Blancas, rubias, delgadas. Un modelo que se nos ha vendido desde hace más de 200 años de todas las formas posibles. Que de las pinturas se extrapoló a los medios y a la cultura de masas y, que por más movimientos que existan a través de las redes sociales, sigue siendo estructural en las sociedades latinoamericanas. Donde ser gorda, de pelo corto, donde no maquillarse siguen siendo vistos como una falta a la “idoneidad”. Y cómo hay que hablar del propio cuerpo para poder darnos otra identidad y dejar de sentirse violentadas.
PUBLICIDAD
Esto fue lo que encontró la antropóloga brasileña Paula Pinto en su estudio hecho con Natura, que relanzando su línea de productos Todo Día mostró, en México, Brasil, Colombia y Argentina, cómo las mujeres se cuidan, pero se castigan y también se invisibilizan ante la misoginia imperante para no reconocerse. Hablamos con ella sobre lo que aún nos aqueja, sobre todo, en cuestiones de apariencia, a las mujeres de la región.
¿Por qué seguimos tan fielmente pegadas a un parámetro de hace siglos?
Tenemos una mirada para afuera. Una mirada que buscamos todo el tiempo. Que no dice nada sobre nosotros, porque nosotros en América Latina estamos todo el tiempo comparándonos con los colonizadores. Esta es una historia muy antigua, así que bueno, en Brasil por ejemplo ,tenemos un biotipo distinto al parámetro, pero queremos serlo todo el tiempo. Tenemos un complejo de inferioridad, de no aceptar nuestra historia, formación étnica. Pero es eso, no aceptarse. Ahora, vemos la desigualdad incidiendo en la belleza. En los sectores ricos vemos a la gente con estándar europeo, pero moldeándose todo el tiempo para encajar. Por ejemplo, en algo tan básico como pintarte las uñas, en Brasil y en otros países es necesario. Si no lo haces no te “cuidas” ni te “amas”. Y si tienes “bien” tus manos, no trabajas con ellas, lo que es un punto enorme de diferenciación social. El cuerpo es un enorme marcador de esto.
En Latinoamérica, en la sociedad occidental, pasa algo terrible: si no te “cuidas” no eres idóneo moralmente.
El cuerpo es un carácter moral, exactamente. Un cuerpo que encaja, es más adaptado y “perfecto”. La mujer es más celebrada, exitosa y asimismo debe ser su cuerpo. Hay una expectativa social, por parte de hombres y mujeres, que juzgan. “Es tan exitosa, pero no se maquilla”. Es muy típico de América Latina. Hice una comparación con contextos europeos, es algo muy distinto de lo que pasó con la revolución feminista del siglo XIX. Esta revolución no se dio de forma radical.
De hecho, si nos ponemos a pensar, esta revolución en Latam no fue ni masiva, ni vertical. Fue de muy pocas, ¿no cree?
Sí y esa es la diferencia. Muchas norteamericanas, muy exitosas, no dependen de su cuerpo. Una me dijo una vez: “las brasileñas son muy dependientes de su cuerpo ,esto las pone en una posición de enorme inferioridad”. Por otro lado, creo que esta es una característica también, parte de nuestro ser femenino: estar cuidándonos y no encajar tampoco en los parámetros tradicionalmente masculinos.
PUBLICIDAD
Es complejo. Valerie Steele, historiadora del FIT, escribió en su ensayo “ The F- Word”, que las mujeres debían dejar la moda a un lado para ser tomadas en serio en el ámbito de poder.
Eso es verdad: hay un mundo que es muy masculino y las mujeres empiezan a cambiar su cuerpo y forma de ser al ingresar en el mismo. En Latinoamérica igual hay una sensualidad que es parte del carácter femenino y esta no implica que estamos seduciendo a las personas, solo que nos gusta sentirnos bellas. Pero esto no es bien visto por otras mujeres en otros contextos, por mujeres que tuvieron que ser masculinas para poder desempeñarse o estudiar. Y es una paradoja, porque por un lado nos presionan para estar “bellas” y producidas todo el tiempo. Pero, por otro lado, nos gusta cuidarnos para estar bien, de una forma u otra y no es un problema. El feminismo actual reivindica esto, serlo pero sin recurrir a viejos estereotipos.
En Latinoamérica se valida un solo modelo de mujer. Eso es atroz.
Hablamos de contextos muy tradicionales. Y el cuerpo está asociado con la forma de ser y pensar el mundo. En Latinoamérica no hicimos una ruptura con el ser tradicional. Tu y yo somos distintas, pero la mayoría de las mujeres en Latinoamérica siguen haciendo las cosas que hacían hace 200 años. Trabajan ya en oficinas, pero siguen haciendo la comida, cuidan de su casa, de los niños, así que siguen haciendo lo mismo. No hicieron una ruptura radical que haya cambiado su papel en la sociedad. Seguimos replicando modelos, y pocas – existen más mujeres en ello – hacen su reivindicación personal. Lo hacen con su maternidad, su individualidad. Y en contextos muy tradicionales.
Otra cosa es el trío de cuidarse/amarse/castigarse…
Cuidarse es amarse cuando sabes quién eres. Yo sé por qué hago esto, yo sé por qué me pinté las manos, por ejemplo. Es distinto cuando quieres encajar. Ahora, en países de enorme desigualdad como Colombia y Brasil, la desigualdad es rampante y la belleza es un pase para ingresar en un mundo vedado. Una mujer que trabaja en la basura, cuando sale a la calle está perfumada, limpia y maquillada porque tiene que hacer una separación para encajar . Hay un esfuerzo por marcar los cuerpos, una diferencia y una posibilidad de ingresar en un mundo que te va a rechazar por principio. Ahora, hay que saber cómo nos cuidamos, pero viendo también el por qué.
Hay otra cosa: una enorme misoginia para juzgar a quienes se cuidan. O se hacen cirugías. ¿Cómo explicar que lo natural es cultural?
Lo natural no existe en el contexto humano. No somos naturales ni siquiera en la gestación. Porque una mamá se alimenta de una manera, ya hay un contexto. Ya hay reglas, patrones. Por eso es una idea falsa: la naturaleza no existe, pero sí podemos cambiar las reglas a las que estamos sometidos. Charlar con la regla. Evaluar nuestra idea de lo bello y mostrar otros patrones y ampliar la posibilidad para aquellos que no la tienen. Y eso ya se está cambiando, poco a poco.
TE RECOMENDAMOS EN VIDEO