Tedoyunacanciondeamor… decía Silvio:
Yo no te doy nada.
Me saco del sexo dos monedas amargas,
me compro una cerveza
que para más saña
bebo con parsimonia,
recostada en los pastos del Palacio Cousiño.
Que después de trollearme los días,
de hacerme bullyng erótico,
me pidas versitos sosos, es a lo menos un desatino,
un despropósito, un disparate de antología,
una patudez de multitienda,
de Hogar de Cristo usufructuante,
como si Paulmann me pidiera ser éticamente santa.
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Me jode.
Que te escriba versos tu mujer
que te manda cupcakes de arándanos
para el café de media mañana;
que te escriba cartas la secretaria
que tira contigo en horario de oficina;
que te los escriba tu madre que te circuncidó.
O tu prima que recibe una cacha anual
el día del cumpleaños de tu abuela
(exquisita nonagenaria que es lo mejor que tienes);
que te rime tu jefe,
que te coge con métrica perfecta
y te lo mete en el ojo desde hace diez años.
Yo tengo que lavar la loza, tejer, regar las plantas,
dormir la siesta,
amar la cuarta vocal en la pulcra cama que me espera cuando viajo.
Yo no puedo escribirte versos.
Mira:
tengo el cesto de la ropa sucia lleno,
el arriendo e internet por pagar,
dieciocho libros pendientes de lectura,
al Rojo al otro lado del océano,
casas imaginarias por barrer,
tangos por bailar
y una vida completa para hacerme cargo…
No tengo tiempo para tu canción de amor.