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¿Quién fue Manuela Cañizares? Más allá de la revolución ecuatoriana

Manuela Cañizares. ‘La mujer fuerte’, como la conocían, fue el más grande impulso que tuvo Ecuador ya que la mañana del 10 de agosto de 1809, después de 300 años de ser colonia española, Quito amaneció libre.

Por María Daniela Hidalgo y María José Lasso

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No hay duda alguna, la historia de ese Primer Grito de Independencia no sería la misma sin el aporte de Manuela Cañizares, mujer quiteña, prócer de la Independencia.

Manuela Cañizares y Álvarez, nació en Quito el 27 de agosto de 1769. En los cientos de historias que se cuentan sobre ella se detalla no solo lo que Manuela Cañizares hizo por la Independencia, sino características de su personalidad que la definen como heroína, patriota y ejemplo de mujer para las generaciones venideras.

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Quito, jueves 9 de Agosto de 1809, es de noche y uno por uno entran los próceres a la casa de doña Manuela. Ella los recibe atenta, y con el corazón palpitante por el tema que van a tratar. Su casa queda a solo una veintena de metros del palacio de Carondelet y mientras los próceres agitan sus deseos libertarios, El Conde Ruiz de Castilla, presidente de la Real Audiencia de Quito se dispone a dormir.

A eso de las 22 hrs, el Marqués de Selva Alegre toma la palabra para concienciar a sus semejantes sobre el decaimiento y pobreza en el que ha caído Quito. Entonces se planea el gran golpe. Se designa quienes constituirán la Junta Soberana, que derrocará al Conde.

En vista del rumbo que tomaba la situación, y de ciertos desacuerdos entre algunos de los reunidos, unos pocos se alistan para salir, sugieren que se trate el tema otro día con más calma y se dirigen a la puerta. Es en este momento cuando la valentía y el patriotismo de Manuela Cañizares salen a flote.

«¡Cobardes! Hombres nacidos para la servidumbre! ¿De qué tenéis miedo? ¡No hay tiempo que perder!» Con estas palabras Manuela Cañizares, esa mujer dominante de 34 años, detuvo a los temerosos, y su determinación tan semejante a la de una espartana los motivó a volver a la sala y lanzar el Primer Grito de Independencia.

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La fortaleza de su carácter ha llevado a muchos a compararla con Juana de Arco. No solo eso sino que ambas también comparten otras características como su origen humilde y el liderazgo con el que se caracterizó su participación en sus correspondientes luchas de insurrección por defender su patria.

Si bien Manuela no es santa, sí fue aclamada por el pueblo ecuatoriano, quien comenzó a llamarla Nueva Judith y hasta le hicieron una copla que años más tarde recogió Juan León Mera:

«Nueva Judith mujer, fuerte,
que aunque acero no manejas,
dar mandobles no dejas
por dar al contrario muerte.
La patria quiere su suerte
a las espadas fiar;
pero también esperar
de una mujer mucho puede
para que Holofernes quede
tendido y sin respirar»

Un historiador contemporáneo a ella, Dr. Pedro Fermín Cevallos, se refiere a ella en su «Resumen de la Historia del Ecuador» como «»esa mujer de aliento varonil, a cuyo influjo y temple de ánimo cedieron aun los más desconfiados y medrosos».

Se conoce, gracias a los escritos de Celiano Monge, historiador del siglo pasado, que fue «mujer de ameno trato, carácter franco y resuelto, solicitada por nobles caballeros, pero sólo concedió el corazón a Manuel Rodríguez de Quiroga, por quien sentía una gran admiración y confianza (se dice que también amor), y que la llevó a apoyar la causa de la Independencia. Su aspecto fue hermoso, su carácter, gracia, y demás prendas le dieron mucho influjo sobre los políticos de su tiempo, pues fue mujer de ánimo templado».

Se dice que fue de origen humilde ya que sus padres, Isabel Álvarez y Miguel Cañizares,  fueron ambos de raza blanca, pero de clase social media y de escasos recursos económicos.

En cuanto a su educación, recibió la misma que toda mujer del la época colonial. Sabía leer, escribir, matemáticas básicas y un poco de artesanías, costura, etc.

El permanecer soltera, no le impidió compartir su lecho con el Dr. Manuel Rodríguez de Quiroga. Gracias a él se nutrió su espíritu libertario con los detalles de de la revuelta que se estaba tramando contra el yugo español.

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Muchos escritos de esos tiempos cuentan que Manuela Cañizares demostraba gran valentía y una cultura elevada para aquella época, en la que a la mayoría de las mujeres no les interesaban los temas culturales. Esta característica precisamente fue la que la llevó a codearse con la flor y nata de la intelectualidad criolla, situación que le permitió cultivar sus deseos libertarios y finalmente participar de aquél Primer Grito.

Cuando se cumplió el primer centenario del 10 de Agosto de 1809, la escritora Zoila Ugarte de Landívar escribió: «¿Quién es aquella mujer que se hombrea con los Próceres de Agosto? Su estatura es también procerosa, noble su continente, su rostro irradia los fulgores de la inmortalidad, ciñe la corona inmarcesible de los héroes ¿Quién es? Manuela Cañizares, el alma de la insurrección de 1809, la mártir de sus convicciones republicanas ¡Echad laureles a sus pies!».

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Manuela no murió asesinada, como muchos de sus compañeros de lucha, ella logró huir. El Fiscal Aréchaga, en abril de 1810, solicitó que Manuela Cañizares fuera apresada por ser una de las culpables de la revuelta.

Eso habría sucedido, de no ser porque Manuela fue protegida por una de las Marquesas, que la llevó fuera de la ciudad a una casa de campo, en el valle de los Chillos. Allí permaneció escondida hasta 1812. Mientras tanto en Quito, después del 2 de Agosto de 1810, persiguieron tenazmente hasta a su servidumbre.

Solo pudo regresar a Quito en 1813 y murió un año más tarde. Fue enterrada en el cementerio del Tejar cerca de la Merced, como fue su deseo. Su tumba se perdió con el paso de los años, pero queda para recordarla y enaltecer su figura uno de los más prestigiosos colegios femeninos, el colegio Manuela Cañizares.

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