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BRIDEZILLA

¡Que tu día no se arruine por cosas que escapan de tu control!

El día de tu boda llegó. Te levantaste temprano por que la cama te escupió – y también un poco esas ganas locas de vestirte de novia-. Todo está listo, o bueno, tal vez falten algunos detalles, pero sabes que hoy, pase lo que pase, saldrás de blanco y te casarás con el hombre que has elegido para compartir tu vida. No hay nada que pueda hacerte enojar, por que hoy es TÚ día. ¿O no? No. Allá afuera hay muchas novias preocupadísimas por los detalles, los horarios, los proveedores, los familiares, la suegra y hasta el novio. Están más preocupadas en todo lo que puede salir mal (que seguro algo saldrá mal, es normal) que en el hecho más importante de su boda: su boda. ¿Me expliqué?

Y eso me pasó recién. Una chica en cuya boda no pudo controlar una discusión familiar y dejó que ese malentendido se reflejara en ella, en su actitud y por último, en las fotografías que le tomé.

Cuando trabajaba de asistente para otro fotógrafo, llegó un día al estudio una novia que iba a recoger las fotografías de su boda. Me senté con ella a enseñárselas y a explicarle qué tipo de material podía adquirir. Entre mis explicaciones, me miró a los ojos y me interrumpió: “Siempre soñé que mi boda sería en jardín. Que en todas las fotos se vería el verde del pasto, que sería de día y habría mucho sol. Recuerdo que estaba en la iglesia, y mi coordinadora se acercó a decirme al oído que estaba lloviendo, que tenía que tomar una decisión sobre poner o no poner toldos para las mesas que estaban en el jardín. Mi sueño de una boda soleada y sin toldos se derrumbó. Acepté poner los toldos por que sabía que de otra manera, los 200 invitados no tendrían dónde sentarse, aún así, pasé toda mi boda con cara de disgusto por lo sucedido. En todas mis fotos salgo con cara de disgusto, en ninguna foto me gustó y sé que es por mi culpa. Y lo único que puedo recordar de mi boda es lo enojada que me sentía por que había comenzado a llover.” Ese testimonio cambió la manera en la que vi las bodas para siempre.

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La boda dura un día, un día que muchas creemos es el día más feliz de nuestras vidas. Un día al que le pones tanto empeño económico, dedicas todo tu tiempo a pensar en qué flores, qué cubiertos, qué zapatos, qué aretes, y ese día llega y te das cuenta que hay muchos factores que no puedes controlar, que no DEBES controlar. En las bodas, como en la vida, hay factores que salen de nuestras manos y debemos dejarlos ir, incluídos comportamientos humanos ajenos.

Mi trabajo como fotógrafa será retratar tu día y guardar el testimonio de esos planes que duraron meses y se concretan en un sólo día. Qué digo día, son 12-15 horas de pura felicidad nupcial. No los desperdicies intentando controlar que todo salga “perfecto”, parte de la belleza de la vida – y de las bodas- es encontrar la felicidad en las imperfecciones que están fuera de nuestro control.

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