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#Opinión: Los influencers que no influencian

Hace muchísimo rato se probó que el marketing de influencia ha sido un chasco.

Por: Luz Lancheros, @luxandlan*

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No solo le pasó a Maleja Restrepo recientemente, últimamente ha pasado con Luka Sabbat y con otras grandes «lumbreras» que ganan likes simplemente por mostrar su bonito pellejo en Instagram: las marcas poco a poco se dan cuenta- acá en Colombia no, eso es obvio- de que escogen a los influencers equivocados. Aquellos que son como Restrepo, a quien le pagan un viaje de millones para promocionar el producto equivocado o que no postean absolutamente nada, como Sabbat. O que ni siquiera traducen todo eso en nuevos seguidores o clientes.

Desde hace mucho rato se ha venido denunciando el tema con influencers de «alto perfil» como los dos mencionados, así como con los que compran seguidores y ofrecen prácticamente de todo sin saber de lo que están hablando.  No solo desde el escándalo que dejó al descubierto el imperio de mentiras de Rawvanna, sino desde cuentas que han reportado a todos estos «fakers» que compran seguidores, que buscan likes, que tienen prácticas tan mentirosas como los giveaways y cuyo contenido es tan vacío y tan carente de fundamento como sus pies de foto en Instagram. «What the Fake» es una de ellas y ya lleva un buen coto de ellos en toda Hispanoamérica, mostrando que las marcas siguen cambiando espejos por oro de manera bastante boba, deslumbrados por alcance, deslumbrados por fama y sin entender cómo es que a esa persona que le pagan millones puede venderles el producto.

Las marcas creen que es inteligentísimo contratar gente con gran alcance que no se sabe si es comprado y cuyo contenido no es diferenciador, cuando al fin y al cabo, el influencer va solo al desfile a gritar, a tomarse fotos o a decir que esos polvos con los que posa curan el cáncer. Y no es verdad. 

Claro, hay influencers preparados, responsables, que hacen muy bien su trabajo. Gente que vende contenidos de forma responsable  e incluso algunos tienen estudios y tienen alto alcance, como el Dr. Josh Axe, experto del Dr. Oz. Pero en Latinoamérica, sobre todo en el aspecto del estilo de vida, son contadísimos. Muchos, al igual que muchos famosos a los que ha denunciado la actriz Jameela Jamil, venden contenido irresponsable sin ninguna base científica o solo se muestran con un producto sin contar una sola historia distintiva del mismo. Sí, las marcas creen que es inteligentísimo contratar gente con gran alcance que no se sabe si es comprado y cuyo contenido no es diferenciador, cuando al fin y al cabo, el influencer va solo al desfile a gritar, a tomarse fotos o a decir que esos polvos con los que posa curan el cáncer. Y para su mala fortuna, es el medio (ese al que abandonaron) el que les sigue haciendo todo el trabajo, porque algunos ni postean o ni fu ni fa con lo que dicen.

Se ha visto de todo en este circo de influencers: desde las celebridades que literalmente copian y pegan el mail con lo que tienen que decir (Naomi Campbell), hasta gente que a lo Fyre Festival (que es otro gran caso del fraude del márketing de influencia) que hace eventos que resultan siendo un total fake.

Ahora, pregúntense a quiénes siguen, si lo que comparten es distinto a lo que pulula en Instagram y si realmente vale la pena o les aporta en algo. Si está fundamentado. Ustedes pueden seguir a Maleja si quieren, pero qué aburrido ver que hay 50 mil como ella haciendo lo mismo para definitivamente no decir absolutamente nada. Y peor para las marcas, que por pura pereza y nepotismo terminan escogiendo mal a quienes quieren que impulsen su producto. Y acá en Colombia, se quedaron en el pasado, con las mismas famosas que representan siempre lo mismo, porque para muchas de  ellas el futuro de microinfluencers o de campañas creativas parece un idioma extranjero. Qué aburrido, qué predecible y nada nuevo bajo el sol.

*Las opiniones de la columnista no reflejan las del portal* 

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