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Los “cuernos” del cantante de KVRASS y el mismo cuento viejo machista del vallenato

¿Por qué se hace toda una noticia y un drama de la mujer infiel, cuando el hombre con muchas es algo normal?

Por Luz Lancheros (@luxandlan)

El nuevo cuento de Macondo/Colombia  es que el vocalista de KVRASS, Yader Romero, fue engañado por su esposa, «Anny» Gutiérrez, con «El Nene» Carrascal. Entonces no ha cesado la atención sobre el romance, el sufrimiento del hombre y el apoyo de sus compañeros. Una atención desmedida en un viejo relato donde el hombre engañado por su pareja, en el vallenato, es el que sufre más y el que «no merece esto». El único y eterno sufridor a manos de una bruja desvergonzada.

¿No decía Diomedes Díaz «Que te perdone, yo, que te perdone, como si yo fuera el Santo Cachón/ Mirame mama, ves, yo soy un hombre/ y no hay que andar repartiendo perdón»? Esta canción, escrita por Romualdo Bito para Los Embajadores Vallenatos, habla muy bien de una cultura donde es bastante normal que las andanzas del macho no se juzguen , pero si son las de las mujeres, tal y como en la Edad Media y Moderna, cuando Enrique VIII decapitaba a sus esposas por infieles, son todo un acontecimiento.

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Pero OJO, antes de que vayan a saltar, sí: una infidelidad, sea cualquiera, duele muchísimo. Acá nadie menosprecia la tragedia privada de Yader Romero. Pero sí es curioso que cada vez que una mujer rompe las reglas de la unión conyugal -ya que esto para el hombre en la cultura vallenata es normal-, es una tragedia. Diomedes Díaz, quien también fue conocido por su extensa prole con mujeres distintas y por tener que pagar varias pensiones alimentarias, lo resume muy bien en esta canción: «La falla fue tuya».

Yo sé bien que te he sido infiel/
/pero en el hombre casi no se nota/
/en cambio es triste que lo haga una mujer/
porque pierde valor y muchas cosas.

En el vallenato las mujeres son solo cosas, expresando esa clásica dualidad católica blanca que siempre ha ostentado Colombia. O son reinas intocables, casi delicadas que no pueden ni pensar ni hablar por sí mismas, o son putas que tienen que ser quemadas porque tener una relación fuera del matrimonio las condena a la hoguera -pero no a ellos-.

«Qué va a saber esta cachaca feminazi blanca privilegiada que no va más allá de la Avenida Chile  «, dirá más de uno, cuando lea este texto. Esto es lo que sé: si bien hay mujeres que no son un modelo de santidad, tampoco hay hombres que son un modelo de santidad. Y en el vallenato, que es una de las expresiones de patrimonio cultural más fuertes de Colombia, estos modelos de relación unilateral, donde la mujer o es puta/santa o ramera/muñeca, se expresan de una manera atroz. Y no es el único género (en el tango el crimen pasional, así como en el corrido y la carrilera están a la orden del día. Ni hablemos del rock con el glam rock porque hacemos un tratado, o del reggaetón), pero sí uno donde cada cosa que pasa por el estilo, es folclorizada, dramatizada hasta el extremo y donde los estereotipos se reproducen sin que nada cambie. Quizás el contexto tampoco lo hace y muchas que quieren irse más allá de esos modelos unívocos y limitantes, tienen que hacer como el personaje principal del libro de Marvel Moreno, «En Diciembre llegaban las brisas»  (y como  la misma Marvel) y huir. Pero, ¿no sería hora de discutirlo mejor? ¿De ir más allá de biopics idealizados y ver qué nos ha permeado como cultura?

Lo que pasó con el vocalista de KVRASS es un cuento contado desde siempre. Uno que ya es hora de reevaluar y dejar de normalizar.

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