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De Yamid Amat y otros jefes que “pelan el cobre”

Porque en Colombia el jefe abusador sigue en su puesto de poder, a pesar de la denuncia.

No es cuestión de millennials «quejetas», como lo dijo alguna vez un periodista «old school» que defendió a Fernando Quijano, director de La República, ante las acusaciones por malos tratos de sus periodistas: de hecho, el acoso laboral (conocido como «mobbing»), es algo que ya es ampliamente reconocido y denunciado y la Ley 1010 de 2006 multa a los agresores con dos y diez salarios mínimos legales si son acusados formalmente de incurrir en esta práctica. Pero en este país de leyes que suenan muy bonito y triquiñuelas jurídicas, todo puede pasar desde que la víctima decide denunciar y su empleador sigue… como si nada. Como Yamid.

¿Porque qué ha pasado y pasará con él aparte de pedir disculpas por exigir la renuncia de Cathy Bekerman por no persignarse? Pues nada. Otro escándalo de Twitter y ya.

Lo grave de este cuento es que jefes como Yamid hay muchos y andan por ahí tan campantes. Quizás no tiran los teléfonos a los practicantes (o eso se ha dicho), pero que sí, constantemente, incurren en comentarios despectivos, comportamientos humillantes y déspotas con sus empleados e incluso llegan al acoso sexual . Hay que leer, por ejemplo, lo que les hacía Fernando Quijano a sus empleados, entre otras lindezas. O lo que hizo el ex Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, con la exreina Astrid Cristancho. Y ¿qué ha pasado con ellos? Pues nada. Siguen ahí, intocables. La ley depurando procesos, porque es la palabra de la pulga contra el león, del insignificante contra el poderoso y todo se muere en enredijos jurídicos, porque en Colombia hasta ahora se denuncia, pero lo que sigue luego, es nada, porque quien lo tiene todo tiene ganada la partida en un 90 por ciento.

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Como sucedió con el triste caso de Claudia Morales, todo se queda en mucho escarnio para quien denuncia públicamente y en cero consecuencias para quien ostenta el puesto de poder

Claro, las redes sociales ayudan en algunos casos a que los «intocables» lleguen a pedir disculpas, como Yamid Amat. En casos mucho más efectivos, a investigarlos y hasta a destituirles, como ha sucedido en Estados Unidos con tanto poderoso caído por denuncias de acoso. Pero como sucedió con el triste caso de Claudia Morales, todo se queda en mucho escarnio para quien denuncia públicamente y en cero consecuencias para quien ostenta el puesto de poder. No importa que tu jefe te viole, tu eres la culpable y quieres hacer show y todo el mundo te olvidará luego. Y no importa si te maltrata, al fin y al cabo tu eres el «millennial débil» y consentido que no acepta que la vida es así e incluso que por tu origen te victimices, como le dijeron a Cathy Bekerman por ser judía – porque que seis millones de tu pueblo murieran gaseados y torturados no es nada-. ¿En serio?

Sí, nadie pone en duda que de jefes exigentes se aprende, pero en estos tiempos, en este siglo, ya es inadmisible tener a un Jonah Jameson (el jefe de Peter Parker/Spiderman) que aparte de que exija, maltrate a los empleados al punto de causarles un daño. Incluso en la cultura corporativa se habla de «jefes tóxicos» y lo del acoso es inadmisible, más aún en un momento como este, donde se ve  una oportunidad para que gente con puestos de poder se replantee lo que ha hecho por años. Pero quienes denuncian valientes son, porque luego de eso, en una cultura donde se favorece al agresor y al poderoso, les tocará enfrentar la tormenta del escarnio, algún apoyo y quizás la calma, el olvido y luego la nada, porque no hay «pruebas contundentes» o suficientes, o quizás solo una palabra que muchos no estarán dispuestos a creer, a pesar de que la víctima sufra un infierno en su propia oficina.

Y los jefes como Yamid y Quijano, como siempre, ahí.

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