las paredes que había construido se derrumban y empiezo a perder ese control que tanto necesito. Pero es lo que tiene el amor, que no puedes controlarlo. Entonces empecé a meterme en la cabeza que me sentía sola y que nadie me entendía.

A veces pasa que el sexo es una mierda o que no tengo suficiente. Y esa excusa no me la he inventado. ¿Debería decírselo a ellos o no? ¿Debería romper con ellos directamente? No sé por qué no lo hago, tendría que ir al psicólogo, pero es que cuando te acostumbras a vivir atada a tu pareja, lo único que deseas es que las cosas mejoren en el futuro, pero ese no es mi caso.

Como el último chico con el que estuve. Le engañé bastante durante los primeros siete meses. Él se enteró, pero seguimos tres años más. Decidimos dejar todo atrás y pasar página, aunque él no fue capaz de hacerlo. Era tontería pensar que funcionaría. Cada vez que discutíamos me echaba en cara que le había puesto los cuernos, así que aún se los ponía más, pero él no lo sabía. Esos tres años fueron una pérdida de tiempo para ambos.

Me siento muy mal porque él me descubriera. Después de eso se transformó por completo y la relación cambió, él se volvió menos cariñoso, razón por la cual volví a engañarle.

Pero no soy de esas que ponen los cuernos con gente a quien su pareja conoce, eso es muy miserable. Imagínate que vienen sus colegas a cenar y tú ya te has tirado a un par de ellos. Eso sí que ya es inadmisible.

Yo tengo unas normas cuando soy infiel: nada de familia, nada de amigos y nada de compañeros de trabajo, y ni hablar de redes sociales.

Me da vergüenza reconocer que soy infiel, o que lo soy tanto. Algunos dirán que soy una fulana, pero si algún día me caso, pararé. Aunque soy una persona muy sexual, creo que el matrimonio debería hacer que las personas asentasen la cabeza, pues se trata de una promesa sagrada, y más si te casas en un lugar religioso.

Dicho esto, tener una relación matrimonial abierta podría ser una opción interesante para una pareja, yo no lo descartaría. Lo que no creo que hiciese sería escabullirme a espaldas de mi marido.

La infidelidad es algo que puede hacerse cuando no llevas una alianza.

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