En Ecuador, la violencia de género sigue siendo una herida profunda que atraviesa hogares, relaciones y generaciones completas. Pero también es un problema que podemos enfrentar con información, acción y valentía. Así lo recuerda el Capitán Darío Arciniega, miembro de la Unidad Nacional de Investigación contra la Violencia de Género y del Grupo Familiar (DEVIF), quien cada día trabaja con víctimas, policías y comunidades para prevenir, identificar y detener los ciclos de agresión.
La cifra que domina: más del 75% de denuncias son por violencia psicológica
Aunque la violencia física suele ser la más visible, en Ecuador es la violencia psicológica la que ocupa el primer lugar. Más del 75% de las denuncias registradas corresponden a gritos, insultos, amenazas, control, humillaciones o formas más sutiles como la “ley del hielo”.
Arciniega advierte que esta cifra no refleja la realidad completa, porque existe una “cifra negra” enorme: personas que aún no denuncian por miedo, vergüenza o dependencia emocional y económica. Pese a ello, el registro ya es alarmante.
“Muchas veces se confunden ciertas conductas como parte de la vida en pareja, y no: cuando hay control, manipulación o intimidación, hay violencia”, explica.
Con más denuncias: Guayaquil, Quito y Manabí
A nivel nacional, dos ciudades y una provincia concentran la mayor cantidad de reportes:
- Guayaquil: más de 11.000 denuncias.
- Quito: más de 9.000 denuncias.
- Manabí: alrededor de 4.300 denuncias.
Estas cifras demuestran que, aunque la violencia ocurre en todo el país, las grandes ciudades y provincias costeras muestran un volumen especialmente alto. No obstante, la DEVIF recuerda que en zonas rurales y comunidades pequeñas el subregistro es aún mayor.
¿Cómo denunciar? El camino hacia la protección
Toda persona que viva o presencie un hecho de violencia puede denunciar. El procedimiento es directo: acudir a cualquier Fiscalía, juez multicompetente, juez especializado, o a autoridades administrativas como tenencias políticas, comisarías nacionales o juntas de protección de derechos.
El objetivo inicial es activar medidas de protección, que pueden incluir:
- Orden de alejamiento
- Boleta de auxilio
- Prohibición de actos de persecución o intimidación
- Restricciones de contacto
“Las medidas buscan detener la violencia desde el primer momento”, enfatiza Arciniega.
¿Qué es violencia psicológica? Más allá del daño invisible
El Capitán ofrece ejemplos claros: gritos, insultos, amenazas, humillaciones, vigilancia, control de amistades o vestimenta, impedir hablar con la familia, manipulación emocional o la silenciosa ley del hielo. Cualquier acción que desgaste emocionalmente a la víctima constituye violencia.
Una afectación psicológica puede ser leve, grave o muy grave, y siempre requiere atención profesional. “Si no se trata, la salud mental se deteriora”, señala el especialista.
No solo las parejas: quiénes pueden ser denunciados
La violencia intrafamiliar, explica Arciniega, no se limita a relaciones de pareja. También incluye:
- Hermanas/os
- Padres
- Parientes con convivencia
- Vínculos afectivos
- Noviazgo
- Cohabitación
Por eso es común que existan denuncias contra padres, hermanos o familiares cercanos.
El rol de la Policía: acompañar, contener y proteger
El personal de la DEVIF está capacitado en habilidades blandas para atender a víctimas que llegan en shock, miedo o confusión. Su función es ejecutar diligencias ordenadas por Fiscalía o jueces, notificar medidas de protección, entregar boletas de auxilio y acompañar el proceso.
“Estamos entrenados para ser los primeros interventores. Nuestra prioridad es la seguridad emocional y física de la víctima”, dice.
El violentómetro: una herramienta para no normalizar la violencia
Arciniega insiste en que la violencia escala: empieza como “bromas hirientes”, luego empujones, luego agresiones más severas. El violentómetro ayuda a identificar esas señales tempranas. Por eso es vital denunciar incluso lo que parece “pequeño”.
“El gran problema es normalizar. La violencia siempre crece”, advierte.

